LA SALIDA
Juan José
Pereyra
Estoy
perdido en una ciudad que no conozco. No sé por qué estoy aquí. Es
una gran superficie comercial pero también puede ser un aeropuerto.
El lugar es agradable, muy iluminado, hay mucha gente que va y viene.
No intento
hablar con nadie. No sé dónde estoy ni dónde tengo que ir.
Busco mi
celular para llamar a alguien, no sé a quién. En el bolsillo tengo
dos pero el mío no está. No sé de quién son, no sé manejarlos.
Como no
puedo llamar decido ir, tengo que encontrar la salida. No sé a quién
quiero ver ni a dónde quiero ir pero debo encontrar la salida.
Camino
entre la gente y de repente sé que la salida está bajando esa
escalera.
Empiezo a
hacerlo. El lugar cambió totalmente. Es una vieja escalera de mármol
blanco con un pasamano de madera. Está oscuro, sucio, el lugar es
lúgubre.
Sigo
bajando porque sé que al final está la salida. Al llegar hay una
puerta. Está cerrada, tapada con hormigón. Abajo está más oscuro
aún.
Hay un
hombre parado al lado de la puerta, supongo que es un encargado.
Sin
preguntarle nada me dice que la salida está al final de la escalera,
que me equivoqué al bajar. “Esta es la no salida”, me dice.
Comienzo a
subir nuevamente. Hace mucho calor, estoy muy cansado. La escalera
parece mucho más larga que cuando la bajé. Sigo subiendo.
Sé que
estoy soñando, me ha pasado antes. Al llegar al último escalón
decido saltar de espaldas al vacío. Sé que no me va a pasar nada
porque estoy soñando.
Sin ningún
miedo salto hacia atrás y empiezo a caer. Me invade una extraña
alegría, siento que vuelo o floto. Caigo lentamente.
Aunque sé
que estoy soñando pienso que al darme contra el suelo sentiré
dolor. Por eso decido despertarme. Lo he hecho otras veces.
Empiezo a
gritar. Tengo que hacer fuerza. El grito inicial se transforma en
aullido.
Me
despierta mi propio grito.Estoy en mi cama. Estela me toma del brazo
y me dice “Juanjo, despierta, tienes otra pesadilla”.
8 de marzo
2013
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