Los Sub20 que levantan vuelo
Como los subcampeones en Turquía, hay
otros nacidos en los '90 que se destacan en lo suyo.
El País
Leonel García
Mientras hoy Sofía Carratú (16) viaja
a Joinville, Brasil, Matías Szylkowski (15) vuela a Santa Marta,
Colombia. Ella va a realizar una audición para el Bolshoi, una de
las más prestigiosas compañías de ballet del mundo. Él es el más
joven de la delegación uruguaya en la Olimpíada Internacional de
Matemática. Los destinos son diferentes pero los objetivos son los
mismos: progresar, representar al país en lo que les gusta, y soñar.
También hoy sueñan Pía Fernández
(18), Matías Mihailov (17) y Lucía Touriño (16). Aunque haya
pasado toda la semana en Paysandú, Pía le saca tiempo a su familia
en Trinidad, Flores, para entrenarse en la pista del cuartel con
miras al próximo Panamericano Juvenil de Atletismo. También en
Paysandú, Matías se concentra en enroques y defensas sicilianas
pensando en un inminente torneo de ajedrez en Brasil. Lucía ensaya y
ensaya con la viola, para lucirse en la Orquesta Iberoamericana que
se formará en Panamá en dos meses, para la que concursó e ingresó.
Mientras se acallan los merecidos
aplausos de la selección juvenil de fútbol, todos los "Sub20"
del país ya están recorriendo su camino. Según el censo 2011, uno
de cada ocho uruguayos es adolescente. Enfermedad curable con los
años, según la definió George Bernard Shaw, la juventud es mirada
de reojo por el mundo adulto desde los tiempos de la Grecia Antigua.
Y aunque de acuerdo con el Ministerio de Desarrollo Social solo 18%
de los jóvenes sea lo que se denomina un "Ni-ni" (ni
trabaja ni estudia), y apenas 550 de los más de 70 mil menores
atendidos por el Instituto del Niño y el Adolescente del Uruguay
sean los que están recluidos por delitos, es bastante frecuente la
estigmatización de las nuevas generaciones. Eso, al mismo tiempo que
se carga sobre sus hombros mochilas llenas de esperanzas y
frustraciones.
"Los jóvenes son vistos con una
cuestión ambivalente de seres pasibles de ser atacados y, a la vez,
depositarios de mucha esperanza. A veces también se proyectan muchas
frustraciones en ellos. Lo más difícil es apuntalar su motivación
intrínseca, detectar lo que (el educador británico) Ken Robinson
llamaba `el elemento`, lo que a uno lo conmueve", sostiene
Roberto Balaguer, psicólogo clínico y educacional.
Los nacidos a partir de 1994 ya están
levantando vuelo. Aquí está la historia de siete Sub20 uruguayos
que encontraron su elemento.
De la cumbia a Beethoven.
Cinco años atrás, Lucía Touriño no
sabía qué era una viola ni entendía de música clásica.
"Escuchaba lo que había en la radio, pop... muy poco de cumbia
villera", dice casi con culpa quien hoy adora a Beethoven y
Tchaikovsky. La Fundación Orquestas Infantiles y Juveniles del
Uruguay llegó a su escuela, y ella se enamoró del sonido cálido y
profundo de aquello que parecía un violín grande.
Todos los sueños de Lucía tienen ese
sonido de fondo. Hoy cursa cuarto en el liceo 58, de Bella Italia, y
ya se decidió por quinto Humanístico. "Pero la música es la
música, y no pienso un futuro sin ella, ¡quiero tocar en una
orquesta muy importante!". Ya está dando sus primeros pasos: en
septiembre viajará a Panamá para unirse a la Orquesta
Iberoamericana Juvenil en la que fue admitida, tras concursar con
adolescentes de toda la región.
Dueña de su propio instrumento,
valuado en dolorosos tres mil dólares, lo que no ha logrado esta
violista es arrastrar a sus amigos a su pasión: "¡Directamente
no me entienden! No hay muchos jóvenes que quieran estudiar música
clásica. Yo estoy tratando de desmitificar que es una música
aburrida o para la gente grande. Les quiero mostrar la otra cara pero
como que no se convencen. Hay muchos que están convencidos de que la
cumbia villera es lo más grande, y tá".
En su casa, dedica dos horas por día a
practicar. Además, hay 12 horas de ensayo semanales en el Sodre.
