lunes, 18 de diciembre de 2023

VOY A DORMIR (·) Por Antonio Pippo

 

Acunarás, Alfonsina, por el resto de la vida que nos quede, ese misterio que te llevaste en gesto final.

Aquello que te llamaba de pronto a la noche y nadie supo; el firmamento sin estrellas que soñabas; la imagen querida de tu hijo Alejandro cuyo padre ignoto convertiste en un fantasma; y el otro, tu propio padre melancólico que se lanzó al alcohol y aquella madre triste pero entrañable; todo eso junto, claro, a tus amores imposibles y amistades que pretendías sin fronteras y pocos lo entendieron, o al padecimiento de una enfermedad que te golpeó, artera, como una ola poderosa e inesperada.

Y tu poesía con alas rosadas e inquietas, y tu desconcierto por la vacuidad ajena y hasta el desencanto porque nadie pareció advertir, a tu alrededor, que lo que el viento escribe en la arena siempre será transitorio:

-“Dientes de flores, cofia de rocío, manos de hierbas, tú, nodriza fina, tenme prestas las sábanas terrosas y el enredón de musgos encardados”.

La soledad, querida mía, tu espíritu y tu carne incomprendidos, el sosiego y el silencio que te abandonaron dejándote el ánimo febril pero también un libre albedrío –sí, eso siempre lo supiste- para decidir, con plena y valiente lucidez, cuándo ya bastó, cuándo ya fue suficiente, como hizo, poco antes de ti, Horacio Quiroga, el hombre que más te conmovió y que, sin quererlo, más daño te hizo al alejarse.

Pero a todo, hasta al anuncio de tu muerte, jamás te permitiste, Alfonsina, dejarlo desnudo de belleza:

-“Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame. Ponme una lámpara a la cabecera; una constelación; la que te guste; todas son buenas; bájala un poquito…”.

¿Sabes? Hoy muchos han olvidado que tus padres fueron suizos y tu naciste allá, cerca de Alpes helados, pero muy pequeña te trajeron entre nosotros, errantes por provincias de la patria vecina y luego tú fuiste frecuente viajera a Montevideo, y debiste hacer muchas cosas al crecer: mesera, tejedora, pasajera actriz de teatro provincial, colaboradora de periódicos que dejaban espacio a noveles escritores y maestra, antes de que un vendaval inspirador de poesía te capturase para siempre.

Y gracias a tu lirismo por momentos carnal, por otros espiritual, conociste a tantos que te respetaron y admiraron sin poder quitarte ese imaginario velo oscuro que empañaba tus ojos y tu sonrisa y anunciaba tus cambios de ánimo: Rodó, Herrera y Reissig, Nervo, Darío, Juana de Ibarbourou, que fue tu amiga, Gabriela Mistal, José Ingenieros –tu protector y en ocasiones tu venerable médico de cabecera- y García Lorca, la ternura hecha poeta que te estremeció.

Pero el tiempo, Alfonsina… Ah, el tiempo alocado, incontrolable, cargado de dolores que angostaban, día tras día, tu entereza y tu equilibrio, poniéndoles encima el peso de no comprender la realidad, la certeza de que el camino se disolvía en niebla marina espesa:

-“Déjame sola: oyes romper los brotes… te acuna un pie celeste desde arriba y un pájaro te traza unos compases para que olvides… Gracias”.


Dijeron, fríamente, Alfonsina, y así quedó estampado en la historia oficial, que el 25 de octubre de l938, luego de dejar dos cartas a Alejandro, saliste de madrugada del hotel de Mar del Plata donde estabas y te arrojaste de la escollera al mar, donde quedaste quieta y muerta.

Si me permites, y tómalo como el roce de unos labios sobre tu frente helada, yo prefiero creer eso otro, a lo que los insensibles llaman “leyenda romántica”. Aquello que confiesa que, descalza y morosa, te fuiste introduciendo en las heladas aguas que, al cabo, con extrema delicadeza, te depositaron en la orilla:

-“Ah, un encargo: si él llama nuevamente por teléfono le dices que no insista, que he salido…”.

(·) “Voy a dormir”, título que lleva este texto, es una poesía que Alfonsina Storni, a sus cuarenta y seis años, escribió dos días antes de su suicidio. Es un humilde homenaje a ella,esté donde esté.


lunes, 11 de diciembre de 2023

Relatos imaginados Por Antonio Pippo Pedragosa

 

FUNERAL BLUES es uno de los más conocidos poemas de Wynstan Hugh Auden, poeta, periodista y libretista británico, considerado uno de los mejores escritores en la historia literaria de su nación. Vio la luz en York, Inglaterra, en 1907, y murió en Viena, Austria, en 1973. Edificó una poesía de innovaciones rítmicas, muy vigorosa y de contenida emoción. Sus poemas con coloquiales y verdaderos y, a la vez, de sensibilidad compleja. Adhirió al anglicanismo y fue un homosexual declarado: compartió gran parte de su vida adulta con el joven poeta Chester Kallman, pero no sufrió por ello las consecuencias que debió afrontar, por ejemplo, Oscar Wilde, y el respeto presidió la influencia de su obra.



FUNERAL BLUES


Tristeza, padecimiento, rebeldía. La pérdida del amor que se creyó eterno. Un poeta estremecido ante un sentimiento nuevo e inesperado es como un pájaro débil, al pie de la rama que lo sostenía con ternura.

Por eso, míster Auden, yo quiero decirle ahora, que ya no está aquí, sin otro sustento que mi emoción, que nada lo ha representado más pleno, desnudo de alma, que ese poema de amor –sobre el amor con la intensidad que usted lo vivió-, y que fue dicho años después por un espléndido actor en un filme, Cuatro bodas y un funeral, inimaginable para usted en su tiempo; sí, ese poema en especial, por encima del resto de los cuatrocientos que comenzó a escribir a los trece años, corriendo apenas 1920, y más que su primer libro de dos décadas después, que sus ensayos, sus obras de teatro ligero y sus guiones encargados para óperas y documentales de cine:

-Detengan los relojes, desconecten el teléfono, denle un hueso al perro para que no ladre. Callen los pianos y con ese tamborileo sordo saquen el féretro…

¡El mismo hombre al que a mediados del siglo pasado llamaron “l’enfant terrible” de la literatura! Claro, usted, míster Auden, fue siempre un rebelde, alguien que despreció su nacionalidad británica –aquel lejano nacimiento en York, en 1907- y adoptó, en un gesto de desasosiego, la norteamericana. Alguien delicado y pasional, sensible y severo, contradictorio tal vez, igual a tantos, que deslizó su estilo magistral por la política, el concepto de ciudadanía, la religión y la moral y la relación entre el individuo y la naturaleza, conmoviendo los cimientos de las viejas tradiciones.

Pero aun aquellos críticos le debieron entregar, no importa si distante, su respeto.

Y eso fue por la poesía y por el amor desgarrado:

-Acérquense los dolientes que los aviones sobrevuelan quejumbrosos, y escriban en el cielo el mensaje… Él ha muerto. Pongan moños negros en los níveos cuellos de las palomas. Que los policías usen guantes de algodón negro.

A cierta gente puede serle fácil hablar de su homosexualidad como si fuera una ofensa o un crimen, aunque sin cárcel, ésa que no pudo evitar Wilde. ¿Y su libre albedrío? ¿Y su generosidad sin tasa? ¿Ya nadie recuerda que se casó con Érika –matrimonio por una noble conveniencia-, la hija de Thomas Mann, en 1935, para que ella, legalmente, pudiera salir de la Alemania nazi y reiniciar su vida sin los horrores que la perseguían y oscurecían?

Pero es verdad, sí, que sus entrañas y su espíritu y su verbo latían, Wystan -¿puedo llamarlo por su primer nombre?- gracias al sentimiento más fuerte que sintió en su existencia de luces y sombras:

-Él era mi norte, mi sur, mi este y oeste, mi semana de trabajo y mi domingo de descanso, mi mediodía, mi media noche, mi conversación, mi canción…

Él, como otros antes, quizás, era entonces lo esencial. Él brotó de la vida como una dulce caricia de apego. El borró de su cotidiano andar el ácido desprecio ajeno, los roces de elogios fáciles -¡hasta tres veces los hipócritas lo elevaron a candidato al Nobel de Literatura!- y le permitió levantar su pluma cual si quisiera hacerla estallar en el cielo infinito.

