viernes, 27 de abril de 2018

La aventura del tango / Semanario Búsqueda DEUDA DEL RECUERDO Por Antonio Pippo Pedragosa







-Fue uno de los mejores músicos del tango.
Admirado por Héctor María Artola y Francisco Canaro –con quien, pese a su agitada y larga vida artística, siempre volvió- tuvo en filas de su propia orquesta a Julio De Caro, el histórico renovador que, avanzada la década de 1960, le propondría formar una gran agrupación para tocar en giras por el exterior.
Sin embargo, el recuerdo de Minotto Di Cicco, nacido en Montevideo en 1898, tanto aquí, su tierra natal, como en Buenos Aires, donde triunfó, ha sido difumado por el olvido.
Todo alrededor de Minotto fue música, desde la niñez: sus hermanos mayores Ernesto y Fioravanti eran, respectivamente, bandoneonista y pianista. A los doce años estudió solfeo y piano, pasó al acordeón y, finalmente, su compatriota Alberto Rodríguez, integrante de la orquesta de Osvaldo Fresedo, le enseñó los secretos del instrumento que
lo sedujo sin retorno: el bandoneón.
Debutó a los diecisiete años en el Petit Salón –en los bajos del mítico Moulin Rouge-, junto al pianista Carlos Warren y al violinista Ataliva Galup, pero muy pronto cambió y el trío quedó formado con Alberto Alonso y Luciano Arturaola para actuar en el bar Trianón, ubicado en Andes entre San José y Soriano. Meses después, contratados por el
Café Nuevo, de 18 de Julio y Ejido, agregó otro violinista, Federico Lafémina. El éxito les permitió grabar en Buenos Aires para el sello Víctor dieciocho temas, entre ellos La cumparsita, de Mattos Rodríguez, y Marquezito, el único tango compuesto por Minotto, quien aprovechó esta estadía en Argentina para comprar su primer bandoneón, ya que
hasta ese año tocó con uno que le había prestado su maestro Alberto Rodríguez.
En 1917, Minotto se arriesgó a crear una orquesta, añadiendo otros músicos amigos, que llevó el nombre de “Alonso-Minotto” y con la que viajó otra vez a la capital argentina, donde alcanzó gran repercusión.
Luego hubo un breve regreso a Montevideo por razones familiares, y enseguida la promesa de un contrato en el Moulin Rouge; pero en medio de tales sacudones, lo acarició la varita mágica de la vida artística: Francisco Canaro, ya una suerte de prócer del tango, lo convocó para sustituir a Osvaldo Fresedo, y así fue que el joven bandoneonista uruguayo integró la orquesta gigante que el maragato había formado con
Roberto Firpo para animar los carnavales de Rosario, en 1918. Fue el encuentro inicial, que se repetiría al paso de los años.
Pero había en Minotto cierta nostalgia por su país y su gente.
En 1922 abandonó a Canaro y reincidió aquí con su orquesta renovada. Con la simpleza que ocurren grandes cosas, propició un doble acontecimiento que no tantos recuerdan: Fioravanti, su hermano, se retiró para viajar a Europa y el piano fue ocupado por el casi
inigualable Francisco De Caro; pocas semanas más tarde, el violín solista quedó en manos de Julio De Caro, que tuvo así, y entre uruguayos, su primera gran exposición pública. De esa época quedó un disco legendario que incluye maxixas, paso dobles y los tangos Fruta prohibida, de Delfino, Picaflor, de Mazzeo y Pura espuma, de Emilio
Ferrer.
Pese a la repercusión lograda, Minotto –cuyas indecisiones eran moneda habitual- viajó otra vez a Buenos Aires al llamado de Canaro: en ese momento para sustituir a Anselmo Aieta. Allí se instaló, como primer bandoneón, hasta 1926.
Impulsado por amigos, abandonó a “Pirincho” por segunda vez, y –quedándose en la noche porteña prácticamente hasta su jubilación-, formó otro grupo, grabó para Odeón diez obras, entre las que destacan Milonga con variación, A media luz, Ave María, Camarada, Padre Nuestro y Buenos Aires y brilló en la calle Corrientes, en el teatro
Broadway, con el pianista José Tinelli, autor de Será una noche, el violinista Hugo Baralis y el bandoneonista Francisco Fiorentino –futura gran voz de Troilo-, quien cantaba los estribillos.
Alcanzó más resonancia: la dirección de la gran orquesta de la Columbia Viva Tonal para bailes de carnaval en el Broadway y el tercer y definitivo reencuentro con Canaro, a partir de 1932.
Ya no se movió de su lado. Participó de la obra La muchachada del centro y cerró su ciclo en el Quinteto Pirincho.
La deuda está viva. Olvidado, Minotto murió en Montevideo el 9 de setiembre de 1979.
Cual intento de homenaje quedó aquel esfuerzo de varios músicos argentinos, cuando Di Cicco aún tocaba, de crear “El trío de la M”: Minotto, Maffia y Marcucci.
Dijo Horacio Loriente: -No fue más que un sueño.

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