Ver la vida con los ojos del otro, vivir la vida por el otro. La dependencia afectiva poco tiene que ver con el amor.
Leonel García
Lo que sentía Isabel (51) era amor. Demasiado.
En realidad, veía la vida a través de los ojos de Damián, vivía su vida a
través de la de él. Y él, un macho alfa con todas las letras, era todo
para ella: su proveedor, su mundo, su autoestima, su prioridad.
Mundano y bohemio, era lo que ella, tan estructurada, no era y quería
ser. El amor, aunque esta relación no merecía ese rótulo, duró año y
medio; la obsesión, tres más.
A Claudia (40) la salvó la Policía. A su exnovio
Fernando le cayeron de la peor forma posible, patológica, dos de las
peores frases que puede oír un varón: "Preciso un tiempo", primero, y
"Ya fue", después. Compañeros de trabajo, lo que siguió para ella fue
una tortura: hostigamiento en la oficina, en el teléfono (debió cambiar
el número de casa), el terror de no animarse a pisar la vereda ante la
posibilidad real de que él estuviera afuera. "Él era muy dependiente de
mí, me consultaba todo, dónde voy, cómo voy... capaz que yo era más
impulsiva. Cuando me separé, no aceptó la idea de que lo dejara. Me
acuerdo que se me aparecía por la calle, tenía miedo no de que me matara
pero sí que me pegara... recién se tranquilizó porque hice una denuncia
policial". Por no poder contenerse, Fernando -que además debió sufrir
ser el centro de las burlas de los compañeros de trabajo de
ambos, al tanto de la situación- fue despedido. De esto hace más de diez
años.
"Creía que mi vida no tenía sentido sin él. Lo
acosaba. Estuve tres años esperando que volviera, que se diera cuenta de
que estaba equivocado al no quererme", dice Isabel (nombre ficticio,
como todos los testimonios de este artículo), antes de iniciar esta
semana una sesión de Adictas Anónimas a los Vínculos Emocionales (AAVE).
Tiene aspecto de mujer fuerte, aún atractiva, toda vestida de negro, y
sonrisa canchera. Incluso sonríe cuando recuerda que hace menos de una
década dejó jirones de dignidad y dinero por un "amor" que no respondía
como ella entendía que debía.
No sólo eran las llamadas, los emails o SMS a toda
hora. Casi consigue perder su trabajo, cosa harto difícil para una
funcionaria pública como aún es, por ausentarse largos ratos de su
puesto para ir a la oficina de aquél e implorarle que volviera con ella.
Recuerda las madrugadas espiándolo, escondida frente a su casa. Llegó a
gastar en un año más de 50 mil pesos entre taxis, detectives, paes,
maes, tarotistas que le tiraban las cartas y le aseguraban que él
regresaría, y un largo etcétera. Todo por un amor mal correspondido y
peor entendido. Increíblemente, él nunca la denunció. "Creo que me tenía
lástima".
Un día, Damián le dijo que estaba enamorado de otra
mujer. Eso fue un clic. "A mí no me atraen las luchas por un hombre, hay
muchos", ríe Isabel, tal vez con ironía. "Hoy estoy con otra pareja,
sin inconvenientes. Y sé que la protagonista de mi vida tengo que ser
yo". Divorciada (no de Damián) y con una hija, atribuye su bienestar
actual a AAVE, uno de esos grupos de autoayuda de doce pasos, solo para
mujeres dependientes emocionales.
También hay hombres con este problema, pero son
muchos menos. Eso puede responder, según los expertos, a factores
culturales: a la mujer se la enseña a cuidar al otro, a protegerlo, a
ser la última en dejar de visitar a quien sea en hospitales o cárceles.
La psicóloga Susana Gandolfo, quien se especializó en la Universidad
Maimónides de Argentina en dependencias afectivas y codependencia,
atiende hoy a 14 personas con este problema; solo uno es varón.