Sin embargo, debió escribir, deshecho:

-Creí que el amor perduraría por siempre. Estaba equivocado. No precisamos estrellas ahora… Apáguenlas todas, envuelvan la luna, desarmen el sol, desagüen el océano y talen el bosque…

La herida fatal de lo perdido, la profunda descomposición interior no descansan, y de usted, Wystan, no huyeron. Pero el amor fue tanto que pudo seguir creando belleza para el mundo hasta su propia y serena muerte; ciertamente, sin que haya sabido jamás cómo, y llevando encima el peso espantoso de lo que no se acepta:

“-…porque de ahora en adelante, nada servirá”.


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CONFUSIONES Y OCULTAMIENTOS/COLUMNA de CARLOS CASTILLOS

 

ESTADO, GOBIERNO Y NACIÓN 

 Cuantas veces se manejan estos conceptos como si fueran lo mismo. El Estado incluye al gobierno, el territorio y también a población que vive en ese territorio. La nación es un grupo de personas con una identidad compartida. El Gobierno “es el conjunto de los órganos directores de un Estado a través del cual se expresa el poder estatal”. O sea que la Nación y el Estado somos todos, cada uno de los integrantes de esta comunidad que se llama Uruguay y el gobierno está integrado por todas aquellas personas, designadas para ejercer la administración de los bienes comunes. Entonces, cuando alguien le echa la culpa al “Estado”, o peor aún le hace un juicio al Estado, en realidad nos hace un juicio a todos. Porque lo que se reclama, generalmente es dinero que ponemos todos los uruguayos. Lo ideal sería que los gobernantes respondieran con su patrimonio personal ante cualquier desvío o errores, en el ejercicio de las funciones específicas. 

FIRMAR Y VOTAR 

 En el año 2024 habrá elecciones nacionales, pero también varios plebiscitos. Como usted sabrá, para habilitar un plebiscito se necesita la firma de miles de ciudadanos. Y los promotores de esa consulta popular lanzan con tiempo la campaña para buscar la adhesión a la causa. En qué consiste entonces un plebiscito. En abrir un espacio para que la gente exprese su posición. Siempre se debería firmar para permitir que todos los ciudadanos habilitados se pronuncien en una instancia de participación democrática. Después cada uno votará lo que le parezca, pero no se puede sostener una campaña en contra de una recolección de firmas. No hay que confundir firmar con votar. Sin embargo cuánta gente se confunde y cuestiona y hasta hace campaña contra una recolección de firmas.

 PROPIETARIOS Y PERMISIONARIOS 

 Hay algo que se llama “Espacio Radioeléctrico” y que es “la parte del espectro electromagnético con frecuencias de 30 Hz a 300 GHz. Las ondas electromagnéticas en este rango de frecuencia, llamadas ondas de radio, son ampliamente utilizadas en la tecnología moderna, particularmente en las telecomunicaciones. Este espacio radioeléctrico pertenece al Estado, o sea a cada uno de nosotros. Y el gobierno de turno tiene la potestad de conceder permisos para la explotación de frecuencias. En este caso, de radio y televisión. Eso significa que los medios de difusión de Uruguay son nuestros y quienes muchas veces se dicen “propietarios” en realidad son “permisionarios” de la onda. Por eso es absurdo que actualmente, cuando se discute una ley llamada de “financiamiento de los partidos políticos”, se esté discutiendo “indemnizar” a los canales privados de televisión para que concedan espacios gratuitos a los partidos en las campañas electorales. Deberá regularse el uso de ese espacio, no abusar, claro, pero no indemnizarlos.

 SECRETOS 

 Los sucesivos gobiernos que ha tenido el país han sido muy habilidosos en mantener en secreto decisiones que muchas veces afectan la vida cotidiana de cada uno de nosotros. La lista sería enorme. Solo algunos ejemplos: la Deuda Externa. Nadie se ocupa de este tema que es uno de los grandes cánceres que nos carcome y nos impide desarrollarnos como país. A ello se suman los acuerdos comerciales con “cláusulas secretas”, invocando razones de “conveniencia”, y las exoneraciones tributarias para “favorecer las inversiones extranjeras”. Estamos hablando de millones de dólares anuales que desangran al país, año a año. Para “honrar los compromisos” de la deuda por un lado y, por el otro, los millones que dejamos de recibir por las famosas exoneraciones. Pero a casi nadie parece interesarle estos temas.


martes, 28 de noviembre de 2023

DEL DESPACHANTE AL TAX FREE/Columna de Richar Enry

 

 

Necesitamos aggiornar nuestras prácticas aduaneras a la era digital


Cuando los que hoy habitamos las entre-regiones de Latinoamérica llegamos al mundo, las normas jurídicas ya estaban establecidas: ya estaba determinado que comprar de un lado de una calle y no del otro es considerado delito, ya estaba determinado que pasar un puente con productos comprados más baratos que donde vivimos no es correcto; pero no por eso debemos resignarnos a que éstas sean normas pétreas, incambiables y eternas.
Todo es discutible y cuestionable -porque la realidad es dinámica y cambiante-; pero se debe entender que la vida en las fronteras puede y debe cambiar, mejorar, evolucionar. La gente no tiene la culpa de nacer en las fronteras, sino que son los Estados los culpables de no adaptar sus normas a la realidad de la vida en esas fronteras, otorgando dignidad y respeto, permitiendo la libertad de elección comercial como un derecho humano más, directamente vinculado al libre mercado.
En más de una oportunidad hemos cuestionado a la fuerza pública porque investiga, persigue y reprime al comercio transfronterizo, sólo que en esta oportunidad nos referiremos al aparato represor por excelencia en este tema: la Aduana. Etimológicamente hablando, la palabra aduana posee varios orígenes; una de ellos es del árabe “Al Diovan” (casa o lugar donde se reunían los administradores de finanzas para la percepción de impuestos), otra es del italiano “Dogona” o del persa “diván”, lugar o local de reunión de los administradores financieros.
En ningún caso se alude a que en sus principios se trate de una institución que tenga como objetivo velar por los intereses de los comerciantes, del empleo o de la producción nacional; por eso cuestionamos la pertinencia que pueda tener hoy día la prohibición de traspasar bienes de primera necesidad amparados en una ilegalidad discutible, tal como está planteado el libre comercio en el mundo.
Si bien es cierto que con el paso del tiempo estos organismos recaudadores se fueron volviendo más activos en la represión, su rol impositivo sigue siendo de gran importancia para las arcas estatales. Así lo afirmó días pasados el funcionario Freddy Ferreira a un medio de prensa fronterizo, el cual aseguró que “la Aduana del Uruguay es el segundo organismo recaudador, después de la Dirección General Impositiva”. Quizás sea por ese mismo afán recaudatorio y esas metas de desempeño que, no conformes con lo que recaudan impositivamente, periódicamente resuelven implementar el cero kilo, la medida más hipócrita e ineficaz que existe.
También es justo señalar que ni la Aduana ni el Estado -entidad supra humana responsable de velar por los intereses de sus habitantes-, ni ahora ni nunca han hecho mucho por facilitar y legalizar esa práctica de sobrevivencia: no han generado fuentes de empleo que desmotiven el contrabando, ni pugnan por una balanza financiera favorable que desestimule ese necesario comercio que da vida en los márgenes del país. Además de recaudar con los aranceles de exportación e importación, podrían abocarse más y mejor a combatir el monopolio empresarial que encarece los precios de algunos importados, el narcotráfico, la trata de personas y otros crímenes de mayor gravedad e impacto en la sociedad como el tráfico de armas (armas y municiones incautadas de Uruguay), en vez de estar incautando artículos de primera necesidad, muchos de los cuales el país no produce.
Sin duda que la práctica histórica del comercio ilegal tiene un gran peso en la actualidad y no será fácil revertir esa costumbre, pero otra gran parte de responsabilidad la podría tener el mismo sistema, que no sólo parece querer entorpecer la legalidad del comercio transfronterizo, sino que ayuda muy poco a la importación legal.

