martes, 17 de diciembre de 2013

LA CELESTE VUELVE A BRASIL. Por Julio Dornel


                                                        Escritor y periodista Julio Dornel




En aquel aluvión de notas y comentarios que generó la actuación uruguaya en el mundial pasado, nos resultó imposible detenernos en alguna que pudiera sobresalir para señalarnos que estábamos en los primeros planos del fútbol mundial. Entre tanta publicación llegada a nuestra casilla en aquellos momentos, seleccionamos una que sintetiza como pocas la actuación del seleccionado uruguayo y la alegría generada entre la población.
La alegría de la gente parece un milagro nimio. Uno espera que ocurran otros milagros más espectaculares de pronto y tal vez no percibe especialmente en épocas tan duras y apuradas, lo impactante que es la alegría sana y compartida. La alegría va por barrios sintetiza el hecho de que son raras las alegrías colectivas, que disfrutaron en aquella oportunidad 3 millones de personas.
Tres millones que se empaparon con lluvia de entusiasmo, de esperanza y sobre todo de alegría, movidos por una selección que contradijo varias costumbres nacionales. Se defendió sin dejar de atacar, respetó a cada rival pero les jugó de igual a igual y muchas veces fue superior en la cancha. Fue aplicada en lo táctico, no dejó de pelear hasta el último minuto y se fue sobre los contrarios con todo el corazón, sin desordenarse ni subestimar a los rivales...
Aun viniendo de ese otro mundo que es el de las estrellas deportivas que juegan en grandes equipos de Europa, los muchachos fueron sencillos en su trato entre ellos donde las estrellas eran los más humildes. Y fueron humildes con la gente. Supieron clasificar en la eliminatoria a lo uruguayo con agonía pero nunca se dieron por vencidos. Ya en el mundial creemos que toda la gente es consciente de que empezaron a escribir de nuevo páginas de gloria de la celeste, mostrando a una selección capaz de hacer más goles en un mundial que todas la selecciones en 40 años de mundiales.
Fue una selección que devolvió a la gente las ganas de mirar fútbol, a los viejos con memorias de Maracaná y a los mas jóvenes que nunca habían visto a Uruguay ganar partidos y jugar bien y llegar a estar entre las 4 mejores selecciones del mundo. Fue un equipo, no un montón de nombres detrás de la pelota, que han disfrutado del mundial pero que han sido responsables y protagonistas.
Apostar a eso no es un mérito menor de la siempre criticada dirigencia de la Asociación del fútbol uruguayo, que a pesar de sus luchas internas y cambios de mando, mantuvo a Tabárez aun cuando casi no clasificamos al mundial.
Todo es positivo. No fuimos a la final pero Uruguay vuelve después de tanto tiempo a meterse entre los países con mejor fútbol del mundo. Algo fantástico si miran nuestro tamaño y población y la lucha de nuestra economía.
Esta selección en definitiva generó alegría. Alegría por ver gente buena haciendo las cosas bien y con fortuna, jugando con el alma y manifestándose con júbilos sencillos y tremendamente uruguayos.
En todos los barrios y en los pueblos más apartados, en casas de jóvenes y en casas de gente muy grande, en casas de futbolistas y en casas de gente que nunca se importa por el fútbol, en los hospitales y en la cárceles… en el medio del campo o en los edificios más poblados del país…en todas partes la gente se pone de celeste y vibra y recuerda y se emociona y hace nacer una enorme alegría compartida que se extiende como un abrazo nacional. En la calle nos saludamos mejor, en la familia nos abrazamos y disfrutamos momentos históricos reunidos con otras generaciones.
En definitiva, el fútbol como los demás deportes son hijos del deseo de superación de los deportistas y técnicos, cuyo único fruto buscado es hacer feliz a nuestro pueblo.

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