martes, 18 de noviembre de 2014

EVOCANDO A WILKINS MACHADO. UNA SILLA PARA EL GRAN AUSENTE. Por Julio Dornel.

                                              Escritor y periodista Julio Dornel




Mientras el Prof. Néstor de la Llana, hacía la presentación del libro “40 VOCES DE LA NARRATIVA ROCHENSE”, en el Centro Cultural MARIA ELIDA MARQUIZO, una silla vacía junto al maestro Félix Flugel, estaba destinada simbólicamente al poeta, historiador y narrador fronterizo Wilkins Machado, integrante del equipo Frontera Chuy, en décadas inolvidables de la cultura fronteriza. Nuestro modesto aporte a esta publicación, fue complementado por la narrativa de Machado, como sucediera con poemas y relatos que nacieron en los trasnoches prolongados, en una pieza alquilada de la pensión de Mariolina frente a la plaza General Artigas. Escribir en sociedad fue la solución a los textos inconclusos que iban quedando sobre la mesa, hasta que la llegada de alguno de los escribidores pudiera terminarlos en la próxima jornada. De esta manera compartimos los textos de “Piqueno”, Francisco de los Santos, Historia de Santa Teresa, Giovanna Visconti y muchos borradores que jamás serán recuperados. A Wilkins lo habíamos conocido en 1963 cumpliendo tareas administrativas en la Receptoría de Aduanas, con la seriedad y eficiencia que requería una oficina destinada a controlar “las fronteras de la patria”. Eran años tranquilos para la frontera y la soledad del oficinista fue propicia para que comenzara a volcar en la vieja Olivetti, una recopilación de datos históricos y cuentos que se basaban fundamentalmente en vivencias populares. Había nacido en tierras arachanas, bajo la influencia de una ilustre figura de las letras americanas, como lo fuera Juana de Ibarburou. Llegó a Chuy en el año 1955, compartiendo tareas con “Madole” Rodríguez, “Chirimino” Decuadra, “Pepe” Laborda, el “Coco” Costa, Juan Ramos y Rondan Martínez entre varios. Perteneció a una generación inquieta, inteligente y dinámica que apuntó siempre a las actividades culturales que tuvieron su máxima expresión en las décadas del 60 y 70, contando con el invalorable aporte del Liceo Piloto. Integrante y fundador del equipo Frontera Chuy, alternó durante muchos años en distintas comisiones del quehacer fronterizo, transitando durante muchos años por el periodismo escrito y radial. Por lo expuesto y muchas anécdotas que escapan a la nota, no tenemos ninguna duda de que la silla vacía seguirá siendo el reconocimiento silencioso que le tributamos a quien tanto hizo por la cultura fronteriza.

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