Mario Wong,   Libia Acero- Borbón, Efer Arocha, Jorge Torres y Mirta Camaño
El
 pasado 17 de diciembre en París en La Maison de L’Amerique Latine, la 
Revista Vericuetos presentó la edición 26 en formato de libro conformada
 por 261 páginas, dedicada íntegramente a la literatura del Uruguay. A 
partir de la década del 80 del siglo pasado, con textos de una treintena
 de poetas, una docena de narradores y la misma cantidad de 
ilustradores. Además de los textos anotados, la publicación contiene un 
editorial y una introducción explicativa. El editorial  por el escritor y
 director Efer Arocha, y la introducción por Alejandro Michelena.
Hubo
 una nutrida asistencia de lectores de literatura de América Latina, 
España y personalidades latinoamericanas. Se hizo sentir la presencia de
 distinguidas figuras de la poesía, narrativa, pintura, escultura, 
música y distintas profesiones. En poesía uno de los que se encontraba 
fue el bate chileno Orlando Jimeno Grendi.  Narrativa, Telmo Herrera del
 Ecuador. Pintura, Francisco Trujillo de Colombia. Música, Alvaro Gómez 
Orozco de Colombia. La académica y poeta Luisa Ballesteros de Colombia. 
El investigador francés del CNRS en lenguas africanas  Yves Moñino, el 
cineasta español Arribas Alexander, la soprano mexicana Laura 
Buenrostro, la diseñadora Ingrid Lahoud,  el ingeniero Hernando Franco,El escultor Alfonso Díaz, La psicoanalista Paulina Macías, el especialista en literatura francesa Camilo Begoya, la
 historiadora Patricia Prieto, el cineasta Marino Valencia, la ingeniera
 Catalina Pimiento Rodríguez, la rectora Esperanza Rodríguez y  en ese 
orden otras personalidades.
Los
 asistentes permanecieron absortos durante una hora de lectura, rasgada 
por intensos aplausos cada vez que la creación lograba cruzar la barrera
 del silencio por su excelente contenido.
La
 Actriz uruguaya Mirta Camaño; inició la lectura con el poema Vellón de 
Silvia Riestra, seguido de Montevideo de Laura Chalar; Para Las Focas de
 Juan Manuel Sánchez; Fragmento de la novela Marginautas de Adolfo 
Guidali
Los
 intermedios fueron amenizados por el arpista español Carlos Luvera. El 
escritor peruano Mario Wong leyó un fragmento Del Tiempo En Una Hoja de 
la escritora Lilian Irigoyen.
El
 poeta colombiano Jorge Torres leyó un fragmento de la introducción de 
Alejandro Michelena y cuatro poemas: El Viento Es Un Perro de Andrea 
Estevan; Ora Pro Nobis de Isabel Barreiro; En La Luz Del Eclipse de 
Ingrid Tempel y Devenir de Sandra Miguez
La
 poeta colombiana Doris Ospina leyó tres poemas: A Veces Cuando Llueve 
de Mónica Marchesky; Ejercicio De Olvido de  Isabel De La Fuente y 
Crisálida II de Silvia Martínez Coronel
La
 mesa fue presidida en representación de Vericuetos por  Efer Arocha y 
Libia Acero- Borbón. La embajada del Uruguay estuvo representada por la 
encargada cultural señora María Fernanda García. Los dos representantes 
del Uruguay no pudieron asistir por fuerza mayor: Alfredo Riboira sufrió
 una luxación en un pie inhabilitándolo para caminar, y Alejandro 
Michelena  a quien esperábamos con entusiasmo, puesto que fue el 
encargado de preparar la carpeta de todos los publicados, teníamos vivo 
interés de conocer pormenores de todo ese duro trabajo que exige mucha 
paciencia y tacto como es el de compilar. Además, para que nos hablara 
de las figuras jóvenes de promisión del Uruguay, tan desconocidas para 
nosotros. El no pudo asistir por inconvenientes de última hora.
