El volumen de negocios de la Big Pharma crece año tras año. Su enorme mercado es la enfermedad, tanto real como ficticia (1). Para expandirlo, las farmacéuticas emplean el fraude, la corrupción, el engaño y la mentira respecto de la utilidad, la seguridad y la eficacia de sus productos. Veamos a modo ilustrativo algunas de las acciones delictivas que merecieron condenas judiciales y multas astronómicas a la empresa líder del sector.
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En los 90, Pfizer promovía su antiinflamatorio Feldene a dosis muy altas, a sabiendas de que una mayor concentración en la sangre potenciaba el riesgo de efectos adversos (2). La poderosa farmacéutica intentó impedir la publicación en la British Medical Journal de una investigación que relacionaba esa droga con una alta incidencia de enfermedades ulcerosas graves y otros efectos secundarios. Pero las evidencias científicas eran contundentes, y finalmente dicha investigación vio la luz pública (3).
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En 2004, Pfizer aceptó declararse culpable de las acusaciones de promoción fraudulenta de su antiepiléptico Neurontin y tuvo que pagar 430 millones de dólares. Poca plata: el año anterior ya había embolsado 2.700 millones de dólares con las ventas de ese fármaco (4).
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En 2009, ante evidencias incontrovertibles, la farmacéutica debió declararse culpable del mal etiquetado de fármacos “con intención defraudadora o engañosa” y aceptó un acuerdo con el Departamento de Justicia de los EE.UU. por 2.300 millones de dólares, el mayor acuerdo judicial por fraude en la historia (5). Se trataba de los fármacos Bextra (para la artriris), Geodon (antipsicótico), Zyvox (antibiótico) y Lyrica (antiepiléptico).
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Peter Rost, exvicepresidente de marketing de Pfizer que equipara a la Big Pharma con la mafia, publicó un explosivo libro testimonial titulado El denunciante: confesiones de un asesino a sueldo de la atención médica; se vendieron todos los ejemplares el primer día de venta. La farmacéutica acudió a los tribunales intentando frenar la difusión del libro y el acceso del público a los documentos allí citados, pero no pudo con la contundencia del testimonio (6).
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En 2002 se realizó un enorme ensayo clínico independiente para la hipertensión arterial con más de 33.000 pacientes, con el objeto de comparar cuatro fármacos: la doxazosina y el amlodipino (ambos de Pfizer), el lisinopril y la clortalidona (este último un diurético) (7). Este estudio demostró que el mejor de los cuatro fármacos era el más barato: el diurético. Los resultados de este estudio debían presentarse en un un multitudinario congreso médico en California. Pfizer programó una excursión para ese día e invitó a todos los médicos, asegurándose de que nadie estuviera presente en sala al momento de la presentación del estudio (8).
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Al año siguiente fue publicada una investigación sobre el amlodipino de Pfizer, el fármaco para la hipertensión arterial más vendido en Noruega a un precio diez veces superior al de un diurético y sin que existieran pruebas de su efecto preventivo en enfermedades cardíacas. La investigación concluye que se podrían ahorrar millones de dólares cada año si se prescribieran diuréticos para la hipertensión en lugar del amlodipino y otros medicamentos costosos y menos efectivos (9).
Invito al lector a buscar en internet información sobre las condenas judiciales de la Purdue Pharma por la comercialización del OxyContin, de la Merck por su fármaco Voxx contra la artritis, la de Roche por su Tamiflú, la de Eli Lilly por marketing ilegal de su antipsicótico Zyprexa, la de AstraZeneca por fraude de su antipsicótico Seroquel recetado en niños, ancianos, veteranos de guerra y prisioneros, la de Novartis por promoción ilegal de su antiepiléptico Trileptal, la de Johnson & Johnson por ocultar los peligros asociados a su antipsicótico Risperdal, la de Abbott por fraude a Medicaid debido al marketing ilegal de su antiepiléptico Depakote. Todas ellas desembolsaron miles de millones de dólares, multas que constituyen en todos los casos sin excepción, apenas una fracción de las ganancias previas con los propios fármacos fraudulentos. Como la banca del casino, la mafia farmacéutica nunca pierde.
Estas evidencias criminales, de por sí abrumadoras, muy probablemente constituyan apenas la parte visible del iceberg. Más pasmosa aun, es la confianza sin fisuras que la OMS, los grandes medios y los gobiernos depositaron en las vacunas experimentales contra el SARS-CoV2. Sus fabricantes son todos ellos culpables de prácticas fraudulentas comprobadas.
* Doctor en Ciencias Sociales
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https://www.sfgate.com/business/article/Huge-penalty-in-drug-fraud-Pfizer-settles-2759293.php
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https://www.bbc.com/mundo/economia/2009/09/090902_1730_multa_pfizer
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https://bmchealthservres.biomedcentral.com/articles/10.1186/1472-6963-3-18