sábado, 28 de marzo de 2015

Semana Santa Por Leopoldo Amondarain





La imagen de Cristo clavado en la cruz, es la reproducción más viva de los sufrimientos de los débiles por los poderosos, de los humildes por los fanáticos del poder, de los pobres y explotados por los déspotas imperiales apoyados por cipayos ambiciosos y sin conciencia que explotaron y que lo seguirán haciendo mientras no se quiera interpretar la sangre, las llagas, la carne lacerada y el monstruoso infinito dolor y sacrificio que por amor al prójimo sufriente, que son los míseros del mundo, hizo Cristo. La historia se ha repetido con un verdadero determinismo inexorable. El imperialismo antiguo romano apoyado por los pueblos cipayos de la época que ayudaban y cooperaban en las depredaciones, son los yanquis de ahora con sus estados satélites Israel, Inglaterra, España, Francia, etc. El emperador omnipotente de antaño con sus jefes de estado menores no menos criminales y depredadores con los actuales Obama, Cameron, Netanyahu, y demás etcéteras.
En aquella época se crucificaba, se laceraba y se lanceaba, se usaban potros y clavos en manos y pies y se gozaba colocando coronas de espinas en la cabeza. Hoy, se quema con fuego líquido –napalm-, bacterias exterminadoras, se entierran seres humanos vivos, no solamente ejércitos sino aldeas con civiles inermes bajo dunas de arena, con topadoras o palas mecánicas, se borran del mapa con misiles de largo alcance atómicos ciudades históricas milenarias –Bagdad, Basora, Kabul, etc.- y se barren con niños y jóvenes que solo pueden responder con piedras y ondas contra metrallas en helicópteros artillados entre otras armas. Y todo está hermanado en iguales razones. La ambición del poder y las riquezas ajenas. Cristo no muere por el poder material o político. Su poder no es de este mundo. Muere reivindicando espiritual y humanamente a los pobres sometidos. Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico y poderoso –Obama, Netanyahu, Cameron, etc.- entre en el Reino de los Cielos. Nadie tiene derecho de quedarse con lo ajeno, y con más razón la vida, saldo Dios. Y Dios hay uno solo. Que no es por cierto Atila, ni Pol Pot, ni Hitler, ni los actuales. La vida es sagrada ya sea la que fanáticos asesinos terroristas inmolaron en los trenes españoles de Atrocha, como los cientos de miles de vidas que para quedarse con el petróleo en un subsuelo o territorio, hemos sufrido a través del tiempo. Jesús nos representa y lo sigue indicando con su cruz, una enseñanza de amor pero también de resistencia estoica que sólo el Hijo de Dios pudo hacer. En medio de su padecimiento tuvo palabras de perdón para los culpables del miserable crimen. Perdónalos Señor, no saben los que hacen. Claro, no obstante las magníficas palabras llenas de infinito amor por el hombre, es obvio que hubo culpables.
Poncio Pilatos era el político corrupto que se lavó las manos por cobardía y por perversa comodidad aceptando la presión del pedido de un pueblo culpable, carente total de piedad. Tuvo, narra la historia, su castigo muriendo como un miserable que fue. Al igual que los tiranos y explotadores imperiales que aunque algunos mueran en la cama, todos son maldecidos por sus iniquidades.
También es cierto que siempre cabe el arrepentimiento. Pero los imperios como el romano antiguo y sus “Poncios Pilatos”, como sus socios actuales, nunca se arrepintieron y terminaron trágicamente. Y los pueblos cipayos que los ayudaron entonces y aún ayudan habiendo exigido la crucifixión de Cristo, jamás a través de los milenios ninguno se arrodilló ante una Cruz a pedir perdón ante la infamia criminal, demostrando que dos mil años después aún prefieren a Barrabás. También sus ambiciones despóticas imperiales caerán de igual manera.
Los pueblos oprimidos son los “Espartaco” que también murió en la cruz por la libertad y dignidad que representa Jesús. Su mensaje de amor, libertad y justicia, increíblemente sigue sin ser oído por poderosos.
La bestia representada por los “Tiberios”, los “Herodes”, los “Poncio Pilatos” y sacerdotes del templo como hoy los yanquis y sus socios que dicen defender el mal sobre el bien y masacran naciones enteras que solo defienden su libertad y soberanía, los culpables de tantos crímenes, me cuesta creer que puedan entrar en el Reino de los Cielos.
Soy humano y no puedo decidir, que lo haga Él. No caben dudas que hará justicia.
¡Felices Pascuas! ¡Eguberri zoriontsuak! (en vasco).



Leopoldo Amondarain
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