En cambio, otros especialistas apuntan a que esto
puede responder a otro mandato social: un hombre -macho- puede perder
gran parte de su hombría si reconoce tener un problema de este tipo. La
psicoanalista Nancy Alonso, de Fundación Manantiales, sostiene que allí
asisten más varones que mujeres a tratarse por sus adicciones. "Y todos
ellos expresan algún tipo de dependencia emocional".
Disfraz.
Gandolfo, que se ha dedicado específicamente a este
tipo de dependencias, estima que en los últimos diez años el número de
estas consultas aumentó 40%. Son adictos a la necesidad compulsiva de
querer y ser queridos, de completar el vacío propio en el otro, las más
de las veces una pareja, pero también puede ser un hijo, un hermano o un
amigo; alguien con quien haya un vínculo afectivo fuerte. "La
dependencia emocional se presenta cuando su vida se ve dominada, cuando
tiene un pensamiento obsesivo que gira sobre la otra persona. Se
obsesiona con llamarlo, controlarlo. Deja de vivir su propia vida para
vivirla a través del otro. Y todo esto disfrazado de amor, porque el
amor -se supone- trae felicidad y no sufrimiento".
La dependencia emocional o afectiva a veces es
llamada adicción al amor. Entrevistado por Televisión Española, el
presidente José Mujica dijo en mayo: "Ninguna adicción, salvo la del
amor, es recomendable". Desgraciadamente, las historias que demuestran
lo contrario son más frecuentes de lo que se cree. Con tal de mantener
al ser querido a su lado, la afectada es capaz de tolerar humillaciones y
maltrato -aunque la relación no sea lineal, muchos casos de violencia
doméstica tienen estas conductas de trasfondo-, olvidarse de sus
propias necesidades, mendigar mínimas expresiones de afecto y el
vínculo, inexorablemente enfermo, suele terminar de la peor manera.
"Generalmente, la persona obtiene lo que quería evitar: ser abandonada",
dice Gandolfo.
Gandolfo enumera varias características de este
comportamiento obsesivo y compulsivo: necesidad de tener control sobre
el otro, baja autoestima y sensación de muy poca autoeficacia,
dificultad para poner límites, represión de emociones, tomar como
propios los problemas del otro, negación o minimización del
problema, miedo al abandono o a la soledad. Tanto esta experta como su
colega Mariana Álvez sostienen que el origen de esta conducta está en la
primera infancia: padres ausentes, manipuladores, que no han brindado
la necesaria contención. Alonso, de Manantiales, aporta un matiz: "No
siempre se trata de falta de cariño en la niñez, a veces fue la propia
persona la que no lo supo decodificar bien". Isabel, luego de ocho años
en AAVE, ha preferido quitarle culpas a sus padres: "Yo vengo de un
hogar muy disfuncional, como todos los que conozco, mirá... lo que
más me importa es lo que puedo hacer ahora; lo que pasó, pasó...".
Repetir.
La dependencia afectiva no suele venir sola. Un
adicto al amor también puede ser alcohólico, drogadicto o comprador
compulsivo. La adicción al sexo transita por carriles distintos: "En la
dependencia emocional se busca más el amor, el cuidado y la contención
que lo sexual", sostiene la psicóloga Álvez. Sí es muy frecuente la
codependencia, algo así como los adictos a los adictos (ver nota aparte)
y la búsqueda de parejas cortadas por la misma tijera.
"En las distintas parejas se tiende a repetir el
mismo tipo de vínculos", expresa Gandolfo. "Siempre se terminan
relacionando con personas con igual personalidad: narcisistas,
abandónicos, psicopáticos, violentos, con los cuales encuentran esa
forma de vivir que dicen desear". Como un cruel y perfecto encastre,
quien ante todo desea agradar o controlar se junta con quien busca ser
admirado o controlado; el hambre y las ganas de comer. Esa dinámica
sigue hasta que una de las dos partes -las más de las veces, la que hace
uso y abuso de ella- decide cortar.