Como
 es tradición en las presentaciones de las ediciones de Vericuetos, 
terminado el acto cultural se continúa con festejo reminiscente de la 
vieja bohemia parisina, la cual hoy escasamente titila, por no afirmar 
que es inexistente. En grueso grupo nos trasladamos a un bar cercano, 
donde cada quien bebió copioso y participo de los distintos diálogos 
entablados en torno del Uruguay. Como el ensayo no tuvo espacio en la 
edición fue el que abrió el palique. En el conversar salió a flote lo 
original del pensamiento uruguayo, comenzando por Enrique Rodó quien 
aspiraba a lograr cuajar un noseología propia correspondiente a nuestros
 valores regionales y en su tiempo logró aglutinar a una parte de la 
juventud en torno de su obra Ariel. Al margen de los contenidos 
ideológicos, Rodó es una de las fuente nutricia para lograr una 
filosofía de nuestros pueblos. Desde luego, en términos de ensayista es 
inomitible Eduardo Galeano sobre el que disertaron muchos de los 
contertulios.
En
 la reunión surgió la buena charla, donde se habló de todo lo 
concerniente al Uruguay  y no se habló de nada. Buena parte se 
sorprendía en conocer que el Uruguay posiblemente será el primer país 
del mundo en resolver la utilización de las fuentes de energía 
completamente ecológicas. Y en el mismo sentido, será la primera nación 
en eliminar la pobreza absoluta; además de otros hitos. Siguiendo la 
brecha política se discernió sobre el rol del país en materia de 
integración continental. Punto que produjo una honda emoción por el 
interés del tema; había los que consideran que la clave de la 
integración la define el factor económico como el elemento principal y 
determinante. Mientras que otros esgrimían distintos argumentos dando 
como resultado final un nuevo contenido que a largo plazo resulta ser 
definitorio en razón de ser los pilares fundadores  de la patria grande,
 la soñada nación latinoamericana, desde México hasta Chile. El es el 
arte y la cultura, donde la literatura es un constituyente determinante,
 por ser el sedimento identitario de cada país en su particularidad, 
para luego fundirse en un todo dando paso a una nueva identidad  
supranacional que será el gran país de los latinoamericanos.  
El
 punto anterior lo entiende claramente Vericuetos. De ahí que una de sus
 principales tareas  se centra en dar a conocer la literatura y poesía 
de cada uno de los países de la región que nos ocupa. Para la revista es
 tan nuestro, Temblor de Cielo de Vicente Huidobro, como los murales de 
David Alfaro  Siquieros, o la balada, Viejo mi Querido Viejo  de Piero. 
Donde lo local es apenas un accidente fenomenológico que le da 
existencia para ascender a lo continental, que es el espacio portador de
 la trascendencia, ella, peldaños de lo genuinamente universal.
A modo de introducción
                                                                                        Por Alejandro Michelena
        Toda
 antología literaria es necesariamente relativa y arbitraria. Lo 
primero, porque más allá de la ecuanimidad e inteligencia en el criterio
 utilizado para estructurarla, siempre será posible comprobar ausencias y
 presencias debidas al gusto o disgusto de los compiladores, no 
compartidas por lectores y críticos de manera unánime. Y toda antología 
es arbitraria desde el momento que hay que elegir un lapso de tiempo que
 la defina y limite, sobre el cual también surgirán cuestionamientos de 
manera inevitable. El trabajo que encaramos con  Adolfo Guidali para la 
revista Vericuetos, no es -no pretendemos que sea-  una antología; es 
apenas una muestra de la Literatura Uruguaya desde los ochenta hasta el 
presente.
Elegimos
 como punto de arranque el año 1980 del siglo pasado por dos motivos 
fundados. En primer lugar por su significación histórica para todos los 
uruguayos, al concretarse en el mes de noviembre del mismo el Plebiscito
 que convocado por la dictadura cívico-militar que tiranizaba el país 
desde el 73 recibió el No de la ciudadanía a su pretensión de 
perpetuarse en el poder, generando la posibilidad de un proceso de 
recuperación democrática que de otra forma hubiera sido, en el mejor de 
los casos, mucho más lento y dificultoso. Pero además en ese momento 
comenzó a resurgir la actividad cultural que había decaído en el lustro 
anterior por razones explicables, dando lugar a fenómenos como el 
desarrollo de un canto popular cuestionador del estado de cosas y no por
 ello menos creativo, la diversidad y calidad de propuestas teatrales, 
la creatividad en las artes plásticas; en lo 
literario:
 la aparición de buenas revistas juveniles, de nuevas y pujantes 
editoriales, la vigencia de la poesía y la eclosión de una narrativa 
vinculada directa o indirectamente a la realidad de entonces.
          
 En ese marco, en ese escenario propicio comenzará a manifestarse una 
nueva promoción de escritores. La que de manera infeliz algún crítico 
denominó del silencio, cuando en realidad no fueron nada silenciosos. 