Es de imaginarse que resulta casi imposible cumplir con tantas trabas burocráticas cada vez que hacemos el surtido mensual, sobre todo cuando se antepone la figura inevitable del despachante, siendo que este podría perfectamente ser sustituido por un nuevo sistema digital de información, control y asesoramiento digital, acorde al tiempo en que vivimos y no a los usos de dos siglos atrás.
Por ejemplo, perfectamente se podría implementar el sistema de compras con Tax Free; ello permitiría reclamar la devolución del impuesto sobre las ventas o del impuesto sobre el valor agregado (IVA) pago al momento de la compra en el otro país, y así poder abonar la debida tasa de importación si la Aduana lo entendiera necesario, sea por el monto o por las características del bien importado.
Tal como lo señaláramos en otras publicaciones, nos afiliamos a las palabras del Doctor Héctor Guillermo Vidal Albarracín: “no basta invocar que se procura el libre comercio; hay que llevarlo a la práctica en el día a día, saber distinguir los límites de control, que no significa no permitir o prohibir. Las aduanas no se evalúan en función de los comisos o multas que aplican”. Sin embargo, la noticia de todas las semanas sigue siendo cuánto matute incautan, sin decirnos cuánto le cuesta al Estado perseguir, prohibir y fiscalizar el contrabando por medio de Aduanas.
Entre tanto, nosotros seguimos sosteniendo que es equivocado el rumbo que hasta ahora se ha seguido; nuestras fronteras son un colador y como tal, correr a tiros detrás de una sexagenaria con unos bolsos, perseguir a alta velocidad a un padre de familia mal alimentado o despojar de lo que le queda a un joven desempleado, es como querer tapar los orificios de ese colador con los dedos, cuando todo eso se podría evitar, disuadir, desalentar y prevenir, modernizándonos.
Muchas veces se pierde la perspectiva de las dimensiones que dichas políticas estatales alcanzan y cuánto afectan; se olvida que con esos súper procedimientos de incautación de comestibles hubo vidas en juego durante la persecución, que algunas personas perderán su libertad y otras su dignidad. La gran pregunta que nos surge es: ¿se están priorizando los intereses de la Cámara de Comercio y de los importadores, a cambio de los intereses y las necesidades de los habitantes del país?
Si los gobiernos pensaran en el interés general de las personas que habitan el territorio, se replantearía y experimentaría otras medidas fiscales y económicas menos represivas, más integradoras, pero sobre todo, más respetuosas de los derechos humanos de quienes viven y sobreviven en las fronteras únicamente gracias al comercio transfronterizo.
Richar Enry Ferreira


La aventura del tango BAILES DEL INTERNADO Por Antonio Pippo

 

La extensa y azarosa vida del tango fue siempre habitada por extrañas y hasta locas experiencias. Una, entre tantas, se hizo famosa con nombre propio: “Los bailes del internado”.

Fue una iniciativa a la que dio luz, el 21 de setiembre de 1914, la Federación de Practicantes de Medicina de los Hospitales de Buenos Aires. Tras una asamblea que por sí misma debió merecer un libro de recordación, y durante la cual, aunque hoy parezca inadmisible, corrió alcohol sin tasa, una aplastante mayoría aprobó realizar bailes de tango en lugares de distintos nosocomios previamente “inhabilitados al público”, con participación de las principales orquestas de la época. Esta insólita experiencia, que dejó ganancias considerables a los músicos, duró sin interrupción hasta igual fecha del año 1925, cuando la suma de los escándalos superó la excesiva tolerancia de las autoridades competentes.

La logística era muy precisa: los practicantes organizaban los grupos entre quienes el día del baile no tenían guardias nocturnas, siempre tratando, en una urdimbre sutil, que fuera similar la cantidad de hombres y mujeres “habilitados a divertirse”, de tal modo que no surgiesen, en medio de la algarabía, turbulencias justamente por falta de pareja.

El primer músico importante invitado, que inauguró los bailes de los muchachos de Medicina, fue Francisco Canaro, quien, ni lerdo ni perezoso, aprovechó la oportunidad para estrenar, la primera noche, un tango que compuso en un par de días con el poco original título de El internado, obra que hoy integra la selección más rigurosa que pueda armarse de la etapa de la Guardia Vieja.

Hubo, por supuesto, otros pioneros de la música popular ciudadana convocados a estos encuentros, que dedicaron tangos a los entusiastas y audaces universitarios: Vicente Greco compuso El anatomista y Muela cariada; Eduardo Arolas hizo Anatomía, Rawson (por el nombre del importante hospital bonaerense) y Derecho viejo (que, a decir verdad, fue en homenaje a estudiantes avanzados de Abogacía que se habían integrado a aquella poco menos que destartalada cruzada); Augusto P. Berto compuso El séptimo (se llevaba cuenta de los bailes realizados) y La biblioteca –dedicado, según el doctor Luis Alposta, a la Biblioteca Médica Central-; Víctor Trypese escribió Muñiz (nombre de otro conocido hospital); el popular Ricargo Brignolo (el autor de Chiqué) estrenó en estas diversiones El octavo, El noveno y El décimo, que contaron con la animación de su orquesta; Scatasso y Bastardi presentaron allí La cabeza del italiano y Osvaldo Fresedo, “El pie de La Paternal”, que ya había compuesto El sexto, dio a conocer en el último baile, el 21 de setiembre de 1925, el tango A divertirse (con el subtítulo El once de los bailes del internado) y que, según Horacio Salas, “sería, ya llamado El once, la más famosa de las obras compuestas para los bailes de los estudiantes –que se hacían en primavera, uno por año- y que a través del tiempo, con total independencia de su origen, perduraría en las distintas versiones que grabó su autor.

Este tango tiene una insólita historia propia: Fresedo se había comprometido a estrenar algo esa noche pero lo olvidó; Rizzutti, uno de sus músicos, se lo recordó el día antes. Fresedo le pidió “una mano” y sólo con cinco primeras notas de una melodía que Rizzutti escribió en un pedazo de papel higiénico improvisó el que sería más tarde su mejor tango.

Pero quizás lo que nos acerque a la dimensión de este disparatero estudiantil que, con complicidad de tantos artistas, duró once años, sea un testimonio extraído de las memorias de Canaro:

-Hacían bromas macabras durante los bailes. Hubo casos en que a los cadáveres de la morgue les cortaban las manos y luego, disfrazándose con sábanas como fantasmas y con unos palos a manera de brazos, ataban esas manos yertas, heladas y las pasaban por la cara de las mujeres. ¡Madre mía¡ Otras veces ponían en lo alto de la sábana la cabeza de un cadáver o dejaban sobre las mesas, entre las bebidas y la comida, algunos órganos que extraían de los laboratorios. No sé cómo pudimos acompañar tanto tiempo semejantes disparates.

Una sola vez hubo inconvenientes con un músico. Cierta noche tocaba Vicente Greco, a quien llamaban “Garrote” por un grueso bastón que usaba (y no sólo para apoyarse): le tiraron una calavera sobre el bandoneón. Tiró a un lado el instrumento, blandió su “arma” y tuvieron que pararlo entre cinco. Después, tras media hora de charla y litros de vino, lo convencieron de seguir.






domingo, 12 de noviembre de 2023

La aventura del tango Columna de Antonio Pippo ENRIQUE SANTOS DISCÉPOLO

 

Discepolín –apodo que Homero Manzi inmortalizó en un tango memorable- fue sin duda el temperamento más dramático que iluminó el tango en su historia. Una teoría que comparto dice que ese dramatismo vital se alimentó, sobre todo, de una vivencia y un episodio en las puntas de su relativamente corta vida: la infancia y los meses previos a su muerte.

¿La vivencia? Enrique Santos fue el menor de los hijos del matrimonio de Santo Discépolo, un músico italiano inmigrante que llegó a dirigir la Banda del Cuerpo de Bomberos, y Luisa Luque, y que tuvo una nutrida descendencia a partir de Armando, el mayor. Enrique, aún adolescente y por la muerte de su padre, quedaría primero en manos de una tía y luego a cargo de Armando, casi veinte años mayor, después de una niñez poco agraciada, que llegó a calificar de infeliz, sentimiento nacido de ese padre escéptico, nostálgico, distante, fallecido demasiado pronto.

¿El episodio? Tras la aparición de Perón y Evita, Enrique se hizo peronista; pero no un peronista persuadido política o ideológicamente, sino un enamorado de lo que consideró las obras transformadoras. En 1951 –año de su muerte- aceptó participar de un ciclo de breves charlas radiales preparando el terreno para la reelección del general, como habían hecho antes colegas suyos del teatro y el cine; sin embargo, espíritu libre al fin, lo suyo fue digno: creó un personaje imaginario, llamado “Mordisquito”, al que le increpaba, con la ironía de la que era capaz, su gris escepticismo acerca de los cambios en el país. Fueron sólo treinta y nueve charlas de cinco minutos cada una. Bastaron para dividir drásticamente las aguas a su alrededor y crearle enemigos irreconciliables entre quienes antes le rendían amistad y admiración; hubo quienes pasaron a su lado sin saludarlo y escupieron a un costado; hubo quienes, enterados una noche de un homenaje de desagravio que le preparaban los fieles, se hicieron de todos los tiques y lo dejaron acompañado por los dos organizadores. No se recuperó. Su tristeza ante lo que veía como una injusticia, o una intolerancia, lo venció y se lo llevó la noche del 23 de diciembre de 1951.

