¿Qué participación tendremos en la interna del 1º de junio?
La votación del
próximo domingo será la más baja desde que se utiliza el procedimiento
de las elecciones internas. Como bien sabemos, a diferencia de las
restantes contiendas electorales, las internas son las únicas donde el
voto no es obligatorio, por lo que muchos ciudadanos optan por no
participar. Desde su creación, la proporción de ciudadanos que concurre a
las urnas en esta instancia desciende sistemáticamente: en 1999,
participó el 53% de los habilitados; en 2004, el 46%; y en 2009, el 45%.
Existen muchas explicaciones interesantes sobre los niveles de participación en este tipo de contiendas. He aquí tres. La hipótesis partidista
sostiene que las elecciones internas conciernen a ciudadanos que se
consideran miembros, activistas o simpatizantes de los partidos, por lo
cual los ciudadanos independientes no tienen porqué participar. La hipótesis estructuralista
afirma que en este tipo de instancias participan únicamente los
ciudadanos más informados (y a la vez, educados), por lo que debería ser
normal que aquellos que no se interesan por los asuntos públicos
concurran a las urnas por simple voluntad. Finalmente, la hipótesis de la competencia
sostiene que los ciudadanos participan de una instancia no obligatoria
cuando perciben que están en juego asuntos públicos de envergadura. Las
tres proposiciones son eficaces para explicar los niveles de votación en
países donde el voto no es obligatorio como Estados Unidos, Colombia o
Chile. Para el caso de la presente elección interna uruguaya, la tercera
parece ser la más útil porque permite comprender y anticipar los
resultados.
Si la
participación es una función de la importancia de los asuntos que se
deciden, parecería lógico que el próximo domingo tengamos una baja
participación. Los partidos políticos ofrecen una competencia donde se
definen muy pocos asuntos relevantes. Únicamente el Partido Nacional
presenta una competencia con incertidumbre acerca del resultado final,
dada la marcada paridad de sus candidatos en las encuestas. Además, este
partido resolverá en la elección la correlación de fuerzas de las
convenciones departamentales de los departamentos del interior del país
(claves para la nominación de los candidatos a Intendentes) y
establecerá el orden de los candidatos de las listas legislativas de
varias de sus fracciones.
Los otros
partidos resolverán muy pocas cosas. En el Partido Colorado, Bordaberry
será electo candidato presidencial y en el Frente Amplio, ocurrirá lo
mismo con Vázquez. Ambos partidos abren la interrogante respecto a la
integración de las convenciones departamentales del interior, aunque
convengamos que en muy pocos departamentos, tienen chance de ganar la
Intendencia. El Partido Colorado agrega interés al poner en juego el
orden de las listas de candidatos al Parlamento. El Frente Amplio apenas
muestra una competencia extra entre sus tres principales sectores con
el fin de determinar cuál será el más influyente hasta octubre (MPP, FLS
y PS). Hay además una interrogante sobre la votación de los grupos
menores que pugnan por no perder presencia pública (Partido Comunista) o
por imponer nuevas etiquetas electorales (Frente Unido, Compromiso
Frenteamplista y los grupos que apoyan la candidatura de Constanza
Moreira).
O sea, solo el
Partido Nacional pone mucho en juego, al igual que ya lo había hecho en
anteriores elecciones internas. En promedio, 7 de cada 10 votantes
nacionalistas de octubre suelen participar de las internas. El Partido
Colorado consigue que 5 de cada 10 concurran y el Frente Amplio apenas 4
de cada 10.
Por
tanto, si la participación es una función de la importancia de los
asuntos en disputa, sería razonable pensar que la concurrencia a las
urnas debería ser más baja que hace cinco años cuando había dos internas
con incertidumbre. Además, resulta lógico señalar que el Partido
Nacional será la colectividad con mayor votación y que el Partido
Colorado y el Frente Amplio tendrán concurrencias modestas. El actual
nivel de movilización de los partidos confirma estas previsiones y sino
recomiendo al lector recorrer parques, plazas y avenidas de cualquier
ciudad del país. Si todo esto es así, la comparecencia electoral no
debería superar el 40% de los habilitados marcando así el registro más
bajo desde su puesta en práctica en 1999.
¿Puede Lacalle Pou ganar la interna del Partido Nacional?
Hemos dicho que
Partido Nacional tendrá una buena performance el domingo, pero conviene
alertar que su votación será sensiblemente menor a la lograda en 2009.
En aquella oportunidad, consiguió algo más de 480 mil sufragios, pero en
este caso la votación debería estar por debajo de los 400 mil votos.
Dos razones orientan este cálculo: votarán menos ciudadanos en la
interna y la intención de voto de este partido es hoy cinco puntos
inferior a la que tenía hace cinco años.
