domingo, 10 de agosto de 2014

Opinión El Holocausto palestino Eduardo Sanguinetti

La República
Publicado el 10/8/2014 - 7:00
Estimados lectores, imbuido de la espontaneidad que me otorga la emergencia, no puedo dejar de manifestar mi total rechazo y denuncia a todo tipo de poder devenido en genocidios, como el que se está perpetrando al pueblo de Palestina.
Nos encontramos inmersos en una gran farsa, humillados y degradados en nuestro afán de transitar hacia un mundo de paz y armonía.
Hoy se impone poner fin al genocidio del pueblo palestino, no hay justificación ni razón de ningún tipo para dejar de denunciar y resistir a este holocausto, devenido en el asesinato de miles de habitantes de este pueblo sojuzgado y martirizado, en estado de extinción. Pero ¿qué importancia tiene esto para las Naciones Unidas, su Consejo de Seguridad y las naciones que no denuncian dicho genocidio, además de terminar con relaciones de todo tipo con el verdugo estado de Israel?
“Pero ¿qué puedo hacer para torcer la proa de los acontecimientos?”, se preguntará el ciudadano que vive asustado, paranoico, escondido en su rutina de consumo e indiferencia. A este ciudadano, sólo puedo decirle que se levante por encima de la media y haga valer todos sus derechos y cumpla con las obligaciones que ha asumido al ser parte de una tan publicitada humanidad (¿solidaria, fraterna y libre?).
¡Ah! Y la humanidad, pobre humanidad, que se ha cocinado un porvenir borrando huellas… Todo atenta contra los pueblos, que asisten en estado de pánico a su exterminio, en manos de las “poderosas bestias”, que rigen y dictan en este planeta.
No hago sino mención a la ignorancia y la vergüenza. Menciono también las cárceles, los asilos y las neuralgias sociopolíticas. ¡Ah! y no olvido a los distribuidores de premios; algo sobre la irreflexión, la bajeza, sobre la moral y el rock and roll. No hablaré tampoco de imperios en putrefacción, ni de monarquías, ni de repúblicas estúpidas, ni de naciones genocidas, ni de amor a la patria, ni de abyecta neutralidad…ni del hecho que las revoluciones no nos han aportado la libertad que no tenemos.
Pero me pregunto, lectores de LA REPÚBLICA, si no debería de todos modos presentar alguna cosa optimista, al estilo de los tiranos y los fabuladores mandatarios, cómo se hace dinero o bien cómo se pierden los amigos y el dinero. Que me hagan sonreír los que gobiernan, los fanáticos o los mercenarios del sistema neoliberal, del imperio y sus cómplices, no es casualidad. ¿Cómo se hace de un hombre puro y honesto un criminal de un día para otro? Todo es prehistoria altamente filosófica e insoportable en una humanidad en estado presocial.
Mientras desde los poderes se proponen modelos suaves, dulces, débiles, tan complejos y sutiles como una caricia, la realidad dispone y se entrevé rotunda, agria y dura como una trompada; ¿pluralismo fundamentalista? Se previene contra el cambio proclamándose la Era del Cambio. Una situación de bajas defensas, para el advenimiento de todo tipo de nostalgias de disciplina o de obsesión de diferencia, la puerta abierta a fundamentalismos, racismos, academicismos y mesianismos camuflados de progreso.
La indiferencia hacia el genocidio de Palestina, cometido a la vista del mundo, es atroz, como también sus consecuencias: el después. ¡Qué duro será el después!, para una humanidad congelada al borde del relato, fraguado en este horripilante holocausto.

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