La vida de Discépolo fue un folletín.

Escribió su primer tango –del cual luego abjuró y se negó a que fuera grabado- cuando tenía 14 años, en 1925, en una pensión modesta de San José, en Uruguay, adonde llegó junto a su hermano Armando, dramaturgo de nota, que presentó en el Teatro Macció su principal obra: “Mateo”. Ese tango, en el que lo ayudó musicalmente un ignoto guitarrista del lugar, se llama “Bizcochito”.

Luego, ya con básicos conocimientos de música, y aunque hizo sólo letras con algunos autores, vendría el vendaval de sarcasmo, drama y rebelión que sacudió moralmente al tango: “Qué vachaché” (1926), “Esta noche me emborracho” y “Chorra” (1928), “En el cepo” (inédito), “Malevaje”, “Miguelito”, “Alguna vez” y “Soy un arlequín” (1929), “Victoria”, “Justo el 31”, “Yira, yira…” y “Confesión” (1930), “Qué sapa, señor”, “Sueño de juventud” y “Carrillón de la Merced –en colaboración con Lepera- (1931), “Secreto” (1932), “Tres esperanzas”(1933), “Quien más, quien menos” (1934), “Alma de bandoneón" y “Cambalache” (1935), “Melodía porteña” y Desencanto” (1937), “Condena” (1938), “Tormenta” (1939), “Martirio” (1940), “Infamia” (1941), “Uno” (1943), “Sin palabras” (1946), “El choclo” (1947), y Cafetín de Buenos Aires” (1948); de “Mensaje” sólo escribió la música y Cátulo Castillo le puso letra en 1952, a un año de la muerte de Discépolo; también fue póstumo “Fangal”, tema al cual los hermanos Expósito le agregaron letra y música complementarios; además, el gran dramático hizo varios valses, milongas, candombes y hasta foxtrots.

Pero la intensidad de esta vida impar se mide también de otra manera: fue guionista, actor y director de teatro y de cine; tuvo un largo y accidentado matrimonio con la cupletista española Tania, devenida tanguera, en el que hubo mutas infidelidades, incluso una aventura de Discépolo en México de la cual nació un hijo, hecho nunca bien saldado; y fue el amor imposible –nunca consumado pese a ciertas aproximaciones- de la cantante Alba Solís.

Quizás una existencia tan intensa le haya preservado un humor corrosivo, mordaz, hasta el final. Por ejemplo, el de aquellos días en que hizo inmortales dos frases:

-Estoy tan flaco que se me ve la corbata desde la espalda.

-El otro día hablé de mi flacura. Pero es una ventaja, che. Fijate que las inyecciones me las tienen que dar en el sobretodo.












lunes, 6 de noviembre de 2023

GURISES PELEADORES / COLUMNA DE CARLOS CASTILLOS

 

En años de la infancia se calificaba como “gurí peleador” ó “gurisa peleadora”, que también había, a quienes asumían, con frecuencia, actitudes provocativas o desafiantes. Y casi siempre con la intención de irse a las manos. Les gustaba buscar lío, discusión o pelea, daba igual. Existieron también los “conciliadores”, casi siempre varones, porque las mujeres no solían generar escándalos callejeros. Y estaban también los “observadores”. Que no se metían, se abstenían de intervenir o, sencillamente, se alejaban de la escena de conflicto. Pero en algunos casos aparecían quienes llegaban decididos a separar a los contendientes y evitaban que hubiera algún lastimado. En el mundo de ahora se da una situación parecida, con protagonistas similares, aunque en otra dimensión. Mucho más grave. Se están peleando rusos y ucranianos, israelíes y palestinos, por nombrar los dos casos más sonados, aunque también hay “peleas” en otros puntos, sólo que esos otros conflictos no llaman la atención de los grandes medios de difusión. Lo que sí llama la atención es que en estos casos hay más “observadores” y “abstencionistas” que conciliadores. Personalidades influyentes se limitan a declaraciones públicas que no conmueven a nadie. Y principalmente no detienen estas masacres. Apenas estalló la crisis entre Israel y palestinos, lo primero que hizo el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, fue salir corriendo hacia Israel para visitar al primer ministro de ese país, Benjamin Netanyahu, y expresarle su apoyo “casi” incondicional. Digo casi porque unos días después tuvo que “recular” en su posición ante las críticas de adentro y de afuera de su país. Pero apenas moderó su posición y exhortó a “respetar el derecho internacional humanitario que prioriza la protección de los civiles”. El anciano presidente de la decadente potencia mundial insistió con un “firme y perdurable apoyo” a Israel y reiteró que “el Estado judío tiene el derecho a defenderse del ataque terrorista de Hamas”. Biden tuvo que suspender una visita a Jordania, pero no vi por ningún lado que pensara visitar Palestina o específicamente la Franja de Gaza. Otro actor que debería ser influyente en este tema es la Organización de Naciones Unidas (ONU). En estos días aprobó una declaración, no vinculante, “exhortando” a un cese del fuego, pero sin ninguna esperanza que la tomen en cuenta. Bolivia rompió relaciones diplomáticas con Israel y otros países de Sudamérica, como Colombia y Chile llamaron a consulta a sus embajadores en ese país. Y se suceden declaraciones “más o menos rimbombantes” pero que no paran la guerra. Siguen muriendo hombres, mujeres, niños y niñas… No detienen la guerra, que es lo que importa. Uno debería pensar que una organización internacional como la ONU e influyentes personajes, como el presidente de Estados Unidos, podrían ejercer otro papel. Tienen elementos y argumentos suficientes como para detener esta escalada, que no se sabe cuándo ni dónde va a terminar. Pero eso no sucede. Muchos hablan, emiten declaraciones y la guerra sigue. Parece mentira que no haya nadie, ni siquiera el papa, con toda la influencia que parece tener, hace algo para reunir a las partes en conflicto y buscar una salida acordada. Una salida que no signifique la masacre de seres humanos, de todas las partes que se pelean. Estos días, en una escuela de Montevideo, donde compartía experiencias educativas con niños de un Cuarto Año (9 años de edad promedio) y a hablando de la guerra, sin que nadie lo indujera, uno de ellos preguntó: “Maestra, ¿la ONU se creó para parar la guerra o para mantenerla?”. No intervine porque no era conmigo, pero me dieron ganas de contestarle a ese niño que la respuesta es más sencilla de lo que parece. “¿Sabes?… Lo que pasa es que el mundo está gobernado, mayoritariamente, por una cantidad de gurises peleadores y nadie se pone a separarlos. Y no es por miedo… es que o les conviene”.


domingo, 5 de noviembre de 2023

¿Ante sala del juicio político al Presidente de la República? COLUMNA DE MILTON ROMANI

 

 
¨Todo funcionario público tiene obligación de denunciar aquellos ilícitos que descubre o se hacen bajo su conocimiento¨.
Ley Cristal 17.060. Articulo 175 del Coódigo Penal

¨Un narco a la fuga, un pasaporte y la renuncia del canciller: así Sebastián Marset acorrala al Gobierno de Uruguay
El ministro de Exteriores dimite tras la difusión de audios en los que pedía a su mano derecha que “perdiese” su teléfono móvil para ocultar un chat en el que se advertía sobre la peligrosidad de Marset¨  Titular de El Pais de España


Las cuatro renuncias inevitablemente aceptadas y la no investigación de los hechos por parte del Dr. Luis Lacalle Pou constituyen pruebas de ilícitos que se cometieron y de los cuales estuvo en conocimiento pleno. No es admisible en este caso, que fue engañado en su buena, y en este caso, cansada  fe.

La destrucción de pruebas que formaban parte de una investigación (la coartada de que no era un expediente parece una broma de mal gusto), las reuniones previas donde se armó la mentira para dar al parlamento también son conductas no solo poco éticas, sino que constituyen una irregularidad que todo funcionario público debería denunciar.