Lejos de la perspectiva de poetas y narradores algo mayores, que habían 
comenzado dificultosamente en el crepuscular segundo lustro de los años 
setenta (éste sí un período de obligado silencio y monólogo oficial sin 
otras voces), les tocará desarrollarse y desplegarse en pleno período de
 recuperación democrática.
La
 muestra que presentamos arranca con este grupo de escritores, pero  al 
tener la pretensión de llegar hasta el presente incorpora -siguiendo en 
la demanda el esquema sugerido para la cronología de las generaciones 
por Julián Marías, quien se inspiraba a su vez en Ortega y Gasset- dos 
nuevas camadas: la de los años noventa, que coincidió con el 
Neoliberalismo en lo político social y económico y el Posmodernismo en 
materia estética, y la que podríamos denominar Generación de la crisis 
del 2002.
Al
 tratarse de una muestra para un formato dossier naturalmente debimos 
contar con la obvia limitación de páginas, sin el aire que da el libro, 
lo que nos obligó a una mayor concentración e implicó como resultado una
 selección más acotada. Y por cierto: quedaron por el camino autores que
 habrían formado parte en buena ley de una propuesta más amplia.
Algo
 que singulariza a los escritores surgidos luego del año 80, a todos 
ellos, más allá de los caminos estéticos y  creativos -que son muy 
diversos- es el hecho de pertenecer definitivamente a un ámbito cultural
 signado por lo audiovisual, las nuevas tecnologías de comunicación, la a
 veces dramática inserción en un mundo cultural globalizado, y en muchos
 casos la no contradictoria reafirmación de identidades a variado nivel.
 El rasgo que para el crítico Luis Gregorich marcó a fuego a la 
generación literaria argentina de 1955 –la influencia de los medios de 
comunicación en su visión del mundo y consecuentemente en sus obras– en 
las promociones uruguayas de  los últimos veinte años del siglo pasado y
 lo que va de éste se ha vuelto un elemento radical y definitivo. El 
período arranca con la irrupción en el país de la televisión a color, y 
al poco tiempo se instaló el fenómeno del video, y muy poco después los 
CD a los que siguieron los DVD; lo audiovisual irrumpiendo como nunca en
 la vida cotidiana y en la formación de las mentalidades. Son además 
contemporáneos del repliegue de la prensa escrita, del protagonismo 
cultural de la radio y de la aparición de las computadoras destronando a
 las clásicas máquinas de escribir. Y en mitad de los noventa llega 
Internet; en poco tiempo el correo electrónico sustituye al correo 
análogo por su alcance e inmediatez; todos los códigos de información y 
comunicación se transforman.
Este
 proceso inevitablemente marcó de muchas maneras a los poetas y 
narradores que integran esta muestra. En algunos casos lo percibimos en 
las temáticas, pero sobre todo está claro en el lenguaje y estrategias 
comunicativas. Y si bien en la saludable diversidad de las propuestas 
encontramos creadores que parecen alejados de las consecuencias de los 
cambios ocurridos a nivel tecnológico y sus repercusiones, incluso en 
ellos se descubre alguna marca de los nuevos paradigmas.
En
 lo literario, las influencias nutricias para este variado conjunto de 
poetas y narradores son naturalmente diversas. No se percibe entre ellos
 ni siquiera el aparente consenso por mayoría (donde siempre importaron 
los disensos, los caminos personales) que en otras etapas galvanizaba a 
los jóvenes que se iniciaban en las letras. Aunque entre los poetas sí 
vale la pena 
marcar
 la significativa aparición –en aquel augural 1980– de un libro 
considerado por la crítica como un parte aguas en la poesía uruguaya de 
aquellos años: Apalabrar, de Salvador Puig. Tal vez sea éste el único 
referente que aglutine entusiasmos comunes entre algunos de los poetas 
que incluimos. Y quizá, hasta cierto punto al menos, por contraposición 
Mario Benedetti puede haber operado como el anti modelo para la mayoría 
de los narradores y poetas que aquí aparecen.
Para
 redondear esta nota introductoria vale la pena, aunque sea en ligeras 
pinceladas, bosquejar el perfil de todos los autores que a través del 
dossier ponemos a consideración de los lectores de Vericuetos. Elegimos 
para su ubicación un ordenamiento posible entre otros: el orden 
alfabético a partir del nombre de pila.
Pero
 vayamos a los poetas, que son mayoría: Agamenón Castrillón, que 
desarticula y repotencia las palabras y recrea climas de pago chico. 
