sábado, 21 de septiembre de 2024

LA OBJETIVIDAD// COLUMNA DE CARLOS CASTILLOS

 

La objetividad, en el periodismo, suele ser una bandera que se enarbola con entusiasmo, igual que la famosa “Libertad de prensa”. Y yo creo que ni una ni la otra existen, al menos en estado puro, como suelen presentarse, muchas veces. Sobre la objetividad, anda circulando por allí un video en el que una periodista española explica este concepto con mucha claridad. Silvia Intxaurrondo sostuvo, en una entrevista televisiva, que “hay que ser honesta y contarle a la gente lo que está pasando”. “No hay que callar por miedo”. Agregó que en su trayectoria en medios públicos y privados de su país, alguna vez le pidieron que fuera “equidistante” en el manejo de la información. “Ser equidistante es un concepto tan subjetivo que cada quien le da la interpretación que quiere. Y si quien lo plantea es alguien con poder de decisión en el medio para el cual trabajas, en realidad lo que se busca es cortar un poquito las alas del periodista”, agregó. Y puso otro ejemplo bien claro. “Estoy en una habitación con dos personas. Una dice que no llueve y la otra dice que si. El periodista puede ser equidistante. O puede abrir la puerta y ver si llueve”. Generalmente los periodistas suelen tomar posición por una u otra persona, argumentando que es equidistante. Y si es criticado entonces enarbola el derecho a la “libertad de prensa”. Esta disyuntiva se plantea en todos los temas que se manejan en los medios de difusión. Nacionales e internacionales. Por estos días de la primavera del 2024, suele verse, con frecuencia, cómo los medios nacionales “acorralan” a los dirigentes políticos y sindicales de Uruguay para obligarlos a que digan si Venezuela es una dictadura o no. Entonces muchos (creo que la mayoría) se siente “obligado” a fijar una posición tajante, cuando sabe poco y nada de ese país. Quizás nunca viajaron a Venezuela, pero…tal vez piensen que lo “políticamente correcto” es sumarse a las voces “occidentales” que reclaman “mano dura” con Venezuela. Esas figuras públicas, y hasta la gente común, se pronuncia sobre Venezuela, solamente con las informaciones que difunden los medios, que en su mayoría, son tendenciosas. He visto a gente que cuestiona el sistema político de Venezuela, solamente porque el presidente, Nicolás Maduro, no le cae simpático. Como si ese país dependiera solamente de lo que haga o deje de hacer ese hombre, que, como en la mayoría de los países, es apenas un eslabón, importante, pero un eslabón en lo que tiene que ver con la administración de una nación. Y esto pasa, no solamente con Venezuela. Nos acostumbramos a opinar de todo. Y con la misma liviandad y desconocimiento de los hechos, asumimos posiciones sobre la guerra Rusia-Ucrania, sobre el conflicto Israel-Palestina y hasta la realidad de China, Corea del Norte, Bolivia, Ecuador, Francia o lo que sea. Y no hemos aprendido a ser más cautos y hasta más respetuosos de asuntos que desconocemos. Yo iría más lejos y sugeriría ser más desconfiados. Sobre todo ésto: desconfiados. Porque la opinión que nos forjamos de todos estos temas, son como consecuencia de informaciones que nos suministran los grandes medios de difusión. Y esas informaciones suelen estar manipuladas cuidadosamente y, algunas veces, de forma grosera, para generar opiniones convenientes a ciertos intereses, que no tienen por qué coincidir con los nuestros. Así que, retomando la opinión de la colega española Silvia Intxaurrondo “lo correcto y más honesto es abrir la puerta y ver si llueve”.




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