Con el periodista rochense Mario
Barceló compartimos diversas actividades periodísticas, atendiendo
las corresponsalías de algunos medios capitalinos, que a partir de
la década del 60 comenzaron a cubrir su información desde el lugar
de los hechos. De esta manera al margen de la información general
que se ofrecía diariamente, se aprovechaba el espacio para
promocionar distintos lugares del departamento que por estar lejos de
los centros de poder no tenían demanda por falta de promoción. En
este sentido queremos destacar una nota que Barceló titulara EL
REINO DEL PANTANO, referida a determinadas áreas del departamento
que ofrecen un paisaje totalmente distinto, donde predominan los
bañados, los esteros y los pantanos. “Se trata de un paisaje
diferente al resto del país, , que en una superficie de 300 mil
hectáreas se dan las características extremas de humedad y calor,
como para permitir una explosión de vida silvestre, animal y
vegetal, que si el hombre quiera tan solo admirar, ya no compartir,
requiere de un esfuerzo más allá de lo que es el entrenamiento que
ofrece el camping o la costumbre de incursionar en arroyos y ríos
del interior. El Estero tiene en sus zonas más accesibles, al borde
de los “campos bajos” de la zona, San Luis, o del Sauce del
Peñón, cerca de la Laguna Merín o del Cerro de la Lechiguana,
alternativas de la vida vegetal tan desarrolladas como las espadañas
de dos metros de altura y gruesas como las cañas comunes de la zona
de Canelones. Tiene tal desarrollo de camalotes quietos, que se
pierde el tono verde y el pardo del paisaje se vuelve único y
uniforme a lo largo y ancho del horizonte. Lo circundante en medio
del bañado adquiere tonos dramáticos de vida vegetal cuando en la
última excursión en la zona de los Indios, en la mejor época,
cuando estaba seco el borde bajo de los caminos, algunos sauces de
pantano y algunos ceibos, tan esenciales al paisaje nacional, como
haciendo un esfuerzo por elevarse por encima del pajonal y las
espadañas. Sauces y talas, ceibos y algunos tilos, alternan la
uniformidad de los pajonales. El esfuerzo general no es por la
sobrevivencia en el pantano, el esfuerzo es por superar la altura
media de dos metros veinte que alcanzan entre zanjón y zanjón y
estanques interminables, interrumpidos en cientos de hectáreas. Por
cierto que la presencia de las especies animales en el pantano
rochense adquiere a veces y siempre que el hombre no las agreda en
términos radicales, un tono salvajemente audaz. A veces sobrepasa lo
imaginable, la población de nutrias; del propio lobo de río, del
carpincho, las garzas, los flamencos, los cisnes de cuello negro y
los patos. Hay que entrar como lo hicimos una vez, antes de las
últimas lluvias, a la zona del Estero de Pelotas, a unos 30
kilómetros al Oeste de san Luis, para apreciar la agresividad con
que responden las especies animales a los desafíos crueles de la
naturaleza en el pantano de rocha. Hemos visto-decía Barceló en su
nota- en plena época de emigración, hacia los pantanos de los
Estados Unidos, enormes bandadas de patos grises y los de pico
negro, a los cisnes blancos y de cuello negro, algunas especies de
garzas, principalmente la blanca grande, desplazarse con total
cantidad de ejemplares en cada bandada. Los flamengos son los últimos
en irse. Lo propicio del pantano es su quietud, su silencio, la gran
dimensión que adquiere cada animal que vemos, cada árbol, cada
montecito de espadañas o paja brava. En medio del pantano, con
chillidos de algún lobito, a lo lejos con algún hornero llamando a
su compañera, en condiciones infrahumanas de vida, es donde adquiere
dimensiones propias y únicas el hombre”.
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