Asombrados, apenados, nos enteramos de que Eduardo #Galeano
 falleció en Montevideo, esta mañana. Y revisamos entre nuestras charlas con él para 
buscarle la esencia en esas palabras que aprendió a recortar para 
llevarlas a su significado más intenso. Para nuestro Galeano, el autor 
de #LasvenasabiertasdeAméricaLa
 "La memoria es una especie en vías de extinción"
 Para conversar con Eduardo Galeano hay que encontrarse en el Café 
Brasilero, en la ciudad vieja de Montevideo. Y ese lugar no es una 
elección casual. Para este escritor que no vive en el pasado pero sí que
 añora la época de los cafés "donde había tiempo para perder el tiempo",
 ese es el sitio elegido en el cual dejarse llevar durante horas en una 
charla distendida.
 La excusa de esta nueva entrevista, realizada a
 fines de noviembre de 2012, es conversar sobre su último libro, Los 
hijos de los días; un mosaico de la Historia con mayúsculas, en el que, a
 modo de calendario, cada día cuenta una historia, con las palabras 
mínimas a las que ya nos tiene acostumbrados Galeano desde hace años. 
Fechas inoxidables, personajes que perduran -de los buenos y de los 
malos-, episodios que cambiaron el mundo para siempre, injusticias de 
todos los colores, batallas perdidas, pequeños triunfos, grandes 
esperanzas; todo va y viene en la línea del tiempo y reconstruye lo que 
somos y lo que hicieron de nosotros. 
Por eso Eduardo llega con una ejemplar del libro debajo del brazo, para regalarnos, al mejor estilo de los cuentacuentos, algunos escritos que relaciona con los temas que van surgiendo a lo largo de la charla.
Por eso Eduardo llega con una ejemplar del libro debajo del brazo, para regalarnos, al mejor estilo de los cuentacuentos, algunos escritos que relaciona con los temas que van surgiendo a lo largo de la charla.
 Pero también hay un tiempo de
 mirar hacia atrás, de recordar a esos amigos que ya no están, los 
proyectos que forjaron la juventud del periodista de entonces; hablar 
del presente en Uruguay y tomarse un rato para analizar lo que sucede 
con el pueblo de Palestina; y mirar hacia adelante: a los chicos, esos 
pequeños portadores de verdades y libertades que después nos cercenan 
los adultos, a la maquinización que avanza y nos pone en la mira de los 
objetos que creamos para que nos faciliten la existencia, a esas 
palabras que le siguen brotando mientras escribe y tacha y simplifica y 
limpia.
 -¿De dónde proviene esa idea de que somos hijos de los días?
 -De una frase que escuché en una comunidad maya hace muchos años: 
"Nosotros somos hijos de los días", que me impresionó muchísimo porque 
es la única cultura de las américas en la que el tiempo funda el 
espacio. Me quedó zumbando en la cabeza durante años. Si es así esa 
idea, entonces cada día debe tener alguna historia que contar. Estamos 
hechos de átomos pero también de historias. Este libro son 366 
historias. Después Albert Einstein le dio categoría científica a esto 
del tiempo, pero era maya sin saberlo... me encantó la idea del tiempo 
generando y generándonos a nosotros, los humanitos, y a su vez nosotros 
con historias para contar.
 -Y en este libro volviste a los dibujos...
 -Sí. En realidad son collages, son pegotes. Yo no soy un artista: 
agarro tijeras, engrudo, revistas, diarios y almanaques. Son miniaturas 
sin ningún valor artístico pero que a mí me entretienen. Y además 
vendría a ser un contrapunto de los textos: cuando yo era chico me 
encantaba leer los libros ilustrados, con figuritas. Cuando venían sin 
figuritas era espantoso. Entonces hago así los libros, como a mí me 
gustaban de chico.
