Escritor y periodista Julio Dornel
“La piqueta fatal del progreso,
arrancó mil recuerdos queridos….” (Victor Soliño)
Es posible que la evocación del pueblo que fue creciendo al impulso de los primeros habitantes, pueda traicionar los hechos cronológicos alterando las fechas en algunas oportunidades. Sin embargo el sentido que pretendemos darle a las notas no va más allá del deseo de ir rescatando algunas imágenes del pasado que muchos lectores recordaran como viejas postales de un tiempo feliz. No dudamos que para muchos habitantes de esta frontera que hoy peinan canas, los recuerdos se apilan en forma dramática al tocar elementos personales, con algunas referencias cargadas de emoción. Así lo sentimos cuando recibimos el estímulo de algunos lectores que ya no están en la frontera o el país y que viven diariamente con la nostalgia que suele generar la posibilidad del regreso y que por distintas razones se va demorando. Abundan los ejemplos. Desde tierras lejanas o del propio paisito nos llegan noticias cargadas de emoción, de amigos, vecinos y familiares que sueñan todavía con el regreso o simplemente con una visita pasajera por la avenida Internacional, casa Fernandez, el Opel, el cine de Lassa, casa Caticha, la farmacia de Bernardo, la escuela 28, casa Brasilia, Silveira Hnos, o preguntar por el “Loco Aesio” en el telégrafo o Don Eduviges en la receptoría.
En algunas oportunidades el progreso con sus cambios ha borrado para siempre algunas imágenes que constituyeron en su tiempo un orgullo familiar y si se quiere hasta ciudadano. Hoy todo ha cambiado, estamos encerrados en nuestros domicilios. Nadie podrá olvidar por ejemplo la fábrica de tabacos, los comercios de Samuel, de doña Elvira, de Coello, de Arím , casa Brasilia, Estrella, estación ESSO del Pocho Fernández, bar OPEL con don Octavio Pereyra, Parrillada PAMPAS con el “canario” Lasso ni el PALENQUE de Fernando Correa. Sin embargo la arrogancia del progreso dolarizado fue destruyendo las casitas bajas de la aldea y levantando sofisticados y cómodos edificios, para ir transformando la economía fronteriza.
No podemos negar que surgió en esa oportunidad una euforia colectiva donde todos aplaudimos los cambios que se aproximaban. Sin embargo y en la medida que pasan los años comenzamos a dudar del beneficio real de estas inversiones y del resultado final de las mismas. Parece que en los últimos años se ha detenido la voracidad inmobiliaria ante la duda del rumbo que tomaran las inversiones, aunque los barrios continúen creciendo porque muchas familias se fueron alejando del centro y porque otras fueron llegando a Chuy en años anteriores, atraídas por las posibilidades de un futuro mejor. Sin embargo muchas cosas le han ido cambiando la cara a la ciudad sin que nos diéramos cuenta. Las calles de tierra se endurecieron con el asfalto y como somos imitadores, también algunas personas se fueron endureciendo en la convivencia diaria.
Cuántos cambios en pocos años, el viejo parral donde se mateaba entre amigos por el fondo con piscina, parrillero y el muro de tres metros para aislarnos un poco más de la realidad ajena. El “boom” de la construcción nos fue acorralando cada vez más y perdimos el eco bullanguero de la calle y el ajetreo de los barrios, desde el SAMUEL PRILIAC hasta el LEON VENTURA. La piqueta fatal fue destruyendo en nombre de la construcción, sin tener en cuenta que nunca podrá borrar definitivamente las huellas de quienes fueron trabajando diariamente por el desarrollo zonal.
De todas maneras quedan en la memoria algunos reductos que serán indestructibles y que van más allá de los edificios. Es el espíritu emprendedor de los primeros comerciantes, de los primeros maestros y de las primeras autoridades aduaneras y policiales que vigilaban con celo, pero sin desprenderse nunca del trato sencillo, amistoso y campechano. No dudamos que el espíritu que alentó a los primeros vecinos está latente y pese a quien pese estará presente en cada hogar fronterizo.
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