jueves, 6 de febrero de 2014

"Siento la necesidad de ir a buscar a las mujeres que mutilé para pedirles perdón"

KENIA

Kisieku Narankai practicó la ablación a 50 niñas de Narok, donde el 70% de las mujeres son víctimas de esta costumbre


La ablación del clítoris dura cerca de 15 minutos. Es una actividad a la que Kisieku Narankai está acostumbrada, porque en 15 años ha mutilado a cerca de 50 niñas, de entre cuatro y 14 años.
En un reportaje realizado por El Mundo, de España, Narankai cuenta su experiencia de haber circuncidado a chicas de Narok, Kenia, donde el 70% de las mujeres son víctimas de esta práctica.

"Empecé a hacer la ablación del clítoris hace 15 años, por dinero y por el prestigio social del que gozan las circuncidadoras en mi comunidad. Durante nueve años me dediqué solo a hacer esto. Era mi fuente de ingresos", confesó Narankai al medio español.

Aprendió la técnica al ver a su madre, que también se dedicaba a la mutilar los genitales de las mujeres. Hay tres modos de realizarla, según explicó Narankai. El modo más extendido en su país es la escisión, en la que se corta de forma parcial o total el clítoris y los labios menores. Sin embargo, en otros países africanos se practica la clitoridectomía, en donde solo se corta el clítoris. Pero la más cruel de todas es la infibulación, en la que además de mutilar los genitales, se cose la abertura vaginal, para que el orificio quede más pequeño. Esta última práctica se ha aplicado a 26 millones de mujeres en todo el mundo, según datos de la Organización Mundial de la Salud.  En total, entre 100 y 140 millones de mujeres fueron sometidas a alguno de estos tipos de ablación.

Si bien por lo general suele hacerse entre los cuatro y los 14 años, también lo han llegado a sufrir menores de un año, ante el miedo de los padres de que la práctica se erradique. Así lo explicó a El Mundo la activista Agnes Pareyio, quien lucha contra la ablación de las mujeres.  Provoca "mucho dolor, sangrado excesivo, heridas sépticas, dificultades para tener hijos, disminución del placer sexual y trauma psicológico", explicó Pareyio.

Tanto Narankai como Pareyio saben bien cuál es la magnitud del sufrimiento, porque ellas también fueron mutiladas. "Las niñas pueden gritar mucho durante el proceso o bien quedarse tan traumatizadas que hasta pierden el habla. Recuerdo mi circuncisión. Fue muy dolorosa, pero traté de aguantar para parecer valiente y evitarle la vergüenza a mi familia. Forma parte de nuestra cultura", reconoció Narankai.

Pero a sus 56 años, 15 años después de haber comenzado a trabajar como circuncidadora, su modo de ver la práctica cambió. "Claro que me arrepiento de lo que hice. A veces siento la necesidad de ir a buscar a las mujeres a las que mutilé para pedirles perdón", admitió. Todavía recuerda a la primera chica a la que le cortó los genitales, quien sangró tanto que tuvo que ser trasladada a un hospital. Por poco pierde la vida.

Luego de participar de varios seminarios, organizados por una ONG local y por Pareyio, Narankai decidió dejar su profesión.  "Mi familia considera una pérdida que haya dejado de practicar la ablación, porque era nuestra principal fuente de ingresos. Pero yo sueño con una comunidad en la que en un futuro ya no haya circuncidadoras", contó a El Mundo.

Desde la ONG Mundo Cooperante, que apoya la causa contra la ablación, aseguraron que lo que más cuesta es convencer a las mujeres de que mutilarlas va en contra de sus pueblos.  Muchas veces las madres deciden mutilar a sus hijas por miedo de ser echadas de sus comunidades, lo que, para ellas, es mucho más terrible que el dolor del corte. "Ellas no son conscientes de que si una niña, años después de ser mutilada, muere desangrada en un parto, es consecuencia de la mutilación", explicaron miembros de la ONG.

Para juntar fondos, Mundo Cooperante vende pulseras masai, hechas de forma artesanal por mujeres de Kenia y de Tanzania que viven situaciones críticas. "Aunque cada pulsera es diferente y única, todas incluyen un símbolo que representa la lucha contra la mutilación genital femenina. Es una X que simboliza a la mujer, encerrada en un rombo, ya que no es libre, sino que ve como sus derechos están amenazados por la cuchilla de la mutilación", concluyen.

No hay comentarios:

Publicar un comentario