Luego solfeo y clases personales de técnica. A su vez, ella también
es docente de viola. Como vive en el kilómetro 16 de la ruta 8, a
semejante carga hay que sumarle dos horas diarias de viaje en
ómnibus. "El tiempo que no estoy en el liceo lo dedico a la
música", dice sin que suene, ni remotamente, como el sacrificio
que es. "Yo escucho siempre eso de que los jóvenes somos vagos,
que estamos en otra, pero yo creo que todo se trata de una cuestión
de motivación".
Paradojas al volante.
Por su edad, Santiago Urrutia (16) no
puede manejar alrededor de la manzana de su casa en Forli, Italia.
Eso es paradójico para quien hace una semana ganó en el mítico
circuito de Silverstone, por el campeonato de la Fórmula 3 Open
europea, competencia donde marcha tercero y en la que ya ha ocupado
dos veces el lugar más alto del podio. "Todo el mundo me
comenta que eso le resulta increíble. Pero es así, qué se le va a
hacer". Quien no puede dar un paseo motorizado por su ciudad ya
ha tenido contactos con la escudería Ferrari.
Es difícil recordar los primeros
episodios de la niñez. La memoria de Santiago, por ejemplo, no llega
a su primera carrera en karting, a los cinco años. A los tres había
comenzado con el motociclismo, compitiendo contra "grandes"
de seis y siete. Con el tiempo llegarían tres torneos metropolitanos
y uno nacional en Argentina, así como el título uruguayo en
karting, entre 2006 y 2010. Hoy, en su tercera temporada en Europa,
tiene a Ancap, al Banco de Seguros, la Intendencia de Colonia y
Calcar como esponsors.
Todo es fruto de las opciones de vida
que tomó este joven nacido en Miguelete, en la zona rural de
Colonia, hijo de un productor agropecuario y una maestra. Ella le
insiste en que no descuide los estudios, ya que el automovilismo le
hizo dejar el liceo en tercero, año del cual salvó tres materias.
Cuando llegue a Uruguay, en diciembre y tal vez hasta el 20 de enero,
intentará avanzar lo más que pueda. La pole position, los boxes y
los podios parecerán muy glamorosos, pero llegar ahí requiere
madurar de golpe cuando apenas se ha dejado de ser un niño.
"A los 14 años me vine a vivir
solo a Italia. Son esfuerzos que debo hacer porque en Sudamérica no
hay una categoría de fórmula que te permita llegar a un nivel alto.
Para eso, el piloto tiene que venir, sí o sí, a Europa. El primer
año, mi equipo me dio el apartamento; desde 2012 lo tengo que pagar
yo. Llegar a la Fórmula Uno depende de muchas cosas: que el piloto
sea bueno, el apoyo económico, un buen manager que te ayude a no dar
malos pasos, ganar carreras importantes y que te vean... ¡y mucha
suerte! Yo trabajo para eso, me vine a Italia para eso, y espero que
algún día se me dé la oportunidad".
Amor por los números.
Hay varias maneras de ver las
matemáticas: como una tortura, como una buena razón para no hacer
quinto Científico, "o como un desafío para entender mejor los
cosas, para ayudarte a pensar, a razonar y ver las cosas desde otro
punto de vista". Quien lo asegura se llama Matías Szylkowski y
cursa cuarto de liceo en la Escuela Integral. "Ese esfuerzo se
puede trasladar a los problemas cotidianos, la matemática te puede
servir para ser mejor persona", agrega.
Matías encuentra muy interesante cosas
a las que otros jóvenes les huyen como la peste: 1 por 1 es 1, 11
por 11 es 121, 111 por 111, es 12321, y así sucesivamente... Le
gustan los patrones, las operaciones combinadas y las fracciones. No
ve raro que todo el mundo le escape a los números, "porque la
matemática se enseña de una manera aburrida". Por eso, le
agrada mucho el enfoque menos abstracto y más enclavado en la
realidad que le han dado a esta ciencia matemáticos como Adrián
Paenza. Su padre, contador público, también le enseñó a ver a los
números de forma amigable y divertida. Sí, parece posible.
Si se le pregunta si ve su futuro en
las matemáticas se toma un segundo: "Es que... la matemática
está en el futuro de todas las personas. Vos vas a un supermercado y
te tenés que fijar en los precios". La respuesta es inapelable:
todo el mundo hace ecuaciones de primer grado desde que se levanta
hasta que se acuesta. De todas formas, tiene en vista Ingeniería.
