martes, 12 de noviembre de 2013

“En los homicidios cometidos por niños se ve que cuanto más pequeños, más crueles”

DIRECTORA DE PSIQUIATRÍA DEL INAU

Los niños que asesinan generalmente tienen elementos psicóticos y evolucionan hacia la esquizofrenia


Matar a los 11 años no es lo mismo que a los 14, dice la directora de Psiquiatría del INAU, Mónica Silva. En el cerebro del homicida más pequeño suele haber una semilla de locura que muchas veces termina de sembrarse tras un hecho de alto impacto de violencia. El adolescente tiene otros motivos y otro futuro, explica. Su personalidad ya está estructurada y debe cumplir una pena por lo que hizo. Lo que hará el INAU con los homicidas del niño Jonathan Estela –que vivía en un asentamiento de Maldonado y fue asesinado a machetazos y cuchillazos creyendo que iba a cazar pajaritos– dependerá de las pericias psiquiátricas.

¿Qué se hace con estos niños?

Lo primero, y en eso estamos, es tratar de hacer un buen diagnóstico para tener bien claro ante quiénes estamos. El delito no cataloga al sujeto. Este delito creo que impactó mucho porque en Uruguay no estamos muy acostumbrados a esto. A nivel internacional hay muchísima bibliografía de homicidios muy crueles cometidos por niños de entre 9 y 14 años.

Impactó por lo cruel, por lo planificado.

Pero también porque uno tiene el mito de la infancia como la inocencia. Y el niño es cruel. Tiene las mismas emociones que los adultos y a veces con mucha menos represión de la cultura. Si agarrás a un niño de tres años enojado, va a decir ‘te mato’, y quiere decir ‘te mato’ de verdad. No está jugando. Claro, la muerte para él tiene un sentido distinto y no tiene la posibilidad física de hacerlo, pero lo quiere decir de verdad. Es después, y a medida que el niño se introduce en la cultura, que surgen mecanismos que reprimen esos impulsos y aparecen más adornados: ‘te odio’, ‘no te quiero’.

¿Entonces es lo opuesto a lo que uno tiende a imaginar, de que cuanto más chicos, menos peligrosos?

En todos los homicidios cometidos por niños, cuanto más pequeños, más crueles. Porque, justamente, no se desarrolló en el aparato de pensar esto del control, del filtro, de la consideración.

Parece haber elementos psicopáticos en el accionar de los niños que asesinaron. ¿Es posible?

No son psicópatas. En el psicópata –el que disfruta con el sufrimiento ajeno– hay una estructura mucho más elaborada. Es otra cosa. Acá no se armó eso de sentir al otro realmente como un sujeto. No son niños psicópatas, pero tampoco son niños que uno pueda decir ‘está todo bien’.

¿Siempre tienen un trastorno psiquiátrico?

No necesariamente. En esa etapa estamos, analizando a fondo. Porque en primera instancia nos impacta, pero tenemos que tratar de sacar el horror de esta situación. Para poder intervenir y curar, si es que hay algo que curar, tenemos que esperar al menos un mes.

¿Cómo se hace ese diagnóstico?

Con entrevistas psiquiátricas, aplicación de tests… Se van a hacer también entrevistas a la familia. Todo eso va a permitir armar un equipo integral en el que todos los actores puedan aportar algo. Va a haber que hacer un traje a medida para estos dos chiquilines.

¿Son muy distintos?

Son dos edades totalmente distintas y dos familias que no tenían vínculo estrecho. Uno de ellos va a tener que transcurrir un tiempo privado de libertad. Hay que pensar las estrategias dentro de la privación. El otro no. Hay que ver cuál es el mejor lugar para ese chiquilín. Hoy está en un centro de amparo pero no va a quedar allí. Debe quedar claro que cualquier niño pequeño que participe de una situación de alto impacto de violencia, sea cual sea, va a precisar apoyo terapéutico porque no se sale indemne. La nena de cinco tampoco. No hay herramientas suficientes en el cerebro de una niña de cinco o un niño de 11 para transcurrir una cosa así y después vivir una vida normal.

¿Cómo cambia el tratamiento en función de la edad?

Pienso que a la nena de cinco, que no tuvo participación directa, se le van a generar muchos miedos, ansiedad y angustia. No la conozco, pero probablemente esa niña precise una buena terapia y seguimiento psiquiátrico. Igual, en salud mental de los niños, siempre hay que hacer intervenir a la familia. Por tanto, hay que abrir el abanico hacia el apoyo familiar. El de 11 todavía es un niño. La bibliografía a nivel internacional muestra que los niños pequeños que cometen homicidios impactantes siempre tienen algún elemento psicótico y requieren tratamiento por largo tiempo en centros con atención especializada, probablemente con medicación. No sé qué va a pasar en este caso. Pero la mayoría de las veces tienen algún elemento de índole psicótica, que quiere decir que algo en su personalidad no se estructuró adecuadamente. Hay dos formas de que un niño llegue al delito: el de calle, impulsivo, que viene en una escalada jorobada de consumo y  fracaso escolar, y estos otros. Estos niños que no son de la calle suelen tener elementos de tipo psicótico y algo habilitado en sus familias para la violencia cruda. Es lo que estadísticamente se ve. Y habitualmente un porcentaje de ellos evoluciona muy mal: realmente van hacia el deterioro en la locura.

¿Qué se puede hacer?

En realidad, si se instalan en esto, la opción es un centro de salud mental. Más allá del delito, hay un individuo que tiene una enfermedad mental. En más de un caso hemos visto que un homicidio puede disparar una esquizofrenia.

¿No se puede hacer nada para evitar que empiecen a delirar?

No. El episodio psicótico agudo en realidad es así: se caracteriza porque irrumpe en la vida del sujeto. A veces uno encuentra pacientes que son “raros”. Esa gente que uno conoce que tiene algo bizarro, que no están instalados en un existir delirante pero tienen muchas cosas raras. Ese paso entre estar sano y estar loco es un hilito. Cualquiera puede dar el paso.

¿Cómo están ahora estos niños?

Todo lo que se puede ver ahora en ellos tiene que ver con el shock del evento. Quedan paralizados. Es un mecanismo de disociación, como que están y no están. No es solo el evento del homicidio sino todo lo que vino después. Probablemente en 15 días recién se va a poder ver de verdad lo que pasa con ellos. Ahí vamos a ver  si se angustian mucho, por qué se angustian, si es porque están ahí, porque ‘qué horrible lo que pasó’, porque les vienen imágenes.

¿Y el de 14?

En el de 14 ya tenemos, sea cual sea la situación, una personalidad un poco más estructurada. Por tanto ahí el desafío es ver cuál es el diagnóstico de fondo y lo más difícil para él será transcurrir la privación de libertad y al mismo tiempo sostener un tratamiento adecuado. Por mejor que sea el sistema, es un sistema carcelario.

Una siente que con un homicidio como este se quebró una barrera. ¿Hay que pensar así?

Creo que no. Siempre a lo largo de la historia de la humanidad ha habido momentos de impacto. El cambio hoy es muy rápido y quizás por eso nos cuesta adaptarnos. Acostumbrarse no quiere decir aceptarlo como tal, sino empezar a ver qué mecanismos podemos generar para reconstruir una sociedad mejor.

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