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Un
 24 de junio, hace 80 años, el aeródromo de la ciudad colombiana de 
Medellín era escenario de una trágica colisión de aviones. El incendio 
subsiguiente, segó la vida de Carlos Gardel junto con su guitarrista y 
socio de composición Ernesto Le Pera..
Última foto de Gardel y su comitiva, en el avión en que encontraría la muerte.
Si
 origen y primeros años de vida de Gardel son todavía motivo de 
discusión –hay controversias sin resolver respecto a su genealogía, la 
fecha y el lugar de nacimiento- no lo fueron menos las circunstancias de
 su trágica desaparición. Una versión probable es que la rivalidad entre
 el piloto del aeroplano en el que viajaba Gardel y el del aparato de 
otra compañía que estaba en la pista, hizo que aquel realizara una 
arriesgada maniobra que terminó en catástrofe. Teorías más 
conspirativas, hablan de un incidente violento dentro del avión, que 
incluyó un disparo de arma de fuego que alcanzó al piloto haciéndole 
perder el control de la aeronave.
Los escombros humeantes de los dos aviones siniestrados.
Los
 restos del cantante tampoco alcanzaron de inmediato, la paz del 
sepulcro. Fueron exhumados para ser trasladados a Buenos Aires, donde su
 tumba en el cementerio de La Chacarita desde entonces es lugar de 
peregrinación. Las peripecias de su tránsito desde Medellín hasta su 
último destino, están contadas en la siguiente nota periodística, cuya 
lectura recomiendo:
El 5 de febrero de 1936 el vapor de bandera estadounidense Pan American
 a cuyo bordo viajan los restos mortales de Gardel, hace escala en el 
puerto de Montevideo. Se le organiza en nuestra ciudad un homenaje 
multitudinario, permaneciendo el féretro expuesto durante varias horas, 
en capilla ardiente, en el túnel del edificio de la Aduana.
El vapor SS Pan American en el puerto de Montevideo, trayendo los restos de Carlos Gardel con destino a Buenos Aires.
El
 aniversario de la muerte de Gardel, junto con el del triunfo de 
Maracaná que se cumple el mes próximo, ocupan lugares de privilegio en 
el santoral laico uruguayo y cada año son objeto de puntual y minuciosa 
recordación que opacan cualquier homenaje que se confiera a algunas de 
nuestras más importantes gestas independentistas (Las Piedras, Guayabos,
 Rincón, Sarandí).
La casa que Gardel se hizo construir en la calle Podestá de Montevideo, y que nunca llegó a ocupar. 
Reconozcamos
 que Gardel es objeto de recuerdo y veneración en muchísimos lugares del
 mundo. Destaco especialmente la nota de Alfredo Grimaldos que le dedica
 a este 80º. aniversario de su muerte, en el diario español El Mundo. Permítaseme reproducir algunos de sus párrafos:
“Carlos
 Gardel es el cantor popular más grande de la historia. Y lo dice un 
flamenco, enamorado del arte de Antonio Mairena, Terremoto de Jerez y 
Tomás Pavón.”
Y destaca la influencia que el porte y la manera de cantar de Gardel tuvieron en notables cultores del flamenco, señalando:
“Quien mejor cultivó la herencia de Gardel con soniquete flamenco fue el gaditano Chano Lobato … En
 su disco ‘Que Veinte Años no es Nada”, grabado en 1980 con la guitarra 
magistral del sevillano Manuel Domíguez, Chano hizo una inolvidable 
versión de ‘Volver’, una de las obras inmortales de Carlos, por 
bulerías. Una genialidad.”
Acá tienen una versión:
Valga
 el genuino arte de Chano Lobato para lavar las afrentas que ha 
propinado al repertorio gardeliano, el detestable Julio Iglesias. Y 
aquellos puristas a quienes les rechine escuchar uno de los hitos 
gardelianos en clave de “bulerías”, recuerden que el “Morocho del Abasto”
 cantó además de canciones criollas y tangos, también géneros tan 
dispares y tan poco arrabaleros como gatos, cuecas chilenas, bambucos y 
pasillos colombianos, habaneras, jotas aragonesa, foxtrot y shimmy “gringos”, baladas rusas…
Este
 24 de junio y sus resonancias en el Río de la Plata y otros lugares del
 globo, trajo a mi memoria el haber conocido hace muchos años ya, 
durante algunos veraneos en Parque del Plata, a Don José María Silva –el
 “fotógrafo de Gardel”– a quien se debe la más icónica de las imágenes del “zorzal criollo”. 
Magnífica
 persona, de trato fino y agradable, tuvo la gentileza de obsequiar una 
fotografía de estudio de mi hija María Ximena, realizada en su 
tradicional local de la calle Rondeau 1509 de Montevideo donde también 
inmortalizara la imagen del mítico cantor.
 
 








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