Matías es el más joven de la
delegación uruguaya que se va hoy al Caribe a participar de una
Olimpíada Internacional de Matemática. "Se supone que es
Sub21, pero en realidad ninguno de los participantes tiene que haber
entrado en la universidad".
Es común que lo que se enseñe en su
clase, incluso en materias como Física o Química, ya esté dentro
de sus conocimientos. "A veces participo en seminarios de
matemática en las mañanas, en el Varela y en la Facultad de
Ingeniería. Mis compañeros me dicen que estoy loco por pasarme tres
horas ahí, pero ahí no enseñan de la misma forma que en el liceo",
explica. Como no todo en la vida pasa por los números, Matías juega
básquetbol en el club Trouville, en la categoría cadetes; pero,
asegura, el estudio es lo suyo.
Garra al correr.
El profesor de educación física del
liceo 1 de Trinidad, en Flores, lo veía muy claro. Pía Fernández,
que tenía 13 años, no solo corría a la par de los varones sino que
los superaba. Le pidió que se inscribiera en una carrera, lo hizo y
la ganó. Hoy, un lustro después, esta estudiante de Fisioterapia en
la Escuela Universitaria de Tecnología Médica, de Paysandú, es una
de las grandes esperanzas uruguayas en pruebas de semifondo, campeona
nacional de 800 y 1.500 metros en Sub 20 y mayores y, en 2012,
vicecampeona sudamericana en Sub18.
Pía estudia de lunes a viernes en
Paysandú. La Intendencia de Flores la becó para que su entrenador
pueda ir ahí martes y jueves. Los fines de semana, en su tierra,
entrena en la pista del cuartel. Su amor por correr hace que le ponga
el pecho a las limitaciones. "Esta es la pista que hay, de
carbonilla. Lo ideal sería que fuera sintética. Tampoco hay un
gimnasio dentro de la pista. En Paysandú hay otra de tosca, dura,
algo mejor pero... la de mejores condiciones está en Montevideo,
pero está a 200 kilómetros de acá".
Como en todo deporte menor, la
infraestructura en Uruguay tiene su techo. El nivel también, por lo
que es necesario viajar y competir con atletas extranjeros si es que
se quiere progresar. Actualmente, su cabeza está en los
Panamericanos juveniles que se desarrollarán en Medellín, Colombia,
a fines de agosto. Son épocas de redoblar esfuerzos. "El año
pasado, para el Sub18 en Mendoza, estuve seis meses sin salir a un
baile. Mis compañeros me preguntaron cómo hacía, no lo podían
creer, me daban para adelante". Su novio, exnovio hoy, también
la ayudó mucho. En todo caso, aclara, lo que cortó la relación
fueron los 182 kilómetros entre Trinidad y Paysandú, y no las
carreras.
Las carreras, en cualquier caso, son
insustituibles. "Corro porque me encanta, es una de las cosas
más importantes que tengo. Mi sueño es ir a los Juegos Olímpicos.
Ir mejorando todos los días es una satisfacción impagable. En
Uruguay no se puede vivir del atletismo, por eso estudio. Vos ves
otros países con centros de alto rendimiento, pistas sintéticas
y... acá las cosas que se logran son a base de garra; sino sería
imposible con las pistas que tenemos, a lo sumo con un cronómetro...
¿De dónde se saca la motivación? ¡Hay que inventarla!". No
hay otra.
Tenista del Cuareim.
Ser tenista profesional implica, según
calcula Rodrigo Senattore (19), el estar fuera del país, lejos de su
familia y amigos, entre 25 y 30 semanas al año. Ya conoce toda
Sudamérica y buena parte de Centroamérica, fruto de viajar por los
courts desde los 15 años. Además de hacerle difícil encontrar una
novia con la suficiente paciencia y de tener pendientes siete
exámenes de sexto de liceo, eso requiere tener mucho amor por lo que
se hace. Cuando está en Uruguay le da de drive y de revés desde las
8.30 hasta las 17 horas. "Hace falta mucha disciplina y entrega.
Está en tu voluntad llegar a lo que te proponés. Y yo quiero vivir
del tenis".
Fanático de Rafael Nadal por su garra,
su amor por el deporte surgió en su Artigas natal, en el club Tenis
del Cuareim. Ahí le iba a juntar las pelotas a la profesora, que no
era sino su madre. El año pasado logró sus primeros puntos para el
ranking ATP, además de clasificarse campeón nacional.
