Julio Dornel
“AYUDANTE Mayor de los Blandengues
con cien hombres marchaste a la frontera.
El Chuy te vio alerta y vigilante
acechando los grillos y el lucero.
El infinito mar tuvo una copla
que te habló de naufragios y veleros.
Una gaviota se perdió a lo lejos
y alguna pena se te fue con ella.
Con la noche prendida a las espaldas
Santa Teresa saludó el regreso:
desensillaste el cuerpo y el caballo
y resumiste en el papel del parte
tus peripecias de hombre en la Frontera.
Escuetamente como debe ser,
hablaste de la hacienda rescatada,
de los retobos de tabaco negro
apresados a tiros de trabuco.
Después de nuevo a perseguir matreros,
a cabalgar crepúsculos y lluvias,
improvisar fogones, bichar indios
y entretener el ocio con paisajes.
MURIÓ Esquivel Aldao...
Lo encontraron ya frío, boca abajo,
muerto al caer de su cabalgadura.
Fue su última campaña de blandengue.
Aquí están sus soldados, los primeros,
en verlo con su rostro de difunto:
Sargento Mirabal, José Martínez,
cabizbajos, sin voz ante la Muerte.
La partida a caballo, galopando,
llanura y serranías,
detuvo sus avances militares
para darle a una vida sepultura.
Doloridos paisanos de uniforme
transportaron el cuerpo a la cuchilla.
El día se apagaba entre palomas.
La primavera presenció el entierro.
La primavera, el gaucho y el caballo:
singular trilogía campesina.
Después Artigas escribió en el parte:
"Determiné enterraran su cadáver
en cercana cuchilla
con miras de llevarnos sus despojos."
Otro arbitrio no había. Arriba un cuervo
se clavaba en el cielo...
FÉLIX de Azara remansó el pampero
que suelto andaba por el suelo patrio.
Delineó el caserío y con madera
fragante de esperanzas y de anhelos
forjó el poblado que creció en el tiempo.
No hubo palomas, pero sí zorzales
que al batir la campana campesina
aletearon plegarias y oraciones.
Y Artigas, por el pueblo que nacía,
repartía las chacras, las estancias,
para que el hombre sedentario hiciera,
mansa ganadería, agricultura
retoñando en canción sacrificada.
Alguien trajo mujer, hijos, oficio;
el gaucho trova dijo su mensaje;
el indio bautizó sus pequeñuelos.
Hubo una escuela en Batoví, hubieron,
trigales saludando la esperanza.
Félix de Azara remansó el pampero.
Artigas vigilaba su destino...
QUIEN como tú, para saber la vida
germinando valiente por la Patria.
Quién como tú, paisano de mi tierra
para darnos,
un horizonte libre: PATRIA Y CANTO!!
Te vio el paisano en el rodeo, pronto,
para enlazar la res, te vio el matrero
con tu partida de hombres cabalgando.
En San Gabriel te vieron dando al hombre
la paz tan necesaria del labriego.
Te ven ahora ojos que te buscan
en la aurora del pan y de la espiga;
te ven mis ojos, los del patria triste
humillado en la vida y en la muerte.
Te ven los sembradores que en el alba
consultan horizontes y pamperos;
te ve el poeta que habla con el Pueblo
y comulga con él, en la jornada.
Nadie dirá que te encontré olvidado
pues estabas a mano, en el sendero,
conversando conmigo, con ustedes,
sufriendo con la Patria, cabalgando
al lado del tropero, en los fogones
de la yerra campera, en los boliches
donde el pulso agiliza las guitarras.
Éstas en todas partes, muchas veces
disgustando, con hambre de verdades,
pues tiene el día, el año, la pobreza,
una esperanza que no llega nunca.
Conversaré contigo hasta la muerte:
lo hará mi hermano, el tuyo, el Pueblo entero
rescatando tu voz, tu grito alerta
ordenando paisajes y personas,
dándole al hombre dimensión eterna,
su justa ubicación en los trigales”.
(Parte del poema “Artigas Compañero” del poeta José María Rondan Martínez).