En suma: todos los que han presentado renuncia, y el presidente mismo como funcionarios públicos no denunciaron ilícitos graves que se cometieron contra la administración publica.

El recurso de decir ¨la justicia fallarᨠelude el nucleo político del problema.
En reiteración real hay núcleos de corrupción que actúan o en el piso 4 o el piso 11 de la propia Torre Ejecutiva. No hay sinceramiento, ni investigación, y nuevamente el presidente delega responsabilidades y costos a otros. Ocurre que en este caso, él como funcionario público está involucrado en ilegalidades manifiestas. Dice: la justicia laudará.


Paradojas tiene la vida. La ex fiscal Gabriela Fosatti, posteó una crítica al Dr. Jorge Díaz, abogado de Carolina Ache. En su fundamentación sienta las bases del camino hacia un posible juicio político al Presidente.

Dice la Dra. Fossati: ¨Ache ejercía función pública, no comparto la estrategia de Díaz querer excluirla de su obligación de denunciar los hechos. Todos deben hacerse cargo de su cuota de responsabilidad. Todos la vimos callada en el Parlamento. Las malas prácitcas deben ser combatidas¨

Nos recuerda el Artículo 2 de la Ley 17.060 y el Artículo 175 del Código Penal.

La Ley 17.060 denominada Ley Cristal. Funcionarios Públicos
afirma

CAPITULO I - AMBITO DE APLICACION Y DEFINICIONES
Artículo 1 La presente ley será aplicable a los funcionarios públicos de:

A) Poder Legislativo, Poder Ejecutivo y Poder Judicial. B) Tribunal de Cuentas.
C) Corte Electoral. D) Tribunal de lo Contencioso Administrativo.E) Gobiernos Departamentales.F) Entes Autónomos y Servicios Descentralizados.
G) En general, todos los organismos, servicios o entidades estatales, así como las personas públicas no estatales.

En el artículo 2 hace referencia al articulo 175 del Codigo Penal:

DELITOS CONTRA LA ADMINISTRACION PUBLICA
CAPITULO VI -  Artículo 175
(Concepto de funcionario público)

¨A los efectos de este Código, se reputan funcionarios a todos los que ejercen un cargo o desempeñan una función retribuida o gratuita, permanente o temporaria, de carácter legislativo, administrativo o judicial, en el Estado, en el Municipio o en cualquier ente público o persona pública no estatal¨

La supuesta legalidad en el otorgamiento del pasaporte al narcotraficante más buscado no parece coherente luego de saber los intercambios sobre el tema y la reunión en el Comando Unificado de la Policía (Casona del Prado)

Tampoco es coherente con la iniciativa de reformar la constitución para avasallar el sagrado inviolable del hogar.

Es obvio que no se trata de defender derechos y garantías. La urgencia en entregarlo sin investigar o postegar para averiguar mas, todas las presiones y conexiones demuestran que hay una penetración alarmante del crimen organizado en estamentos que dependen del Poder Ejecutivo

Reiterando palabras de la ex fiscal, hoy militante herrerista de primera línea Dra. Fossati:

Todos deben hacerse cargo de su cuota de responsabilidad. Las malas prácticas deben ser combatidas. Todo funcionario público tiene la obligación de denunciar hechos ilícitos

Mas allá de si hay votos o no, se trata de la democracia. Es verdad que hay una necesaria sensatez para ser responsables del equilibro de la institucionalidad.
Los hechos son crudos, y la crisis que vivimos tiene un responsable que es el Presidente de la República. También es de sensatez y apego a la democracia ejercer el juicio que se merece el primer funcionario público. Enjuiciar a las máximas autoridades como se proclama es afirmar el principio que nadie es más que nadie.







lunes, 30 de octubre de 2023

VENDRÁ LA MUERTE Y TENDRÁ TUS OJOS POR ANTONIO PIPPO

 

VENDRÁ LA MUERTE Y TENDRÁ TUS OJOS es no sólo el título de un libro sino del probablemente más famoso poema de Cesare Pavese, poeta, narrador, traductor y uno de los fundadores de la editorial Einaudi, nacido en San Stefano Belbo, Italia, en 1908 y muerto en un hotel de Turín en 1950, adonde se suicidó con altas dosis de psicofármacos. Se inició con versos reunidos en Lavorare stanca, en 1936, y siguió en la narrativa con El oficio de vivir, El camarada y Paese tuoi, hasta sumergirse, luego de un traumático apoyo a la resistencia contra el fascismo, otra vez en una poesía existencialista vibrante –La tierra y la muerte, Vendrá la muerte y tendrá tus ojos-, por momentos conmovedora pero abrumada, como él mismo, por la soledad y la desesperanza acerca del amor no consumado de su vida: una norteamericana a la que llamó “la donna della voce rauca”.



Mal de amores, sí. Pero también un desasosiego agotador, la exigencia que te llevó –colmo del absurdo- a llamarte cobarde pese a cómo resististe el fascismo y la cárcel, a castigarte por no haber hecho más, y sufrir por la falta de compasión, por la ausencia de piedad a tu alrededor.

Pero, claro, Cesare, si un único gran amor, la donna della voce rauca, naufraga, la esperanza trastabilla, las sombras acechan, y es entonces que escribes, quizás ya vencido: Vendrá la muerte y tendrá tus ojos-, esta muerte que nos acompaña desde el alba a la noche, insomne, como un viejo remordimiento o un absurdo defecto.

Partiste hace mucho tiempo, pero entraste en mí, como en tantos, aun envuelto en esa dolorosa soledad que construiste mientras, vaya paradoja del destino, hacías mejor al mundo con el vuelo, ya sombrío, ya luminoso, de tus novelas y tu poesía.

¿Dolor, sólo dolor, Cesare? ¿Así lo sentiste? Padre y madre muertos demasiado pronto, el asma que te persiguió desde niño, la crueldad con que te empujó la vida, las injusticias, ah, sí… Sin embargo, fue en aquel amor de la extranjera, tu única y desesperada y al fin egoísta mujer a la que amaste cual un exasperado silencioso, y a quien hallaste casada con otro al regreso de prisión, donde se alimentó la tristeza definitiva que bañó tus libros, los que siguieron: -Tus ojos serán una palabra inútil, un grito callado, un silencio. Así los ves cada mañana cuando sola te inclinas hasta el espejo.

Qué pena. Una golondrina que revoloteó alrededor de jazmines, alentada por la piamontesa brisa fresca de tu juventud. Pudo ser, porque, Cesare, cuenta la sinceridad: ya Einaudi, tu entrañable editor, había lanzado a las gentes Lavorare stanca, La spiaggia, Il compagno, Dialoghi con Leucó, abriendo el portón enmohecido de tus silencios al cariño de los otros. No alcanzó; buscabas, querido y sufriente Cesare, que te quitaran el peso de la introversión con la que no podías, la desesperación de las noches solitarias y en vigilia. Y creíste –con todo tu corazón, con toda tu alma, con las hilachas de ansiedad que te quedaban- que sólo podía salvarte ella, la donna della voce rauca: -Oh, cara esperanza, aquel día sabremos, también, que eres la vida y eres la nada; para todos tiene la muerte una mirada.

¡Tanto pienso en ti! Cuesta no llorarte aunque pasen los años. Ya habías escrito Il mestieri de vivere, La terra e la morte y tu famoso Diario, el diario del desánimo, del punto final. Cómo no elevarías, en el cansancio esencial, este verso del dolor inmenso: -Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. Será como dejar un vicio, como ver en el espejo asomar un rostro muerto, como escuchar un labio ya cerrado.

Te veo, tal vez te imagino, echado a la cama de aquel húmedo hotel de Turín, el “Albergo Roma”. Camisa abierta, pantalones y descalzo. Los lentes, que algunos pensaron eternos en ti, sobre la mesa de luz. Casi, casi, los brazos en cruz como Cristo y rozándote la mano el frasco de pastillas que te sirvieron para apagar todos los fuegos, los buenos y los malos, para desprenderte de la angustia, para un adiós tristísimo que ni siquiera tuvo respuesta al último llamado que intentaste. Y una carta: “Perdono a todos y a todos pido perdón. ¿Está bien? No hagáis demasiados comentarios”. Antes, habías confesado en Il mestiere de vivere: “La vida se venga y está bien, si uno le roba el oficio. No es nada la preocupación de componer, el famoso tormento, frente a la de haber creado algo, y no saber luego qué hacer”.