Rodrigo no tiene por ahora un plan B
ajeno al tenis. Tampoco tiene secretos ni recetas mágicas para hacer
más llevadera la vida que optó. "Los sacrificios que hice, el
no estar con amigos o la familia, lo compensás con el competir, el
progresar, el entrenar con ganas. Hay que tener la cabeza bien
enfocada y saber adónde querés ir. Por suerte, yo tengo objetivos
claros", afirma durante una pausa en sus entrenamientos en el
Montevideo Cricket. Almuerzo liviano y volver a empezar.
64 cuadros.
Como en el fútbol, si uno tiene un
torneo importante de ajedrez más vale perderse esa trasnochada y
quedarse en casa estudiando las tácticas de los rivales por
Internet, además de las dos a tres horas diarias de práctica. Como
en el atletismo, para mejorar el nivel hay que competir con jugadores
de otros países. Eso lo sabe bien Matías Mihailov, quien tiene en
su palmarés un campeonato nacional Sub18, dos Sub16, dos Sub14, un
Sub12 y -sobre todo- un Sub20 logrado cuando solo tenía 13 años, un
hecho inédito en el país.
Matías cursa sexto de derecho en el
liceo 1 de Paysandú. "Todo el mundo piensa que tengo que
estudiar Ingeniería". Por su apellido ruso, no falta quien
piensa que lleva al ajedrez en la sangre. "Eso fue pura
casualidad. Pregunté en mi familia y a nadie le interesaba".
Recién se enteró de que habían existido tipos como Anatoly Karpov
y Garry Kasparov cuando comenzó a a familiarizarse con los 64
cuadros. Eso fue por una extensión horaria de su escuela, cuando
tenía ocho años y todavía vivía en Montevideo. Le gustó
enseguida, tanto que pensó en vivir de eso, algo que es más difícil
que ganar por mate pastor.
"Poco después de arrancar, pensé
en dedicarme a esto de manera profesional. Pero acá las mayores
dificultades son las posibilidades para progresar. El nivel de
Uruguay a nivel regional es, digamos, de mitad de tabla. Si bien me
encantaría ganar un torneo internacional representando al país, si
querés desarrollarte tenés que mudarte afuera o viajar
constantemente". En eso está: en cuatro días comienza su
participación en el Festival Panamericano de Ajedrez en Pozos de
Caldas, Brasil, y el año próximo comenzará a estudiar Relaciones
Internacionales. La diplomacia es un futuro perfectamente compatible
con los trabajos.
La Celeste al Bolshoi.
Sea en Solymar, donde vive, o en la
costa rochense, a la que adora, muchas de las mejores actuaciones de
Sofía Carratú fueron sobre un piso de arena y un fondo de mar.
"Creo que La Pedrera fue mi primer escenario. Llego a la playa y
bailo. Bailo hasta que todo el mundo me empieza a aplaudir".
Hace siete años comenzó con el
ballet, cuando tenía nueve y una notoria inclinación hacia las
artes en la escuela. A los 11 entró en la Escuela Nacional de Danza.
Ya ha actuado en El Corsario y Hansel y Gretel. Un sueño cumplido es
haber entrado al Sodre; otro por cumplirse es tener el protagónico
de Gisselle, papel que la conmueve; y otro es entrar a una gran
compañía internacional. Ese también está cerca: hoy está en
camino a Brasil, donde funciona la única extensión extranjera del
Bolshoi, objetivo que se trazó desde que hizo un curso en el Teatro
Colón de Buenos Aires.
"El ballet es una disciplina muy
difícil que requiere mucho entrenamiento, disciplina y pasión. Y en
otros países, como Argentina o Brasil, hay muchos lugares donde
aprender. Acá es chico y cuesta salir de la burbuja. Yo estoy muy
agradecida por todo lo que me enseñaron acá, pero para crecer
necesitás irte. El Sodre tuvo un cambio increíble y la escuela
también, pero aún les falta. Eso sí: ¡voy a ir con la camiseta
celeste y garra charrúa!".
Estudiante de quinto Artístico en el
liceo 15 de Carrasco, ensaya cinco horas al día en la Escuela
Nacional y otras dos diarias en una academia particular. Hay poco
tiempo para estudiar y el fin de semana está pensado para descansar,
hay que cuidarse en las comidas... "Bueno, bueno, es como todo,
es cuestión de cuidarse. ¡Cada tanto podés salir con tus amigas,
cada tanto te comés un alfajor, una hamburguesa no mata a nadie!",
se ríe. Por más dedicada a lo suyo que esté, no se le puede pedir
una vida de anacoreta a una adolescente de 16 años.