El primer, segundo y tercer matrimonio de Victoria
(60) duraron, respectivamente, tres, dos y un año. Tuvieron un patrón
común: todos la golpearon. El cuarto duró una década, pero aquí cambió
las trompadas por violencia verbal constante con un esposo alcohólico.
Ella, a su vez, terminó hundida en la bebida. Y, a pesar de todo,
terminaba una relación y sufría.
Victoria es rubia y de ojos claros. Hace poco se
jubiló. También hace muy poco recompuso la relación con sus hijas. Tiene
la voz calma, pero se aprieta con fuerza las manos al hablar. Cuenta
que tuvo un padre sexualmente abusador, que fue el germen de su vínculo
de amor-odio con los hombres. "Buscaba un hombre fuerte y luego no lo
toleraba y lo enfrentaba, por eso recibía golpes". Por supuesto, no se
iba al recibir el primer puñetazo. "Siempre me convencían, ellos también
eran enfermos... siempre me convencían de volver, de rodillas, y
volvía. Creés que las cosas van a cambiar mágicamente pero eso no pasa.
Recién pasa algo cuando cambiás vos. Por mucho tiempo pensé que lo mío
con los hombres era mala suerte, hasta que me di cuenta que tenía mucha
violencia acumulada. Atraemos lo que tenemos adentro. Yo tuve que
sanarme para manejarme en un mundo más sano".
Victoria también asiste a AAVE. Este grupo, que
surgió inspirado en el libro Mujeres que aman demasiado, de la
terapeuta norteamericana Robin Norwood, cuenta con dos grupos y tiene
entre 30 y 40 integrantes. No todo pasa por problemas de pareja. Isabel
cuenta que ahí asisten mujeres con todo tipo de malos relacionamientos,
con familia o amigos. "¿Viste cuando alguien se obsesiona con un
vecino? ¿Que dice que hace ruido y se pasa con la oreja pegada a la
puerta esperando que algo suene? También tenemos problemas de esos. Ella
no es una mujer que `ama demasiado`, ¡es una que jode demasiado!", se
ríe. Isabel da la sensación de haber superado su problema, pero tiene
claro que necesita su dosis semanal de grupo para no recaer.
El otro grupo de autoayuda relacionado, Dependientes
al Amor y al Sexo Anónimos (DASA), es mixto y apunta a los distintos
vínculos patológicos, ya sea la adicción al sexo, la dependencia
emocional, las obsesiones románticas o la anorexia afectiva. La
afluencia de cada vez más gente hizo que debieran buscar un lugar más
grande para reunirse a diario. Y los que piden ayuda, afirma Daniel
(50), uno de sus participantes, son menos de los que la requerirían.
Gandolfo enfatiza que con tratamiento terapéutico
individual y grupal es posible controlar (nunca curar) la adicción. La
parte psicológica de la terapia, asegura, es fundamental, para fomentar
la autoestima y ayudar a reconocer la validez de las emociones propias.
Eso sí, la recomposición del vínculo de pareja, en caso de que aún
exista, es sumamente difícil y definitivamente secundaria. Aún así,
sostiene que un tratamiento en adicción debe incluir al codependiente
para tener mayor éxito.
Alonso recuerda el caso de un veinteañero que entró a
Manantiales para tratar su adicción a las drogas. Su familia era muy
participativa, pero su novia no quiso ser Penélope esperándolo en el
andén y se separó; no lo apoyó en la terapia. "Eso para él fue terrible,
porque decía que ella era su motivo para vivir. Tenía la autoestima
súper deteriorada, era incapaz de encontrar en su propio ser la razón
de su vida. Y abandonó el tratamiento, pese a que tenía un pronóstico
muy negativo si seguía consumiendo". De esto hace un año. La
psicoanalista no sabe qué fue de la vida de él.
