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¡Cómo cuesta hacerse
entender! En un país acostumbrado al bipartidismo desde el comienzo de
su vida independiente, en un país al que le costó décadas adoptar un
formato de funcionamiento con varios partidos, resulta muy difícil que
se entienda y se analice la realidad política sin las anteojeras de
dividir la vida política en dos campos.
Sobre todo porque,
después de que se terminó el bipartidismo con el crecimiento del Frente
Amplio y la aparición de un cuarto partido, los pronunciamientos
electorales más recientes otorgaron durante la última década una mayoría
absoluta al partido de gobierno y, por otro lado, los dos viejos
adversarios históricos han avanzado sustancialmente en su configuración
como un único polo político.
Por lo tanto, en los
últimos años la recreación de un mundo político bipolar se ha instalado
en la cabeza de buena parte de los analistas y consultores. Proliferan
entonces los enfoques que simplifican la realidad analizando la vida
política en base a una mirada dicotómica. De un lado el gobierno y del
otro lado la oposición, como si la oposición fuera un conglomerado
homogéneo.
Es más, a la hora de
los análisis electorales la simplificación adquiere dimensión de
distorsión al suponer alineamientos político-electorales que no existen.
De hecho, en los últimos días esta circunstancia se ha puesto
vigorosamente de manifiesto, debido a ciertos resultados de encuestas de
opinión pública que estarían modificando la correlación de fuerzas
existente entre las supuestas dos mitades.
Entonces, la
simplificación se expresa en forma particularmente equívoca. Se suma de
un lado al Frente Amplio y del otro lado a toda la oposición, como si el
Partido Independiente integrara el bloque de los blancos y colorados.
Como además, las encuestas dan cuenta de una tendencia que indica un
itinerario de crecimiento del Partido Independiente, su ubicación en el
análisis adquiere mayor relieve.
En efecto, en la
campaña electoral de 2009 el Partido Independiente marcaba a esta altura
de los acontecimientos el 1% de los votos, mientras que hoy oscila
entre el 2.5 y el 4%. Por lo tanto, la importancia de identificar dónde
está parado el Partido Independiente ha aumentado en la medida que sus
apoyos electorales también han aumentado, al tiempo que la distribución
de apoyos entre el Frente Amplio y los partidos tradicionales se ha
vuelto cada vez más pareja.
Pero la opción por
sumar al Partido Independiente a cualquiera de los dos bloques es un
grave error político y de análisis. El Partido Independiente no es
sumable al bloque de blancos y colorados. La prueba definitiva de esta
realidad es el rechazo que expresamos cuando se propuso que nuestro
partido integrara el Partido de la Concertación en Montevideo; sin
perjuicio de tener una visión extremadamente crítica de la gestión del
Frente Amplio en la Intendencia Departamental, no aceptamos subsumirnos
en una alianza integrada por los dos partidos tradicionales, porque
simplemente la crítica a unos no implica validar automáticamente a los
otros.
Nunca fuimos parte del
bloque de blancos y colorados, nos separan definiciones claras en
diferentes aspectos tanto ideológicos como programáticos.
Al igual que en el
Frente Amplio, dentro de los partidos tradicionales existen sectores o
grupos con los que tenemos mayor afinidad, pero estos conviven con otros
sectores o grupos de los que nos separan enormes diferencias políticas e
ideológicas.
Los tres partidos
mayoritarios aceptan la convivencia, dentro de un mismo partido, de
sectores y dirigentes con diferencias políticas muy relevantes. Allá
ellos con sus tolerancias, nosotros creemos que dentro de un partido no
existe espacio para tales distancias ideológicas.
El Partido
Independiente es un partido de cambio identificado como una opción
preocupada por la equidad y la justicia social, al tiempo que respetuoso
de las libertades y radicalmente democrático y republicano.
Los analistas que
insisten en meternos en la misma bolsa con blancos y colorados saben que
se están equivocando y generan confusión en la opinión pública. Es la
misma idea que intentó, sin éxito, establecer el candidato del partido
de gobierno cuando nos calificó como parte de “la derecha” junto a
blancos y colorados.
Es muy nítido que el
Partido Independiente es un partido de izquierda democrática y, al mismo
tiempo, también es nítido que no integra tampoco el Frente Amplio por
las notorias diferencias que nos separan. Como hemos dicho
reiteradamente, somos la otra izquierda en este país.
Reivindicamos nuestro
derecho a la independencia política real y efectiva que es, además, un
derecho que también tienen todos los uruguayos a contar con un mapa
político plural y abierto que resiste la empobrecedora reducción a dos
alternativas.
Seguiremos defendiendo
nuestro derecho a ser independientes que es también el derecho de
muchos ciudadanos, afortunadamente cada vez más, a sentirse tales.
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