Alex Piperno, experimentando y volando a su aire a través de la prosa 
poética. Alicia Preza, con un verso contenido y sugerente de gran 
potencia lírica. Alvaro Ojeda, indudable poeta mayor, equilibrando la 
profundidad conceptual y el ritmo. Andrea Estevan, intensa y apasionada a
 través de un decir intransferible. Andrés Echevarría, poniendo su  
sabiduría poética en el objetivo de recuperar formas clásicas para un 
decir actual. Claudia Magliano, una potente voz desde lo femenino hacia 
lo universal. Daniel Cristaldo, genuino en su camino surreal y afirmado 
en sus recursos. Daniel Vidal, con un decir que incorpora el humor y la 
crítica. Diego Rodríguez Cubelli, retomando en clave elegíaca moderna la
 clásica oración por la muerte paterna. Eduardo Roland, homenajeando a 
un maestro en versos y encare poético afines. Elbio Chitaro, con un 
verso libre y bien estructurado evocando la muerte paterna en un marco 
de referencias evangélicas. Enrique Bacci, talento y búsquedas en 
lograda escritura. Gustavo Wojciechowski, quien como orfebre de las 
palabras las ilumina sin que pierdan su aura cotidiana.
Pero
 también están: Horacio Mayer, olvidado gran poeta – de obra escasa pero
 iluminada – que siendo de otra generación publicó sobre fin del pasado 
siglo. Ingrid Tempel, también de la generación del anterior, muestra una
 voz soterrada pero intensa, con lograda forma y un matiz reflexivo. 
Isabel Barreiro, con un decir poético potente, que recrea desde los 
dramas modernos la intemporal voz del salmista. Isabel de la Fuente, 
moviéndose desde lo introspectivo hacia el deseo amoroso a través del 
largo aliento del poema. Juan Manuel Sánchez Puntigliano, con auténtico 
espíritu transgresor en bien logrados versos. Jorge Pignataro, que en 
forma contenida, con adecuado lirismo, trabaja la evocación nostálgica 
en un escenario provinciano. Juan Pablo Pedemonte, deleitándose con el 
ritmo y sonido de las palabras en una insinuación a lo barroco. Julio 
Inverso, auténtico maldito de los noventa y hoy fundamentado autor de 
culto. Lalo Barrubia y sus versos de larga respiración desmenuzando – 
con ironía y humor negro, pero también dolor – la condición existencial 
de la mujer más allá y más acá de los estereotipos complacientes. Laura 
Chalar, con voz madura y contenida, retratando poéticamente lugares de 
su ciudad. Laura Inés Martínez Coronel, con despliegue elegíaco y 
poderosa imaginación al servicio de una poesía convincente.
Y
 siguen otros: Luis Bravo – con innegable maestría – recorre y recrea en
 lograda poesía la casa de la infancia. Luis Pereira Severo demuestra 
una vez más su capacidad para lo erótico tratado con humor y acertadas 
referencias culturales. Mariela Nigro, poeta de rigurosa estructuración y
 lirismo hondo. Melisa Machado indagando en lo sicológico profundo con 
rotunda poesía. Mónica Marchesky creando con pericia y buenos recursos 
un sutil clima fantástico. Nidia Di Giorgio Médicis, en la búsqueda de 
mundos imaginarios con estilo propio. Roberto Mascaró, con una obra 
siempre en crecimiento, variación e intensidad, explorando 
incesantemente nuevos rumbos. 
Sandra
 Míguez, estructura y fuerza equilibradas y potenciadas por la 
intensidad. Silvia Guerra desplegando sabiduría poética en sugerente 
texto que convoca arquetipos centrales de la cultura universal. Silvia 
Martínez Coronel evidenciando sus buenos recursos en el género. Suleika 
Ibáñez con su maestría y su peculiar mundo literario. Sylvia Riestra 
delineando en poema de largo aliento una convincente metáfora acerca de 
tópicos universales como la inocencia y el sacrificio.
