Anestesiados Por Rafael Massa
Semanario Voces
Las manifestaciones populares desatadas en Brasil durante el desarrollo
de la Copa de las Confederaciones han dejado al stablishment político de ese
país sin palabras. Las explicaciones, algunas a las apuradas, son múltiples y en
algunos casos contradictorias. La desigualdad, la corrupción, la elevación de
las demandas de las clases medias, el enfriamiento de la economía, la inflación
creciente, aparecen entre las causas entreveradas en un combo desconcertante
que mantiene en alerta al gobierno y también a la oposición. Pues si bien las
demandas están dirigidas al gobierno nacional, también apuntan a gobiernos
estaduales y municipales, éstos bajo control de los partidos opositores. Como
en todo fenómeno social, habrá que aguardar que los días pasen y las aguas se
aclaren, para por fin poder, con más datos, realizar un análisis más preciso.
De todas formas, conviene repasar los hechos que han provocado la
movilización, a esta altura, de más de un millón de ciudadanos. El punto de partida
fue el aumento del precio del boleto, que pasó de 3 a 3,20 reales, algo así
como un aumento de 2 pesos uruguayos por boleto. Un pésimo servicio, sumado a
un costo que es aún superior al de las ciudades más caras del mundo, detonaron
la paciencia de los ciudadanos de Río y San Pablo, a los que se sumaron los
habitantes de otra decena de capitales estaduales. Las demandas comenzaron en
forma pacífica, en un clima afable, hasta que la semana pasada la protesta en San Pablo fue duramente reprimida por la
Policía y a partir de allí se empezó a generar una gran onda nacional de manifestaciones. A la reivindicación
específica se agregaron otras: educación y salud, entre las más populares. Pero
también hay gente que lucha a favor del casamiento gay, otros que luchan en
contra la tala de árboles, otros que luchan contra el capitalismo, otros contra
la copa del mundo. Todos los que tienen algo contra algo, encontraron un canal
para manifestarlo. No se sabe más cuál es la causa. La movilización no tiene un
proyecto, no se quieren reunir con el gobierno para debatir, quieren atacar al
poder, los medios de prensa, la Justicia, la Prefectura, la Intendencia, el Gobierno.
Como ya nos venimos acostumbrando, no aparecen líderes a la vista, y los
vehículos para la congregación de tal cantidad
de gente fueron las redes sociales.
El proyecto del PT, instalado en el gobierno desde hace diez años, si
bien tiene el mérito de haber sacado de la pobreza a cuarenta millones de
brasileños y reducir la desigualdad a los niveles más bajos en cincuenta años,
comienza a desnudar sus limitaciones, y cuando el contexto internacional
comienza a ser adverso y los nubarrones se ciernen sobre la economía, sus
decisiones para resolver los conflictos resultan decepcionantes y convierten a
los mansos en “indignados”.
Pues, más allá de cualquier interpretación, las dos causas relevantes de
tal estado de confusión provienen de las decisiones tomadas por el gobierno de
Dilma Rousseff.
La primera, detonante de la situación, la suba
del boleto, está originada en una decisión política de conservadurismo fiscal
de no incrementar los subsidios al transporte. En un mundo en que 119 países
están aplicando políticas de reducción del gasto público con relación al PBI,
que involucran a 5800 millones de personas (el 80% de la población mundial)
Brasil es el país de la región con el ajuste
más pronunciado. Una vez más, los únicos cinturones a los que cabe
hacerle más agujeros, son los de los trabajadores. La segunda, quizá menos
mencionada, pero que hizo virar el ambiente, fue, una vez más, el
comportamiento de quienes deben preservar el orden, que reprimieron
indiscriminadamente, enardeciendo a los manifestantes. Una vez más, la
combinación entonces de ajuste y
represión, resultó explosiva. Si a esto agregamos, que desde la llegada de Lula
al poder hace diez años, el PT ya no es
más el vehículo para canalizar políticamente el malestar social, el resultado es ahora sí, inevitable: masas descontroladas,
violentas.
Al cierre de esta edición, Dilma Rousseff proponía
a la población la creación de una Asamblea
Constituyente que lleve a cabo una reforma política, a la vez que invertirá 25000
millones de dólares en la renovación del sistema de transporte público. Lo cual
demuestra la sensibilidad de la presidenta por un lado, pero también la fuerza
de la movilización popular, sin la cual estas medidas seguramente no hubiesen
llegado.
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