Montevideo Portal
10.Oct.2014
Para muchos
observadores la campaña está estancada. Eso se debe a que durante los
últimos dos meses las escasas encuestas divulgadas por las empresas de
opinión pública arrojan muy pocos cambios. El ranking de los partidos
permanece inalterado así como las distancias en votos que existe entre
ellos: diez puntos del primero al segundo, y quince del segundo al
tercero. Al parecer, habría una aparente parálisis en las preferencias
de la ciudadanía. ¿Quiere decir esto que el resultado de la elección
será el que los sondeos de opinión pública nos ofrecen? Tiendo a pensar
que no, sobre todo porque los resultados de las encuestas parecen ser
contradictorios. Si se analizan las encuestas con cierta rigurosidad, se
podrá comprobar que existen divergencias sustantivas. Por tanto,
tenemos un dilema de información que no dudo en caracterizar como grave.
Ante esto, cualquier pronóstico sobre un eventual ganador parece un
ejercicio por demás arriesgado.
En primer lugar, las encuestas no coinciden en la proporción de votantes indecisos
que encuentran. Mientras Cifra, Interconsult y Factum presentan niveles
de indecisión que oscilan entre el 3% y el 5%, Equipos ofrece un 15% y
Radar un 14%. O sea, mientras para unos hay unos cien mil uruguayos
indefinidos, para otros hay trescientos mil.
En segundo lugar, las encuestas no coinciden en torno a la competencia entre bloques.
En tanto para Cifra, Interconsult y Factum, el bloque tradicional es
mayor (entre tres y cinco puntos porcentuales), para Equipos y Radar la
situación es exactamente al revés (el Frente Amplio es uno y cinco
puntos mayor respectivamente).
En tercer lugar, las encuestas no coinciden en torno a la intención de voto del Partido Nacional.
Mientras para Factum y Cifra, ese partido crece sostenidamente desde
mayo (de 27 a 32 en el primer caso y de 30 a 33 en el segundo), para
Equipos la trayectoria es irregular con meses de crecimiento y meses de
decrecimiento. De este modo, Factum, Cifra e Interconsult ubican al
partido de Lacalle Pou por encima del 30% en tanto Equipos y Radar lo
ubican por debajo de esa línea.
Por tanto,
parece claro que existen por lo menos dos patrones diferentes de
resultados que, a mi juicio, pueden estar vinculados con las decisiones
metodológicas que toman las empresas. Normalmente, ni el ciudadano ni
los comunicadores prestan mucha atención a estos aspectos, pero la
lectura de las fichas técnicas muestra que algunas empresas realizan
entrevistas personalizadas (cara a cara con el entrevistado), otras
realizan entrevistas telefónicas (a líneas fijas o celulares), y otras
combinan métodos. También deberíamos señalar que algunas encuestadoras
utilizan muestras representativas muy grandes, de 1.600 o 1.400 casos y
otras, muestras muy pequeñas de apenas 700 casos, de lo cual derivan
distintos márgenes de error en la medición.
No obstante, las
divergencias metodológicas no correlacionan claramente con las tres
diferencias anotadas anteriormente. Hay empresas que hacen muestras
telefónicas razonables y otras que hacen muestras cara a cara pequeñas, y
viceversa. También hay empresas que han comenzado con un método y más
tarde han cambiado en dirección a la entrevista personalizada. Además,
poco se habla respecto a la ponderación final que los encuestadores
aplican a “los resultados en bruto” que surgen tras la primera
sistematización de datos. Como las muestras representativas no son
aleatorias (suelen tener cuotas de sexo, residencia y edad) y la
medición genera necesariamente errores de aplicación (por ejemplo, se
entrevistan más mujeres que hombres, más residentes de Montevideo de lo
previsto), el investigador principal suele tomar decisiones que tienden a
equilibrar el resultado del relevamiento. Para ello recurre a
ponderadores, o sea coeficientes que nivelan la representatividad de los
diferentes segmentos de la muestra. Tal vez, en esta etapa del
relevamiento (que suele ser bastante artesanal) surjan las diferencias
que estamos anotando.
Si todo esto se
tratara de un simple examen empírico tendiente a evaluar la validez de
los métodos de relevamiento de la opinión pública, no debería
preocuparnos pues la ciencia avanza de este modo, confrontando y
ensayando. Sin embargo, este no es el caso, porque la información
divulgada es consumida con avidez por el público en general y los
equipos de campaña de los candidatos en particular. Con frecuencia,
muchas decisiones estratégicas se toman utilizando a las encuestas como
principal fuente de información, por lo cual, datos equivocados pueden
conducir a decisiones equivocadas.
Mi punto
de vista en todo esto no apunta contra los encuestadores sino al hecho
de que no todas las encuestas ofrecen la misma información. La noción
extendida acerca de la parálisis de la campaña es errónea principalmente
porque tenemos un grave dilema de información. ¿Cuántos indecisos hay?
¿El bloque tradicional es tan grande como el del Frente Amplio? ¿Cuál es
la verdadera intención de voto del Partido Nacional? Dada esta
situación, deberíamos estar preparados para dos tipos muy diferentes de
situaciones: o que las encuestas converjan en la última semana de la
campaña electoral, o que nos topemos con una sorpresa inesperada cuando
se abran las urnas y se cuenten los votos. Por el bien de nuestra
profesión, espero sinceramente que ocurra lo primero. Mientras tanto,
supondré que las preferencias ciudadanas siguen en movimiento.
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