Los
 narradores están representados en esta muestra en número menor, pero 
con sostenida calidad. Adolfo Guidali, quien aparte de ser 
corresponsable de esta selección debe integrarla necesariamente al ser 
uno de los escritores más completos del período, sobre todo como 
novelista pero también en sus relatos cortos. Andrea Blanqué, con ya 
larga experiencia en el oficio de narrar –como cuentista y novelista – 
con lograda mirada crítica en lo social y cultural, y creíbles 
personajes. Cecilia Ríos, con poca obra édita, pero suficiente para 
valorar su logrado oficio, y su versatilidad y sabiduría para contar 
historias. Horacio Cavallo ha sabido reflejar en su obra, con veracidad,
 las pequeñas y grandes aventuras de la vida cotidiana. Ignacio 
Martínez, narrador versátil, representado aquí por su mejor relato para 
jóvenes. Inés Bortagaray despliega su potencia y habilidad en relato de 
iniciación en el oficio periodístico que se conecta – en clave no 
dramática – con los testimonios y la memoria a construir del pasado 
reciente. Por su parte, Lilián Hirigaray teje con elegancia una 
peripecia de pareja en un ámbito mediterráneo con reminisencias 
clásicas. Marcia Collazo representa la fuerza y el logro de la narración
 histórica solvente. Nelson González Casaravilla nos sumerge en una 
atmósfera de suspenso de raigambre kafkiana. Pablo Dobrinin, con un 
logrado oficio narrativo en el género – poco frecuentado en las letras 
uruguayas – de la ciencia ficción. Pablo Silva Olazábal traza, con 
minucia minimalista, las obsesiones del personaje en torno a su mascota y
 a su amor menguante. Paola Gallo bosqueja con soltura una parábola 
acerca de los símbolos y la sustancia que representan. Sofía Rosa ensaya
 una fragmentaria recreación de sensaciones y experiencias de infancia. 
Sofi Riccero se mueve cómoda en medio de un texto denso y barroco, 
cargado de alusiones culturales, oscilando entre lo narrativo y lo 
poético.
Lo
 del comienzo: esta es una muestra de la Literatura uruguaya de los 
últimos treinta años, que sin tener pretensión abarcativa nos atrevemos a
 asegurar que es lo suficientemente representativa. Y más allá de los 
méritos que puedan señalársele, viene a llenar un vacío de larga data en
 cuanto a la presencia en París y en Europa como – colectivo –  de todo 
el corpus literario producido en el Uruguay.
                                                                                     ***
EL VIENTO ES UN PERRO
que logró escapar
corre
sin piedad sin rumbo
corre
el viento no es un perro
son cientos miles millones
todos los perros del mundo
que la sintaxis me condene
a cadena perpetua
no a ellos
des/atados
des/carnados
des/hechos
des/dichados
des/tratados
des/terrados
des/desdeñados
des/cuidados
des/aparecidos
perros de este mundo
perros de las constelaciones
perro de horóscopo chino
perro de las canciones
perros policías
perros ladrones
perros de los poetas
perros de película
perros animados
perros arrimados a sus amos
perros sin dueño
pero esperanzados
perro solo bien se lame
perros de la calle
amores perros
perro caliente
vida de perro
perro que ladra
amigo fiel
logró escapar
corre
el viento no es un perro
son cientos miles millones
todos los perros del mundo
  
                                                         
Ladrando                                                                  
Andrea Estevan
                                                                 ***
EJERCICIO DE OLVIDO
Hacer el ejercicio del olvido
hoy y mañana y siempre
olvidar lo salvaje de las palabras
dejar los sentidos a un lado
abrirse paso por las horas insensibles
con una media lágrima
que no sangra ni rasga ni nada
—así no ayuda el dolor no sale y
ni siquiera siente pero le duele—
y entonces
es sólo deslizarse
dice desde dentro
una voz muy queda
es sólo deslizarse
dejarse ir por las horas
y descubrirse en el intento
y en la repetición
y en el querer estar de estreno
y la costumbre
como una rémora un hongo
una planta trepadora y voraz
como un grito
salirse intempestivo
desbordado
como negro mar ajeno
como piedra que rompe el aire
como nada
así
exactamente
en ese ritmo
esa cadencia
y el silencio
ese silencio que te ahoga
luego el aullido
siempre a la Luna
guijarro que me robo
y me llevo en los bolsillos
y después no queda nada
en esta calle
y en la noche
y en lo oscuro
el pensamiento y su siesta
y los dolores las heridas
y esas cosas
y callarse o decirse
o yo qué sé
como se pueda
como se pueda
apretando lo rojo del deseo
entre las manos
y todos los sabores de tu nombre
se hacen agua en mi boca
sin nombrarte
sin un respiro
como esa lluvia
lenta y pertinaz
la moneda de los días
Isabel de la Fuente

 
