domingo, 10 de agosto de 2014

MARIO BARCELÓ EL REINO DEL PANTANO. Por Julio Dornel.

                                                        Escritor y periodista Julio Dornel



Con el periodista rochense Mario Barceló compartimos diversas actividades periodísticas, atendiendo las corresponsalías de algunos medios capitalinos, que a partir de la década del 60 comenzaron a cubrir su información desde el lugar de los hechos. De esta manera al margen de la información general que se ofrecía diariamente, se aprovechaba el espacio para promocionar distintos lugares del departamento que por estar lejos de los centros de poder no tenían demanda por falta de promoción. En este sentido queremos destacar una nota que Barceló titulara EL REINO DEL PANTANO, referida a determinadas áreas del departamento que ofrecen un paisaje totalmente distinto, donde predominan los bañados, los esteros y los pantanos. “Se trata de un paisaje diferente al resto del país, , que en una superficie de 300 mil hectáreas se dan las características extremas de humedad y calor, como para permitir una explosión de vida silvestre, animal y vegetal, que si el hombre quiera tan solo admirar, ya no compartir, requiere de un esfuerzo más allá de lo que es el entrenamiento que ofrece el camping o la costumbre de incursionar en arroyos y ríos del interior. El Estero tiene en sus zonas más accesibles, al borde de los “campos bajos” de la zona, San Luis, o del Sauce del Peñón, cerca de la Laguna Merín o del Cerro de la Lechiguana, alternativas de la vida vegetal tan desarrolladas como las espadañas de dos metros de altura y gruesas como las cañas comunes de la zona de Canelones. Tiene tal desarrollo de camalotes quietos, que se pierde el tono verde y el pardo del paisaje se vuelve único y uniforme a lo largo y ancho del horizonte. Lo circundante en medio del bañado adquiere tonos dramáticos de vida vegetal cuando en la última excursión en la zona de los Indios, en la mejor época, cuando estaba seco el borde bajo de los caminos, algunos sauces de pantano y algunos ceibos, tan esenciales al paisaje nacional, como haciendo un esfuerzo por elevarse por encima del pajonal y las espadañas. Sauces y talas, ceibos y algunos tilos, alternan la uniformidad de los pajonales. El esfuerzo general no es por la sobrevivencia en el pantano, el esfuerzo es por superar la altura media de dos metros veinte que alcanzan entre zanjón y zanjón y estanques interminables, interrumpidos en cientos de hectáreas. Por cierto que la presencia de las especies animales en el pantano rochense adquiere a veces y siempre que el hombre no las agreda en términos radicales, un tono salvajemente audaz. A veces sobrepasa lo imaginable, la población de nutrias; del propio lobo de río, del carpincho, las garzas, los flamencos, los cisnes de cuello negro y los patos. Hay que entrar como lo hicimos una vez, antes de las últimas lluvias, a la zona del Estero de Pelotas, a unos 30 kilómetros al Oeste de san Luis, para apreciar la agresividad con que responden las especies animales a los desafíos crueles de la naturaleza en el pantano de rocha. Hemos visto-decía Barceló en su nota- en plena época de emigración, hacia los pantanos de los Estados Unidos, enormes bandadas de patos grises y los de pico negro, a los cisnes blancos y de cuello negro, algunas especies de garzas, principalmente la blanca grande, desplazarse con total cantidad de ejemplares en cada bandada. Los flamengos son los últimos en irse. Lo propicio del pantano es su quietud, su silencio, la gran dimensión que adquiere cada animal que vemos, cada árbol, cada montecito de espadañas o paja brava. En medio del pantano, con chillidos de algún lobito, a lo lejos con algún hornero llamando a su compañera, en condiciones infrahumanas de vida, es donde adquiere dimensiones propias y únicas el hombre”.

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