Desde Chuy
Escribe Julio Dornel
Oscar Teófilo Vidal fue durante muchos
años el Juez de Paz de Cebollatí, pero con jurisdicción en muchas
leguas a la redonda, ejerciendo el visto bueno en todo casamiento,
nacimiento o defunción que se registrara por aquellos pagos. Por
nuestra vinculación al Juzgado en la década del 50, tuvimos la
oportunidad de acompañarlo en sus actividades durante varios años y
compartir situaciones realmente jocosas. Bonachón, servicial y buen
vecino don Teofilo se había ganado en buena ley el respeto de los
pocos habitantes de la población que al impulso del arroz iba
creciendo sobre la margen derecha del río Cebollatí.
Por supuesto que los jueces del 50 en
los pueblos del interior representaban la última palabra en materia
de fallos judiciales. Las audiencias por lo general se realizaban sin
testigos ni abogados. Se culpaba y condenaba de acuerdo al buen
criterio del juez que manejaba a su antojo los códigos
correspondientes. Nada de sobrecargar los tribunales con procesos
complicados que pudieran derivar en nuevas instancias. Tampoco
existían consejos de conciliación que pudieran demorar las
investigaciones con pequeñas divergencias. La decisión judicial era
inapelable y pese a la seriedad otorgada por el representante de la
Ley, se registraban situaciones humorísticas que pretendemos
recordar en homenaje a un vecino que cumplió con la difícil tarea
de impartir justicia en una zona apartada del departamento.
Con una formación profesional
limitada a una vida transitada en la Cuenca de la Laguna Merín, don
Oscar Teófilo Vidal representó la ley como máxima autoridad en una
población que supo respetarlo por su condición de vecino servicial
y generoso. Durante muchos años se desempeñó como Juez de Paz en
una zona casi rural donde comenzaban a surgir los primeros
establecimientos arroceros. Tiempos difíciles para arbitrar la ley,
poniendo a prueba su capacidad en el ejercicio de asegurar las
garantías ciudadanas. Pero al margen del cumplimiento de su cargo
don Teofilo debía participar en toda actividad que estuviera
relacionada con el desarrollo del pueblo, integrando la comisión
fomento de la escuela, del Club Social, de la Liga de Fútbol o de la
policlínica.
ALGUNAS ANÉCDOTAS
Para continuar el relato sobre los
nombres que sobrellevan algunas personas durante su vida nada mejor
que hacerlo con una frase de Shakespeare: “Qué importa el nombre.
Si llamamos a la rosa por otro nombre, ella tendrá el mismo aroma.”
Es posible que el ilustre dramaturgo cambiara de opinión, si se
encontrara con algunos nombres que se pretendían adjudicar por
aquellos años a los recién nacidos con la sana intención de salir
de lo común o lograr algún suceso durante su existencia. Aún
reconociendo que se trata de una decisión muy personal de los
padres, don Teofilo sostenía que podía rechazarlos en el momento de
la inscripción. Argumentaba que muchas personas ocultaban sus
nombres durante los años escolares por temor a la vergüenza que
deberían soportar cuándo los maestros pasaban la lista de
asistencia. Esta situación según él llegaba a traumatizar a los
alumnos que en algunas oportunidades terminaban abandonando los
estudios.
No sabemos en la actualidad cuál es el
criterio que se sigue para el registro de nombres, a los efectos e
evitar esta situación o llegar incluso al cambio de nombre cuando la
edad así lo permita. De todas maneras y según su interpretación de
las leyes estaba facultado para rechazar nombres que eran “inventados
por los padres” entreverando letras o recogiendo personajes
históricos, lo que era sagrado para don Teofilo. Tampoco aceptaba
más de cinco nombres para el recién nacido, ni santos del
almanaque, para evitar según su criterio que las personas tuvieran
que cargar durante toda su vida con un nombre ridículo o
extravagante. Tan era el celo de don Teofilo que había registrado en
un cuaderno algunos nombres que había rechazado durante el ejercicio
de sus funciones.
La imaginada curiosidad de nuestros
lectores nos lleva publicar algunos nombres que figuraban en la
“lista negra” de don Teofilo y que por su extravagancia pasaran
a la mejor historia del Juzgado de Cebollatí.
COITO GARCÍA Y PREMATURO FERNÁNDEZ
De la extensa lista ofrecemos algunos
que difícilmente serían utilizados en la actualidad y que
provocaron algunas confusiones en aquella oportunidad. A los del
título debemos agregar Casamiento Fernández, Completo Silva,
Sherlok Holmes García, Lanza Perfume Rodríguez, Atlántico Jiménez,
Socorro Inmediato Gómez, Sosegado Píriz, Asteroide Muñiz, Restos
Mortales y Querido Fracaso que figuraban sin el apellido
correspondiente. Como podemos apreciar, poco importaba en aquellos
años que el “maldito nombre” pudiera exponer al ridículo a
estos recién nacidos y sobrellevarlos el resto de sus vidas.
Debemos señalar además que no fueron
pocas las oportunidades en que don Teofilo tuvo que recurrir a la
policía para persuadir a los padres alterados que insistían en que
sus hijos debían inscribirse con semejantes nombres. También se
recuerda otro caso famoso en que don Teofilo puso en practica una
solución salomónica cuando debió transar ante un iracundo padre
que pretendía registrar a su hijo con 12 nombres, y tras una larga
discusión se llegó a un acuerdo de un 50 % y el niño se llama
hasta el día de hoy con sus 65 años Luis Alberto Aparicio José
Antonio Cornelio Marginal. Hombre de letras don Teofilo había
estampado en la tapa del cuaderno aludido una frase propia o ajena
(nunca lo supimos) señalando que “la justicia es igual para todos
y ahí es donde comienza la injusticia.”
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