Recuerdo ahora aquella frase de José Agustín Goytisolo: -No era capaz de matar a nadie, sí de matarse.

-Mudos, descenderemos al abismo.

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lunes, 23 de octubre de 2023

AMANECER /Por Antonio Pippo



EL POETA MURIÓ AL AMANECER es, quizás, el poema más conocido y apreciado de Raúl González Tuñón, poeta y periodista argentino considerado uno de los fundadores de la corriente de poesía urbana. Nació en Buenos Aires en 1905 y murió en la misma ciudad en 1974. Escribió en el diario Crítica, perteneció al grupo literario de Boedo pero tuvo amigos entre los escritores del opuesto grupo de Florida. Sus poesías, que reflejan su espíritu de amigo de las gentes, de las mujeres y del vino, además de defensor de los llamados “perdedores sociales”, están principales en libros como Miércoles de ceniza, La calle del agujero en la media, El violín del diablo y la serie Poemas de Juancito el caminador.



¿Por qué, Raúl, tu poeta debió morir al amanecer?

Sé que no responderás la pregunta porque no estás aquí; ya acabó el tiempo de las conversaciones. Además, aunque quisiera saberlo, es también verdad que debería entrar en tu mismidad, en tus emociones, en tu imaginación. Y eso es imposible.

Así que, Raúl, no queda sino interpretarte, lo que, de algún modo, es inventar tus pensamientos nacidos de quién sabe cuántos maravillosos instantes. Es decir –porque ¿de qué valdría la pretensión de realmente saber?- armarme de unas ideas que, aunque mías, jamás serán las que condujeron tu sabia mano a escribir que el poeta, tu poeta, sólo, sin un céntimo, tal como vino al mundo, murió al fin en la plaza de la inquieta feria.

Pero, Raúl, se me ha ocurrido que, estés donde estés, celebrarás este esfuerzo derrotado de antemano. Es que tú supiste como pocos, en tantas madrugadas insomnes y alcohólicas, no sólo de derrotas sino de cuánto cuesta vestir la piel de otro con la conmovedora intensidad que tú lo hiciste.

¿Por qué en un amanecer?

Tal vez sean las pocas horas en que deba ocurrir toda muerte de un ser intenso, sensible; la noche ha dejado de ser noche, las primeras, difusas luces buscan abrirse paso y se expone ante uno la gran paradoja: un día más, la necesidad de seguir pensando mundos que no serán, o que fueron y nos hirieron de un modo cruel, la latencia del sufrimiento, la esperanza improbable de un destino que se modifica, la comprensión de los otros.

O el cansancio, definitivo, final, porque fue un hombre cabal de su vida y de su obra, un poeta que escribió versos casi celestes, versos mágicos de invención verdadera y terminó ignorando por todos, los viejos primero y los jóvenes después, por el pecado de haber sido un hombre de su tiempo que escribió también poemas civiles y cantos de esquinas y banderas.
Un amanecer puede ser triste, muy triste.

Algo así como el despertador final para quien ya no resiste vestir andrajos, andar con el calzado roto y los cordones desatados, desaliñado, sin afeitar, mal mirado al pasaje del carnaval ciudadano, apenas hallando cobijo en el banco de esa plaza donde lo sacude la inquieta feria de la mañana. Morir al amanecer por eso. Dejarse morir al amanecer, porque ya no puede escribir más, porque ya lo dio todo –solo falta su esqueleto- y sabiendo que sólo lo recordará aquel que lo inventó en su alma y lo expuso para que lo quisieran aunque sólo logró
soltar lágrimas ajenas de la gran culpa ajena: la indiferencia.

Hoy irán a su entierro cuatro buenos amigos, los parroquianos del boliche, unos cuantos obreros, los trabajadores del circo ambulante…, un antiguo editor…, una hermosa mujer... Los de siempre, los únicos, incluso los que estuvieron y se fueron y ahora vuelven, flagelándose por no haber hecho todo lo que pudieron; incluso los que se aprovecharon de su locura poética, los que se emocionaron y los que se divirtieron; incluso aquella que él soñó, o creyó que soñó que podría quererlo.

Es verdad, Raúl. Estos poetas deben morir al amanecer, como gorriones que el tiempo va congelando sobre las balaustradas y sobre las ramas de los árboles que rodean la plaza. Tu poeta murió como debía. Aquí ya no le aguardaba sino la desesperación y el cansancio final. Tu poeta hizo lo que debía hacer. Y se dejó ir.

Pero mañana –porque siempre hay un mañana, Raúl- ¡florecerá la tierra que caiga sobre él!


viernes, 20 de octubre de 2023

UNA DECLARACIÓN DE INDEPENDENCIA OLVIDADA: 29 DE OCTUBRE DE 1823 - Cuarta y última parte COLUMNA DE EDGARDO ETTLIN

 


El texto de la Declaración de Independencia del 29 de octubre de 1823

El 29 de octubre de 1823, reunidos los representantes del Cabildo de “la Ciudad Capital de S. Felipe y Santiago de Montevideo” en su Sala Capitular

despues de una ilustrada y madura discusion, acordó S.E. [su Excelentísimo] por unanimidad de votos:

1º Que declara nulo, arbitrario y criminal el Acto de Incorporación á la Monarquía Portuguesa sancionado p.r el enunciado Congreso de 1821 (1), compuesto en su mayor parte de Empleados Civiles al sueldo de S.M.F. (2), de personas condecoradas p.r él con distinciones de honor (3), y de otras colocadas previamente en los Ayuntamientos p.a la seguridad de aquel resultado.

2º Que declara nulas y de ningun valor las actas de Incorpora.n de los Pueblos de la Campaña al Imperio del Brasil, mediante la arbitrariedad con q.e todas se han extendido por el mismo Baron de La Laguna y sus Consejeros (4), remitiendolas á firmarse por medio de gruesos destacamentos de tropa q.e conducian los hombres á la fuerza á las casas capitulares, y suponiendo ó insertando firmas de personas q.e no existían, ó q.e ni noticia tenían de estos sucesos, p.r hallarse aus.tes de sus casas.

3º Que declara: q.e esta Prov.a Oriental del Uruguay no pertenece, ni debe, ni quiere pertenecer á otro Poder, Estado, ó Nación q.e la q.e componen las Prov.s de la antigua Union del Rio de la Plata, de q.e ha sido y es una parte, habiendo tenido sus diputados en la soberana Asamblea grãl Constituyente desde el año 1814, en q.e se substrajo enteramente al dominio español europeo.

Y p.r ultimo q.e sin perdida de instantes, mediante el inminente peligro en q.e la Plaza se encuentra, se pasáran copia de esta Acta certificada p.r la misma Corporacion al Exmõ Gobierno de Buenos Ayres, acompañando las ultimas comunicac. s habidas con el Gefe del exto portugues, y la q.e ahora debe dirigirsele, con mas los documentos q.e acreditan la legitimidad de este cuerpo Representante, y las facultades conq.e se halla p.a la extension de este acuerdo, que firmó S. E., conmigo el Escribano, de q.e doy fé.


Man.l Perez – Pedro Fran.co de Berro - Pedro Vidal – Fran.co de las Carreras – Silvestre Blanco – José Mar.a Platero – Ramon Castris - Juan F. Giro

Luciano de las Casas

Esc.o pop.o dela C.d” (5)



Consideraciones sobre la Declaratoria de Independencia proclamada por el Cabildo de Montevideo del 29 de octubre de 1823


¿Qué representatividad tenían los firmantes de la Declaratoria de Independencia del 29 de octubre de 1823, como autoridades del Cabildo de Montevideo, respecto a toda la Provincia Oriental? No cabe duda de que respecto a los habitantes de Montevideo la poseían, por cuanto eran las autoridades elegidas legítimamente por los vecinos el 1º de enero de 1823. Respecto al resto del territorio, podríamos sostener que de alguna forma el Cabildo asumía oficiosamente el sentir de “la Prov.a toda, tomándose la voz de la Campaña por el estado de opresión en q.e ella se encuentra” (6) debido a su querer estaba coartado, y sus Cabildos se encontraban presionados, por las fuerzas de ocupación extranjeras; voluntad que posteriormente sería ratificada por la Honorable Sala de Representantes de (toda) la Provincia Oriental, el 25 de agosto de 1825. Consideramos entonces, que el Cabildo de Montevideo de 1823 tenía peso y respaldo virtual suficiente como para poder expresar la voluntad independentista del pueblo oriental.


Existen claras semejanzas de texto entre la Declaración de Independencia del 29 de octubre de 1823 y las Leyes de Independencia y de Unión del 25 de agosto de 1825; lo que evidencia que la primera fue el antecedente documental inspirador de la segunda.


La Declaración de 1823 declara en sus numerales 1º y 2º “nulo, arbitrario y criminal”, “nulas y de ningún valor”, el “Acto de Incorporación a la Monarquía Portuguesa” estipulado en el Congreso Cisplatino, y “las actas de incorporación de los Pueblos de la Campaña al Imperio del Brasil, remitiéndolas a firmarse por medio de gruesos destacamentos de tropa que conducían los hombres a la fuerza…”, recordando que desde ya antes de esos sucesos eran libres porque se habían sustraído “enteramente al dominio español europeo” (numeral 3º) y estaban ahora recuperando su libertad primigenia. De modo similar, la Ley de Independencia de 1825 (art. 1º) declaró “írritos, nulos, disueltos y de ningún valor para siempre, todos los actos de incorporación, reconocimientos, aclamaciones y juramentos arrancados á los pueblos de la Provincia Oriental, por la violencia de la fuerza unida á la perfidia de los 'intrusos poderes de Portugal y el Brasil”, declarándose (art. 2º) “de hecho y de derecho libre é independiente del Rey de Portugal, del Emperador del Brasil, y de cualquiera otro del universo…” (7).


Asimismo, el numeral 3º de la Declaración de 1823, en cuanto declara “que esta Provincia Oriental del Uruguay no pertenece, ni debe, ni quiere pertenecer a otro Poder, Estado, o Nación que la que componen las Provincias de la antigua Unión del Río de la Plata, de que ha sido y es una parte, habiendo tenido sus diputados en la soberana Asamblea General Constituyente desde el año 1814, en que se sustrajo enteramente al dominio español europeo” (8), nos recuerda a la Ley de Unión o de Anexión a las Provincias Unidas del Río de la Plata del 25 de agosto de 1825 al declarar ésta que “que su voto general, constante, solemne y decidido, es y debe ser por la unidad con las demás Provincias Argentinas á que siempre perteneció”, “por ser la libre y espontánea voluntad de los pueblos que la componen, manifestada por testimonios irrefragables y esfuerzos heroicos desde el primer período de la regeneración política de las Provincias”.


Podría decirse, como después de todo se criticó a la Declaración del 25 de agosto de 1825, que la Declaración del 29 de octubre de 1823 no era una proclamación de Independencia absoluta ni verdaderamente excluyente “urbi et orbi”, ya que la Provincia Oriental había aceptado anexarse a las Provincias Unidas con gobierno en Buenos Aires (9). Eso merece una contestación.

Toda independencia implica autonomía de la voluntad no solamente para disponer sin rendir cuentas ni pedir autorización a nadie, sino también para querer obligarse o elegir un destino. La libertad implica poder determinarse, tanto para seguir un camino propio como para vincularse o unirse a quien se desee. Aspirar a unirse a las Provincias Unidas del Río de la Plata era en aquel momento, la expresión de la voluntad inequívoca y libre de la Provincia Oriental. No quepa dudas de que la voluntad de querer unirse a las Provincias argentinas era entonces, una clara manifestación de señorío soberano y libérrimo, porque era espontánea y no estaba condicionada ni intervenida, de lo que querían verdaderamente hacer los orientales.


Esta entusiasta efervescencia emancipadora, empero, no pudo durar mucho. El 18 de noviembre de 1823 Carlos Lecor (para ese entonces, nombrado Vizconde por Pedro I del Brasil en mérito a sus servicios para mantener a la Provincia Oriental o Cisplatina bajo el Imperio) y Álvaro da Costa lograron un acuerdo que permitiría el regreso de éste y de sus tropas a Portugal. Da Costa informó el día 21 de noviembre de 1823 del Acuerdo a los miembros del Cabildo y a los Caballeros Orientales. “La publicación del convenio hizo conocer, al Cabildo de Montevideo y á los Caballeros Orientales, que quedaban sin mas garantía, que las que quisiera otorgar el Bn. en merito del artículo 8º que si bien en él se acordó el que no serian molestados por sus opiniones políticas, también era condición espresa, que ocho días después de ratificada deberían estar recojidas en el Arsenal del Ejercito las armas que fueran distribuidas a las Guerrillas, Civicos y Milicias”; este arreglo perjudicaba a los Caballeros Orientales, quienes quedaban sujetos a la futura discreción de Lecor, de lo que es indicio ciertos pasaportes que Da Costa entregó a Juan Vázquez (hermano de Ventura y de Santiago) y a Pablo Zufriategui (10). Da Costa y sus fuerzas se embarcarían entre el 24 al 28 de febrero de 1824 para Lisboa, dejando a Lecor el dominio total quien el 28 de febrero de 1824 entró en Montevideo (11). Lecor conminará al Cabildo montevideano a jurar fidelidad al emperador Pedro I de Brasil (como ya lo habían hecho durante su estadía en la campaña, los pueblos de San José, Canelones, Soriano, Colonia y Maldonado).

Refiriéndose a este fatal desenlace, Anaya relata que “…las fuerzas contrarias [se refiere a las de los brasileños] eran muy poderosas, y al fin unos y otros sucumbieron capitulando D. Albaro [da Costa], y embarcando con sus Talaberas p.a Europa en principios de Mzo./ de 1824, después de dejar en los campos muchas Víctimas; y que los Patriotas en considerable num.o emigraron á Buenos Ayres asilándose de aquel Goob.no Patrio, siendo el 1.º D. Man.l Oribe” (12).


A raíz de ello el Orden de los Caballeros Orientales se disolvería, para evitar ser perseguidos por Lecor. La sociedad de los “Caballeros Orientales” desapareció, pero muchos de sus miembros que se exiliaron a la Argentina (caso de Manuel e Ignacio Oribe, Pablo Zufriategui y Juan Francisco Giró) prepararían desde allí con otros orientales, argentinos y paraguayos, la Cruzada Libertadora de 1825.

Una voluntad independentista firme con éxito, y con un final inesperado: el Uruguay libre e independiente como Estado soberano

Cierto es que los patriotas orientales no pudieron imponer su interés manifestado en la proclama independentista del 29 de octubre de 1823. Pero eso fue por poco tiempo. Porque desde esa fecha su voluntad estaba firmemente determinada en querer ser libres de la dominación lusobrasileña, y ya nada la detendría. El 29 de octubre de 1823 había quedado la senda trazada; había sido un buen comienzo. Aquéllos se sabían, se sentían independientes interiormente; sólo faltaba consolidar ese afán ejerciendo su legítimo derecho de resistencia.

Ante la simpatía oficialmente indecisa todavía de las Provincias argentinas (aunque algunos privados, como Juan Manuel de Rosas bajo el seudónimo de “un amigo de los orientales”, colaboraron económica y logísticamente), los orientales prepararían contra viento y marea una revolución por iniciativa propia, que se concertaría entre los exiliados en las Provincias de Buenos Aires y Entre Ríos y los que se encontraban en suelo oriental. Por supuesto, todo llevaría su preparación y su proceso, aunque no demoraría en concretarse.

Mediante sendas cartas reservadas del 20 de marzo de 1825 y del 24 de marzo de 1825, Juan Antonio Lavalleja y Manuel Oribe informaron a Gabriel Antonio Pereira que invadirían “a nuestra patria para conquistar el lauro de nuestra independencia”, exhortando a que “es preciso que Vds. como patriotas nos secunden y ayuden”; estas notas fueron enviadas respectivamente a través de Francisco Lecocq y Pedro Trápani (13). No tenemos noticia cierta de que Lavalleja y Trápani hubieran pertenecido a los “Caballeros Orientales”, pero podemos especular que algunos ex integrantes de esa sociedad, como Lecocq y Oribe, mantenían contactos para articular el apoyo en la Provincia Oriental hacia aquellos que se reunían reservadamente en Buenos Aires preparando el alzamiento contra la dominación brasileña. A su vez, si bien ya no como “Caballeros Orientales”, muchos de sus antiguos miembros continuaron apoyando solapadamente preparativos revolucionarios contra los brasileños.


El 19 de abril de 1825, el “Desembarco de los 33 Orientales” (algunos de ellos ex Caballeros Orientales pero a la sazón participantes a título individual) en la playa de La Graseada (La Agraciada) sería la chispa que prendería la pólvora independentista dispersa en toda la Provincia Oriental. La Proclama de Lavalleja a los “Argentinos Orientales” en el Campo Volante de Soriano del mismo 19 de abril inflamó la causa de la Libertad (14) oriental, que se impulsó y con esfuerzo se fue consolidando en lo institucional con la Declaratoria de Independencia del 25 de agosto de 1825 (no se puede comprender a ésta sin conocer sus antecedentes de 1823), y en lo militar con las victorias de Rincón, Sarandí, Ituzaingó y Misiones; y que finalmente se concretaría, Gran Bretaña “ex machina” y en un giro inesperado, en razón de la Convención Preliminar de Paz (cuyos instrumentos se canjearon entre el Imperio del Brasil y las Provincias Unidas del Río de la Plata el 4 de octubre de 1828), en nuestra total Independencia cuyo hito jurídico quedó demarcado por el Juramento de nuestra Constitución el 18 de julio de 1830, gestada por una Honorable Asamblea General Constituyente y Legislativa del Estado que estuvo integrada por muchos ex Caballeros Orientales y otros patriotas que habían participado de los movimientos libertarios de 1822 y 1823.

1 Se refiere al Congreso Cisplatino, convocado el 15 de julio y que sesionó desde el 16 al 31 de julio de 1821, durante el cual el 18 de julio de 1821 se votó la anexión de la Provincia Oriental al Reino de Portugal, Brasil y Algarve, pasando a llamarse “Provincia Cisplatina”. La lista de sus participantes, obtenida de documentos históricos, puede consultarse en MONDINE Jean-Marie, Bajo la Escuadra y el Compás. Mitos y verdades sobre la Masonería, Ediciones de la Plaza, 2016, pp. 397-398.

2Su Majestad Fidelísima”. Título con que solía invocarse protocolarmente al Rey de Portugal.

3 El Cabildo de Montevideo, que recibió a los invasores portugueses entregando a Lecor las llaves de la ciudad el 20 de enero de 1817, firmó con el Reino de Portugal, Brasil y Algarve casi dos años después, el 30 de enero de 1819, el controvertido “Tratado de la Farola” o “Tratado del Fanal”, por el cual Portugal aportaba los materiales necesarios para construir un faro en la Isla de Flores y a cambio, Montevideo daba a Portugal todo el territorio de las Misiones, desde una línea que iba desde una legua al Sureste del Fuerte de Santa Teresa, en la margen occidental de la Laguna Merín y siguiendo en dirección Noroeste hasta la desembocadura del Arapey en el Río Uruguay. Satisfecho por tal liberalidad, Juan VI condecoró a todos los integrantes del Cabildo de Montevideo como Comendadores de la Orden de Cristo. Al respecto, v. MONDINE, Bajo la Escuadra… cit., p. 354.

4 Los nombres de estos Consejeros adeptos del Barón de la Laguna Carlos Lecor, asociados o nucleados bajo la “Orden del Lazo Verde” o de “los Imperiales”, pueden cotejarse en MONDINE, Bajo la Escuadra… cit., pp. 401-402.

5 Archivo General de la Nación, Archivo General Administrativo, Actas del Cabildo de Montevideo Tomo 17, Mayo 21 1819 - Diciembre 4 1823, fojas 168-169. El texto transcrito fielmente puede encontrarse en ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN, Acuerdos del Extinguido Cabildo de Montevideo Volumen Catorce, Montevideo, s/e, 1941, pp. 243-254.

6 Archivo General de la Nación, Archivo General Administrativo… Tomo 17… cit., folios 167 v.-168. ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN, Acuerdos… cit., p. 252.

7 Tomamos la versión de los textos de las Leyes de Independencia y de Unión del 25 de agosto de 1825, de ALONSO CRIADO Matías, Colección legislativa de la República Oriental del Uruguay ó sea Recopilación cronológica de las leyes, decretos, resoluciones gubernativas, tratados internacionales, acordadas del Tribunal y demás disposiciones de carácter permanente sancionadas con fuerza de ley desde la Independencia de la República basta nuestros días Tomo I 1825 á 1852, Montevideo, 1876, pp. 3-4.

8 Recuerda a la Soberana Asamblea General Constituyente del Año XIII en Buenos Aires, aunque no a los representantes elegidos por el Congreso de Abril de 1813 artiguista, sino a los elegidos en el Congreso de Capilla Maciel entre el 8 a 10 de diciembre de 1813 bajo la presidencia de José Rondeau, en que se eligió como representantes a Dámaso Antonio Larrañaga, Luis Chorroarín y Marcos Salcedo (todos sacerdotes), quienes se incorporaron a dicha Asamblea en 1814, estando ya previamente integrándola por la Provincia Oriental y desde el año anterior Dámaso Gómez Fonseca (también sacerdote), el único que había sido reconocido (elegido por Maldonado) ya que los Diputados artiguistas habían sido rechazados por supuestas razones formales. Gómez Fonseca pertenecía a la Logia Lautaro, entonces más conocida como “los Caballeros Racionales” de Buenos Aires en su primera etapa, en ese tiempo ya bajo la égida de Carlos María de Alvear quien había desplazado de la conducción a José de San Martín, teniendo ese partido logista prevalencia en la integración de la Asamblea General Constituyente del Año XIII. Luis Chorroarin será mencionado como integrante de la Logia Lautaro de Buenos Aires en su segunda época. Al respecto ver MONDINE, Bajo la Escuadra…, cit., pp. 235-239, 247-251, 334-339.

9 En verdad, desde los albores del proceso independentista del hoy Uruguay, éste siempre había querido regirse como Estado libre, soberano e independiente, pero a su vez también quiso libremente estar federado a las Provincias Unidas del Río de la Plata. Eso, por ejemplo, se aprecia en el Proyecto de Constitución para la Provincia Oriental de 1813 (Cap 1º art. 4º; Cap. 2º art. 15), en los arts. 6º y 7º de las Instrucciones reservadas que el pueblo de San Fernando de Maldonado dio a Dámaso Antonio Larrañaga el 8 de julio de 1813, y en ciertas fórmulas de juramento tomadas a las autoridades de nuestro primer gobierno patrio, el Gobierno Económico de la Provincia Oriental del Uruguay, constituido el 20 de abril de 1813: “¿Jurais q.e esta Provincia p.r derecho deve ser un libre Soberano e independiente, y q.e deve ser reprobada toda adeccion sugecion y obediencia al Rey, Reyna, Principe, Prinsesa, Enperador, ó Gobierno es Pañol y atodo otro poder estrangero cual quiera q.e sea y q.e ningun principe Estrangero persona Prelado, Estado potentado tienen ni deven tener Jurisdicion al guna superioridad preminencia autoridad u otro poder en cual quiera materia sibil Eclesiastica dentro de esta Probincia esepto la autoridad y poder q.e es o puede ser conferida p.r el Congreso Gral de las Probincias unidas?” Al respecto y para ejemplo, ver COMISIÓN NACIONAL ARCHIVO ARTIGAS, Archivo Artigas Tomo Undécimo, Impresores A. Monteverde y Cia S.A., Montevideo, MCMLXXIV, pp. 121-123 y 157; y COMISIÓN NACIONAL ARCHIVO ARTIGAS, Archivo Artigas Tomo Duodécimo, Impresoras A. Monteverde y Cia S.A., Montevideo, MCMLXXIV, pp. 19, 281 y 284.

10 DE LA SOTA Juan Manuel, Cuadros Históricos escritos por Juan Manuel de la Sota, año 1849, manuscrito inédito existente en el Museo Histórico Nacional, Cuadro X, pp. 505-517.

11 ARCOS FERRAND Luis, La Cruzada de los Treinta y Tres, Imprenta Nacional Colorada, Montevideo, ¿1925?, pp. 104-109.

12 ANAYA Carlos, Apuntaciones históricas sobre la Revolución Oriental (1811-1851). Publicadas y anotadas por María Julia Ardao (Apartado de la ‘Revista Histórica’ Tomo XX), Montevideo, Imprenta Nacional, 1954, p. 104.

13 PEREIRA Gabriel, Correspondencia confidencial y política del Sr. Dn. Gabriel A. Pereira Tomo Primero, Montevideo, Editores: Ottado y Cardoso, 1894, pp. 14-16.

14 El original de esta Proclama de Lavalleja se encuentra en el Archivo General de la Nación, Colección de Documentos diversos, Caja 319 Carpeta 2.