 Algo similar me pasa con la fotografía, que me
 encanta, pero yo soy un pésimo fotógrafo. Tampoco hay que confundir el 
violín con la música... es un instrumento. Yo soy muy amigo del 
brasileño Sebastião Salgado y si ves las camaritas con las que él 
trabaja, pensás: "esto no da ni para un cumpleaños infantil", y sin 
embargo hace unas fotografías increíbles. Salgado era economista y nunca
 se le había ocurrido estudiar fotografía ni nada, y le prestaron una 
cámara y fotografió el desierto de Salhen. Y a partir de ahí se 
convirtió en quien es ahora. Hace diez años que está con una nueva 
investigación: cómo empezó el mundo, y tiene un trabajo excelente: 
registra sólo las escenas de amor, desde los distintos puntos de vista, 
incluso con animales, en todas partes del mundo.
 -Por la brevedad
 de los textos y la cantidad de personajes presentados, tus libros 
vendrían a funcionar como disparadores, para que los lectores sigan 
profundizando por su cuenta...
 -Esa es la idea, la de escribir de
 tal manera que lo que uno escribe se multiplique dentro de quien lo 
recibe con sus palabras y sus silencios; que sea un vaivén creativo, no 
un acto de consumo. Que se genere un diálogo de verdad.
Por ejemplo, en este libro vuelvo a traer a Simón Rodríguez. Un oculto de la historia; ahora se va a editar un libro en Uruguay sobre él y creo que hice mucho para que se visibilice. Con estos grandes personajes uno descubre no sólo las estatuas que sobran sino, sobre todo, las que faltan.
Por ejemplo, en este libro vuelvo a traer a Simón Rodríguez. Un oculto de la historia; ahora se va a editar un libro en Uruguay sobre él y creo que hice mucho para que se visibilice. Con estos grandes personajes uno descubre no sólo las estatuas que sobran sino, sobre todo, las que faltan.
 Una de las cosas que más me interesan es cómo Simón 
Rodríguez planteó el uso de las manos: la enseñanza manual mezclada con 
la intelectual estaba prohibida por la tradición colonial. En el siglo 
XVII, un rey borgón decide en España que el hecho de usar las manos en 
el trabajo no te degrada, es decir que no se pierde el título de 
hidalguía ni el derecho a ser llamado "don" por usar las manos. Pero 
antes era denigrante. Hay decretos anteriores a ese que hablan 
claramente de los oficios viles; eran todos los que usaban las manos: 
carpintería, albañilería, trabajo de la tierra, alfarería, que eran los 
que pagaban impuestos; en cambio, los curas holgazanes y los milicos no 
pagaban.
 Y don Simón pregonaba que fueran juntos: estaba en 
contra de esa división del trabajo, que en definitiva es una división de
 clase: él desafiaba la estructura de clase establecida, que provenía de
 la colonia, que generó una sociedad de zánganos, donde el que valía era
 el que vivía sin hacer nada... y eso después se transmitió en los 
tangos. Todavía pesa mucho el desprecio por el trabajo manual y la 
relación a veces absurda con lo que se llama trabajo intelectual, que 
habría que ver hasta dónde se puede separar uno del otro. El hecho es 
que esas eran máscaras que enmascaraban -y todavía lo hacen- una 
estructura de clases muy injusta que expulsa a la mayoría de la 
población, y también el racismo, porque los oscuritos eran los que 
trabajaban con las manos, en cambio los blanquitos eran superiores que 
los miraban trabajar: eran doctores. Y contra eso se levanta don Simón.
 -Las mujeres adquieren un protagonismo notorio en este nuevo libro...
 -Porque voy escribiendo a medida que voy descubriendo mujeres que valen
 la pena: no por el hecho de ser mujeres, sino por ser personas que 
hicieron o dijeron cosas que vale la pena recordar o restablecer.
 por Nadia Fink / Foto: Mariana Berger
 (La nota completa en la edición especial #7 - Enero 2013)
http://www.revistasudestada.
El escritor uruguayo Eduardo Galeano murió esta mañana a los 74 años en Montevideo.
Según el diario, Galeano murió en la mañana esta mañana en el sanatorio del
 Casmu 2, en Montevideo, donde estaba internado desde la semana pasada.


 
