Pese
al esfuerzo realizado por los escritores locales, algunas profesiones
han desaparecido definitivamente de la frontera sin dejar huellas que
permitan a las nuevas generaciones un acercamiento directo con su
pasado histórico. El encuentro con profesiones de la aldea, ha
resultado siempre gratificante para quienes intentan recoger el
testimonio de viejos vecinos sobre profesiones ya desaparecidas. En
esas charlas informales surgen los primeros peluqueros del siglo
pasado con Sadi, Pepito González, Cosme Acosta y el “Polaco”
Pla, que dentro de sus limitaciones desempeñaban su oficio con
dedicación, sin tener los instrumentos que existen en la actualidad.
Por aquellos años solamente se cortaba, mientras ahora se lava, se
seca y se pinta en varios colores. En la actualidad resulta muy
difícil encontrar peluqueros de la vieja usanza con navaja,
tijeras, algunos peines, talco y agua perfumada para después de la
afeitada. Ahora son “coiffeur”. No dudamos que aquellos
peluqueros marcaron una época en la historia ciudadana por
tratarse de una profesión de trato personal y lugar sagrado para las
confidencias o las últimas noticias. Sin embargo, un buen día
apareció la máquina eléctrica para asombro de la juventud que se
agarraba fuerte de la silla giratoria. Un recuerdo especial para
Hugo Martínez, “el Gordo Peluquero” que llegó a Chuy en el
invierno del año 1959, cuando la orquesta de los hermanos Mello
animaba las reuniones bailables y Orlandito con su equipo de
amplificación instalado en la avenida Internacional nos anunciaba
que el Bocha Serrón se consagraba como uno de los mejores exponentes
del tango, junto a la orquesta de Donato Racciatti. El 18 de Julio
de ese año el popular “Valija”, se instala con peluquería
frente a la plaza General Artigas. De esta manera con dos tijeras,
una navaja, varios peines y sin espejo, recibió a su primer cliente
Gabino Balduvino cobrándole 0.70 centésimos por el completo (barba
y pelo). En materia de apodos nadie podrá igualar el récord logrado
por el “Gordo Peluquero”, siendo muy pocos los habitantes de Chuy
por aquellos años que escaparon a la sutileza de sus observaciones.
Cuando no los inventaba los recogía de la calle y los patentaba en
la peluquería que por aquellos años como decía el “Rata”
Armando Fossati, era el centro cultural de la frontera. Por allí
desfilaban diariamente los vecinos que sin utilizar los servicios
profesionales del “Valija” querían enterarse de las novedades
que solían pasar por el último divorcio o los amores contrariados
de alguna pareja. Era reiterada diariamente la presencia de
“Tongonazo”, “Nanico”, el “Coruja”, el “Gallo de Lata”,
“Mafú”, el “Chancho”, “Fariña”, el “Golo”, el “Oso”
el “Pato”, Camondongo” , el “Tornillo” y “Piñón Fijo”
entre muchos.
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