MÁS GENTE EN LOS GRUPOS
Los grupos de autoayuda que trabajan con
dependientes afectivos han visto un aumento notorio del número de sus
integrantes. Adictas Anónimas a los Vínculos Emocionales (AAVE), solo
para mujeres, tenía unas 15 integrantes en 2000 y hoy son unas 40
(teléfono 2575 2229). Dependientes al Amor y al Sexo Anónimos (DASA),
tiene hoy unos 25 participantes, aproximadamente el doble que hace tan
solo tres años (email: dasa.uruguay@gmail.com).
VIOLENCIA DOMÉSTICA
Lo perdono, lo justifico, es mi culpa, lo merezco...
"La dependencia emocional no tiene por qué derivar en violencia
doméstica", sostiene la psicóloga Lorena Méndez, quien tiene una vasta
experiencia en este tipo de situaciones. "Sin embargo, una dependencia
afectiva hace que, en una relación de pareja una parte esté en
detrimento de la otra; potencialmente hay violencia". Existe una
relación estrecha difícil de mensurar. El 13 y el 14 de septiembre, las
psicólogas Méndez y Susana Gandolfo participarán del seminario Las
dependencias afectivas y la violencia doméstica en la clínica de las
adicciones, en la Universidad Católica del Uruguay.
Codependencia: cuando lo que atrae es la adicción
Detrás de un adicto suele haber un coadicto,
sostiene la psicóloga Susana Gandolfo. Si no es la pareja, es frecuente
que sea la madre, agrega. Y de manera inconsciente, empeoran la
situación cuando su verdadera intención es "salvarlo". Esto está muy
relacionado con las dependencias afectivas.
"Yo he visto madres codependientes que llevan al
hijo adicto a drogas al médico, lo controlan, lo sobreprotegen, caen por
su casa a revisarle si hay algún `papel`... estoy hablando de hombres
de más de 30 años, adultos. Eso impide que la persona toque fondo y
consulte", lo que es el primer paso para recuperarse.
La dependencia emocional y la codependencia suelen
ir de la mano. "Con mi amor lo voy a hacer cambiar", parece ser su lema.
Sin embargo, Gandolfo conoce casos de mujeres que han abandonado a sus
marido alcohólicos una vez que ellos han controlado su adicción a la
bebida. Es la adicción a la adicción en su mejor (peor) expresión:
"Enseguida, buscan otra pareja alcohólica, otra persona a quien
`salvar`. Necesitan `salvar` a alguien. Y puedo asegurar que eso de
altruista y abnegado no tiene absolutamente nada. Es una patología".
Un poema emotivo y realista
"... Pero cuando la vi, la única cosa en la que
pude pensar fue en la curva de la horquilla de sus labios...". El poema
de amor se llama OCD, la sigla en inglés para Trastorno Obsesivo
Compulsivo (TOC). El poeta es Neil Hilborn, quien dice padecer ese
problema, y lo recitó en un evento de poesía en Madison, Estados Unidos,
en junio pasado. La actuación conmovió a medio mundo y en estos días
recibió millones de visitas en las redes sociales. "... Me dijo que
estaba tomando mucho de su tiempo. La semana pasada empezó a dormir en
casa de su madre. Me dijo que nunca debió dejarme apegarme tanto a ella
(...)
¡El amor no es un error y me está matando que ella
pueda salirse de esto y yo no! No puedo... No puedo salir y encontrar a
alguien nuevo porque siempre pienso en ella...". Por supuesto, el poema
habla de una relación que terminó. Conmovedor pero real: vincularse a un
obsesivo es por demás difícil.
Aunque también refiere a una obsesión, no hay
unanimidad a la hora de referirse a la dependencia afectiva como un
trastorno. No está incluida como tal en el DSM-V, que sí habla, en
cambio, del trastorno de la personalidad por dependencia, el cual se
estima afecta al 0,6% de la población mundial.
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