Mientras el Prof. Néstor de la
Llana, hacía
la presentación del libro “40 VOCES DE LA NARRATIVA ROCHENSE”,
en el Centro Cultural MARIA ELIDA MARQUIZO, una silla vacía junto
al maestro Félix Flugel, estaba destinada simbólicamente al poeta,
historiador y narrador fronterizo Wilkins Machado, integrante del
equipo Frontera Chuy, en décadas inolvidables de la cultura
fronteriza. Nuestro modesto aporte a esta publicación, fue
complementado por la narrativa de Machado, como sucediera con poemas
y relatos que nacieron en los trasnoches prolongados, en una pieza
alquilada de la pensión de Mariolina frente a la plaza General
Artigas. Escribir en sociedad fue la solución a los textos
inconclusos que iban quedando sobre la mesa, hasta que la llegada de
alguno de los escribidores pudiera terminarlos en la próxima
jornada. De esta manera compartimos los textos de “Piqueno”,
Francisco de los Santos, Historia de Santa Teresa, Giovanna Visconti
y muchos borradores que jamás serán recuperados. A Wilkins lo
habíamos conocido en 1963 cumpliendo tareas administrativas en la
Receptoría de Aduanas, con la seriedad y eficiencia que requería
una oficina destinada a controlar “las fronteras de la patria”.
Eran años tranquilos para la frontera y la soledad del oficinista
fue propicia para que comenzara a volcar en la vieja Olivetti, una
recopilación de datos históricos y cuentos que se basaban
fundamentalmente en vivencias populares. Había nacido en tierras
arachanas, bajo la influencia de una ilustre figura de las letras
americanas, como lo fuera Juana de Ibarburou. Llegó a Chuy en el año
1955, compartiendo tareas con “Madole” Rodríguez,
“Chirimino” Decuadra, “Pepe” Laborda, el “Coco” Costa,
Juan Ramos y Rondan Martínez entre varios. Perteneció a una
generación inquieta, inteligente y dinámica que apuntó
siempre a las actividades culturales que tuvieron su máxima
expresión en las décadas del 60 y 70, contando con el invalorable
aporte del Liceo Piloto. Integrante y fundador del equipo Frontera
Chuy, alternó
durante muchos años en distintas comisiones del quehacer fronterizo,
transitando durante muchos años por el periodismo escrito y radial.
Por lo expuesto y muchas anécdotas que escapan a la nota, no tenemos
ninguna duda de que la silla vacía seguirá siendo el
reconocimiento silencioso que le tributamos a quien tanto hizo por la
cultura fronteriza.
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