Aunque mire de lejos la arquitectura, y
más de cerca diseño industrial o de interiores, está claro que el
ballet es el centro de su vida. En El Elemento (2009), Robinson
señala que para hallar un motor propio hay que despojarse de los
prejuicios, dejarse llevar por las pasiones internas y no temer a
equivocarse. Según aporta Balaguer, ayudar a los jóvenes a detectar
qué es lo que los motive, más allá de la educación formal, es el
gran desafío de padres y docentes, y puede hacer la diferencia entre
la frustración y la realización. Sofía -como Pía, Rodrigo, Lucía,
Santiago, los Matías y un montón de Sub20 más, mucho más
numerosos y menos mentados que los Ni-ni- sí ha podido descubrir
algo: "Lo que encontré fue un lugar en el mundo, y tengo la
suerte de haberlo encontrado desde muy chiquita".
Intereses y confianzas
"Los intereses de los jóvenes
pasan por vivir, gozar, abrir caminos, romper estructuras, reinventar
la vida, proyectar. El problema es preguntarnos: ¿qué lugar para
esto les dejamos los adultos, qué exigencias planteamos, qué
expectativas ponemos en ellos?", se pregunta la psicóloga
Mercedes Hernández, docente y especializada en el trabajo con
adolescentes. Para esta experta, la clave de su éxito pasa porque
los adultos confíen "sinceramente" en las posibilidades
del joven. Ahí se juega buena parte del partido. "En cambio,
muchas veces el adolescente se convierte en blanco de las
proyecciones del mundo adulto. Y al transformarse en receptáculo de
los conflictos de los demás, puede no ver otra opción que asumir
los aspectos más enfermos o temidos de la sociedad". Roberto
Balaguer, psicólogo clínico, enfatiza a su vez que en el entorno de
todos aquellos jóvenes que encuentran su camino, valores como la
perseverancia, la capacidad de sacrificio y la motivación intrínseca
eran muy apreciados, más allá del contexto sociocultural de
partida.
Estructura y el azar
Los factores estructurales (por
ejemplo: contexto socioeconómico, sexo) tienen mucho que ver en la
trayectoria posterior del joven. "Pero si hubiese una
determinación absoluta, sería imposible pensar que el nivel
educativo de un hijo pudiera superar al del padre y la sociedad
uruguaya es, en términos históricos, bastante permeable a la
movilidad social", sostiene la doctora en Sociología Verónica
Filardo. "Ni los recorridos están absolutamente determinados ni
tampoco dependen del azar", agrega. Esto último está entendido
como los factores no estructurales, como ser los vínculos sociales o
la propia capacidad -innata o no- de tolerancia a la frustración.
Aquí también juega el factor institucional para generar capacidades
y construir oportunidades; esto se traduce en poder hallar un lugar
en el mundo.
Trabajo, estudio, deporte y drogas en
números
-De acuerdo con el Censo 2011, 29,7% de
la población uruguaya tiene menos de 20 años. Y 12,69% tiene entre
12 y 19 años.
-Según la misma fuente, de todos los
uruguayos entre 12 y 19 años, 15% trabaja y 75,5% asiste a clases.
-El 17,8% del total de jóvenes no
estudia ni trabaja. Ellos son, a su vez, el 36% de los jóvenes que
integran hogares que se encuentran bajo la línea de pobreza, según
el estudio Ni-ni, aportes para una nueva mirada del Mides(2010).
-Apenas 31% de los jóvenes de 21 y 22
años tiene educación media superior (bachillerato) terminado, según
el estudio Uruguay en cifras 2012, del Instituto Nacional de
Estadísticas.
-El 68% de los liceales de 17 o más
años ha consumido alcohol en los últimos treinta días, según la
Quinta Encuesta Nacional sobre Consumo de Drogas en Estudiantes de
Enseñanza Media 2011, del Observatorio Uruguayo de drogas. El 22,1%
había fumado tabaco y 13,3% marihuana en ese lapso, según ese mismo
informe.
-Más de la mitad (55,2%) de los
jóvenes uruguayos de entre 12 y 29 años no realiza ninguna
actividad deportiva, de acuerdo con la Encuesta Nacional de
Adolescencia y Juventud (Enaj) 2008.
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