En 2009, el
electorado nacionalista de las internas estuvo compuesto por dos
segmentos de similar tamaño: los votantes de centro y los votantes de
derecha. Esto fue así porque en las internas suele participar menos
personas identificadas con el centro ideológico que en las elecciones
nacionales de octubre. Por eso, en las internas crece el peso relativo y
la influencia de los votantes más próximos a los extremos del espectro
ideológico. Un estudio de Buquet y Piñeiro (2010) muestra que en las
internas de 2009, los votantes de centro representaron el 44% del total
de participantes, en tanto que en las elecciones de octubre esa cifra
ascendió al 58%. Por tanto, en las internas hay menos votantes de centro
que en la elección nacional. El descenso anunciado para el domingo será
a costa de votantes de centro antes que de votantes de izquierda o
derecha y esto es relevante para imaginar el desenlace de la interna
nacionalista.
Según demuestran
Buquet y Piñeiro, la interna nacionalista de hace cinco años fue
definida por los votantes de derecha. Lacalle y Larrañaga habían
conquistado proporciones similares de votantes centristas, pero el
primero fue más eficiente en la captación de votos de derecha (1).
Si la afluencia
de votantes de centro es menor que hace cinco años, el peso de los
votantes de derecha será decisivo. Cuando miramos cómo fue la campaña
encontramos que Larrañaga intentó corregir el problema que tuvo hace
cinco años y para ello abandonó hace tiempo su posición negociadora con
el gobierno y desarrolló un discurso opositor pensado a la medida del
votante nacionalista de derecha. Propuso crear de una guardia nacional,
desarrollar una policía militarizada, prometió derogar la ley de
legalización de la marihuana, etc. Lacalle Pou, que al iniciar esta
competencia contaba con el apoyo del Herrerismo (grupo ubicado
claramente a la derecha del partido), realizó un movimiento contrario al
de Larrañaga, moviéndose sistemáticamente hacia el centro, mediante el
desarrollo de una campaña tan moderada como innovadora. Por tanto, ambos
candidatos se movieron en sentido diferente al colocar sus campañas en
posiciones ideológicas distintas a las que el electorado estaba
acostumbrado a observarlos.
Las encuestas
han mostrado que la intención de voto de Larrañaga ha estado próxima o
por encima del 50%, lo cual permite suponer que su captación de votantes
de derecha ha sido bastante eficiente. Sin ese segmento jamás hubiese
alcanzado esa cifra. A la vez, los guarismos de Lacalle Pou muestran que
su capacidad para captar el voto de centro también ha sido alta. Si
solo captara votos de derecha la tendencia de su intención de voto se
habría frenado hace bastante tiempo. Por tanto, podemos suponer que su
crecimiento se ha procesado en el centro del espectro gracias a las
características de su campaña. Sin embargo, la victoria en junio no está
en el centro sino entre los votantes de derecha o centro-derecha y allí
su impronta renovadora y juvenil tal vez encuentre obstáculos
insalvables para un voto conservador también cortejado por el otro
candidato nacionalista y por Pedro Bordaberry. El discurso de Lacalle
Pou tiene el mérito de haber puesto el énfasis en la dimensión
propositiva de la política (por la positiva) pero es débil si se piensa
en el electorado nacionalista. A los efectos de su objetivo, hubiese
sido necesaria una dosis mayor de crítica al gobierno, verdadera música
para los oídos deseosos del votante de derecha.
Algunos colegas
encuestadores sostienen con razón que el resultado de la interna
nacionalista es reservado dada la llamativa paridad en los guarismos de
ambos contendientes. Nos sumamos a esos recaudos. No obstante, estoy
convencido que dado que ambos candidatos se repartirán el debilitado
voto centrista, la llave de la victoria estará otra vez en manos del
voto de derecha. En ese terreno, creo que Larrañaga ha hecho bien las
cosas y es favorito para llevarse el premio.
Por tanto la
respuesta a la pregunta inicial es sencilla: Sí, Lacalle Pou puede
ganar, pero lo más probable es lo contrario. Larrañaga ha hecho una
campaña adecuada para ganar esta interna y probablemente se convertirá
el domingo en el candidato del Partido Nacional. Veremos si las urnas me
dan la razón.
Tres ideas básicas para pensar la elección del domingo
* Todo
indica que el domingo votarán menos ciudadanos que hace cinco años. La
defección será mayor entre los votantes de centro, por lo que aumentará
la influencia de los votantes próximos a los extremos.
* La caída en el número de votantes beneficiará a Larrañaga en el Partido Nacional y a Constanza Moreira en el Frente Amplio.
* Cuántos más votantes participen, mayor serán las posibilidades de que Lacalle Pou derrote a Larrañaga. Cuántos más votantes participen, mayor será la distancia de Tabaré Vázquez respecto a Constanza Moreira.
-------------
Nota
(1)
Buquet, Daniel y Rafael Piñeiro (2010). “De las internas a las
municipales. El impacto de las reglas electorales en Uruguay”, en Daniel
Buquet y Niki Johnson, Del cambio a la continuidad. Ciclo electoral 2009-2010 en Uruguay. Montevideo: Editorial Fin de Siglo – Ediciones CLACSO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario