El Observador - agosto 30 de 2015
Por
definición la máxima investidura del poder es solitaria. El hombre que
inviste el máximo cargo de poder en un espacio específico está solo.
Pero el ejercicio del poder se puede ejercer en solitario, o se puede
compartir, o se puede consociar. El poder en solitario puede ser una
manifestación de fortaleza o una manifestación de debilidad. Hoy Tabaré
Vázquez es un hombre en soledad en el poder y esa soledad refleja
debilidad.
Por definición la máxima investidura del poder es solitaria. El hombre
que inviste el máximo cargo de poder en un espacio específico está solo.
Pero el ejercicio del poder se puede ejercer en solitario, o se puede
compartir, o se puede consociar. El poder en solitario puede ser una
manifestación de fortaleza o una manifestación de debilidad. Hoy Tabaré
Vázquez es un hombre en soledad en el poder y esa soledad refleja
debilidad.
Hay un tema de fondo en la arquitectura del
gobierno: el Tabaré Vázquez de 2015 no es el del 2005. Y esto no es un
tema biológico sino político. En primer lugar, en 2005 Vázquez era el
líder de todo el Frente Amplio. Por debajo suyo estaban potentes
referentes sectoriales presentes en el gabinete: José Mujica (MPP),
Danilo Astori (Asamblea Uruguay), Reinaldo Gargano (90), Mariano Arana
(Vertiente Artiguista), Marina Arismendi (entonces secretaria general
comunista); además del triunvirato conductor de la Alianza Progresista:.
Rodolfo Nin Novoa, Víctor Rossi y Héctor Lescano. Hoy Vázquez es líder
de la mitad o menos de la mitad del Frente Amplio. En el Parlamento
cuenta con el apoyo claro de 5 de los 16 miembros frenteamplistas de la
cámara alta y con 13, quizás hasta 15, de los 50 diputados. Pero además,
en una arquitectura política similar a la del último gobierno colorado,
al lado o enfrente del presidente hay un ex presidente que dirige y
representa al menos la mitad del partido oficialista, y que es capaz de
nuclear 35 (y hasta 37) de los 50 diputados oficialistas y 10 de los 16
miembros frenteamplistas del Senado.
En segundo lugar, porque en 2005 todos los líderes
mencionados se sentaban todos ellos en el Consejo de Ministros. El
único sector allí no representado era el Nuevo Espacio. Hoy los únicos
líderes sectoriales en el Consejo de Ministros son Danilo Astori (que
forma una dupla con el presidente, especialmente en lo relacionado con
la economía) y Raúl Sendic (oscilante en sus apoyos y sus alejamientos
del presidente, y con su Lista 711 cada vez más articulada con el
MPP/609 y con la 1001/PCU). Nin Novoa, Rossi, Arismendi son figuras del
entorno personal del primer mandatario, sin que haya sustanciales apoyos
políticos detrás suyo. El gabinete de 2015 es esencialmente un conjunto
de figuras relacionadas personalmente con el presidente de la República
o de perfil técnico. Hay un solo dirigente orgánico del MPP/609 (el
ministro del Interior Eduardo Bonomi) y ninguno de la 1001/PCU.
Un tercer elemento es que en 2003/2004, al
definirse la candidatura presidencial, la cúpula del Frente Amplio en
forma explícita extendió a Vázquez un cheque en blanco: para nombrar y
destituir desde ministros y presidentes de entes autónomos hasta
directores de división; y además, el compromiso de votar todas las leyes
a las que el presidente otorgase su plena bendición. Hubo un ejercicio
vertical del poder y un acatamiento a ese verticalismo. La única
disonancia, nada menor, ocurrió cuando Vázquez veta la Ley del Aborto,
con la sola firma de la ministra de Salud Pública (María Julia Muñoz),
sin la firma de otros ministros concurrentes en el tema como Educación y
Cultura e Interior, y sin el aval del Consejo de Ministros. Y veta una
ley de factura y aprobación propia y exclusiva del Frente Amplio. Ese
cheque en blanco no existe en la actualidad, no fue dado ni fue pedido.
Pero hay un elemento subjetivo nada menor. Toda la
izquierda, la izquierda política (el Frente Amplio y todos sus
sectores) y la izquierda social (con la dirigencia del PIT-CNT a la
cabeza) sentían que esa llegada de la izquierda pura al poder, por
primera vez en la más que sesquicentenaria historia de la República,
debía cuidarse como si fuese una pieza de cristal. Que cualquier
tropiezo grueso condenaba a la izquierda a perder el gobierno por un
largo tiempo histórico. Hoy el sentimiento es otro: la dirigencia del
Frente Amplio y la dirigencia sindical sienten que esta izquierda se
queda en el gobierno por largo rato, que revalida en 2019 y en 2024. No
importa cuánto hay de realidad y cuánto de deseos, porque lo que importa
es que cada quien actúa según su propia perspectiva. Y esa perspectiva
hace ver que no hay peligro en la conservación del gobierno, que la
pieza ya no es de cristal sino de acero. Por tanto, no hay riesgo de que
se rompa ni se resquebraje, y hay mayor libertad para juegos varios.
Es probable que el presidente, su entorno, sus
amigos, algunas apoyaturas políticas hayan pensado que tenía la misma
fuerza que en 2005 y que era el mismo escenario de entonces. Luego del
balotaje del 30 de noviembre hubo una lectura simplista del resultado:
Vázquez era el presidente más votado en la historia del Uruguay y la
totalidad de los votos habían ido a su persona. No le debía nada a
nadie.
Así fue que el presidente formó un gobierno
propio, personalizado. No comparte el poder con el resto del Frente
Amplio, con la mayoría del Frente Amplio. Toma las decisiones por sí o
en consulta con su entorno personal. No hay una consulta ni al otro gran
líder del Frente Amplio, José Mujica, ni al conjunto de líderes o
referentes sectoriales. El más consultado sin duda es Astori,
especialmente en lo que tiene que ver con la economía. Pero esto se
traduce en una cierta endeblez de Astori: debe soportar el peso de la
conducción económica con sus propias fuerzas, las del Frente Liber
Seregni. Su relación con el presidente más que darle apoyatura en estos
días juega a la inversa: es el Frente Liber Seregni el único soporte
político-partidario del presidente, además de las dos senadoras
socialistas (pero sin los diputados, alineados o conducidos por el
socialismo removedor).
Ahora, en los próximo días, habrá una prueba de
fuego. O el presidente logra un éxito clamoroso y su soledad deviene en
fortaleza, o no lo obtiene y, no solo para el tema de la esencialidad,
la enseñanza y el presupuesto, sino para lo que resta del gobierno, debe
salir de la soledad y abrir el juego a la consulta, a la decisión
colectiva. Y también debe volver a poner las cartas en el maso, barajar y
dar de nuevo. No necesariamente en cuanto a cargos, pero al menos en
cuanto a procedimientos; si es además en cuanto a darle pluralidad al
gobierno y comprometer a esa mayoría frenteamplista, más sólida podrá
ser la salida.
1Catedrático de Sistema Electoral de la
Universidad de la República (Facultad de Ciencias Sociales-Instituto de
Ciencia Política)