Escribe Juan José
Pereyra Twitter@juano500
Nerea nació en el
País Vasco. Es Licenciada en Derecho. “En mi primera vida trabajé
siete años en el mundo jurídico hasta que entendí que lo mío era
las artes escénicas y la danza y a eso me dediqué”, me dice en el
City Café de Rocha .
Ella, su marido
Guille y Unai, el hijito de ambos de tres años y tres meses tuvieron
un corte abrupto del viaje en su recién comprada casa rodante que
los llevaría, en principio por un año, a Brasil y Argentina.
La danza llevó a
Nerea a varios países en Europa y América Latina. Desde hace años
su especialización es la danza llamada Contact Improvisación. Una
noche en Santiago de Chile, donde trabajaba dando clases y actuando
se dijo que al día siguiente se tomaría un ómnibus para venir a
Uruguay.
“Había leído
varios libros de Benedetti pero algo me hizo tomar la decisión de
conocer este país que ya es el mío. En ningún otro lado he visto
los colores de Uruguay, es algo que me llena el alma , el verde, el
azul y el amarillo .No llegué a Uruguay porque tuviera un proyecto
laboral o porque conocía a alguien. Fue como que algo me trajo,
decidir venir fue algo instintivo, no tengo una explicación. Vi
puestas de sol increíbles en muchos lugares pero aquí no es solo la
puesta de sol, es el día mismo, acá en Uruguay veo el color y me
llena de felicidad”, comenta.
Nerea se quedó en
Uruguay y su vida era dar clases de danza y participar en eventos
donde practicaba la danza.
Guillermo estudió
computación y trabajó muchos años en esa tarea pero un día vio
que no era lo suyo. Se formó en técnicas de masaje, en especial el
tailandés . También le interesó la expresión corporal y la danza.
En una de esas clases conoció a Nerea, la profesora. “Fue un
flechazo, cuenta ella. Al mes estábamos juntos y a los dos me mudé
con él a El Pinar”.
Poco tiempo después
se casaron y luego llegó Unai, cuyo nombre vasco significa pastor de
vacas.
“Un día en un
café, al poco tiempo de ya ser pareja, nos pusimos a escribir una
lista de qué cosas queríamos hacer juntos en la vida. Los dos
escribimos lo mismo: queríamos viajar”, dice Guille.
La idea es que el
viaje sea “encuentro con otros, conocer otra gente, otras culturas
y vivencias”. Las circunstancias permitieron que, tras una sucesión
familiar, les quedara una casa y un dinero, el que resolvieron
destinar a la compra de una casa rodante de segunda mano para poder
cumplir su sueño.
Supieron que alguien
de confianza, un argentino cuyo padre vive en Marindia, vendía un
rastrojero de 1978, la casa rodante que les permitiría viajar con
comodidad junto con Unai.
“Siempre soñamos
con que su aprendizaje fuera a través de la experiencia. Él estuvo
yendo a una escuelita el año pasado y la experiencia fue buena.
Nosotros queremos que conozca no sé sí otras culturas pero sí
otras realidades, otras familias. Tengo el ideal de que la crianza en
red, con un apoyo, con un vínculo, con más gente , una especie de
vieja familia donde todo el mundo estaba allí para echar una mano .
Quería ver si había gente así y lo vivimos con felicidad y con
calma”, cuenta Nerea.
En febrero Guille
comenzó los trámites y viajó a La Plata para volverse con
Jerónimo, como lo bautizaron. El 22 de mayo, a los cinco años de
haberse conocido, comenzaron la aventura que los trajo primero a
Rocha, a las Sierras, donde una familia vasca amiga de Nerea tiene
una casa, Luego de pasar unos días resolvieron partir hacia Brasil,
pasando antes por Punta Rubia, para visitar otros amigos.
El sábado 10
pasaron por Rocha rumbo a Punta Rubia y a pocas cuadras sucedió.
Nerea estaba sintiendo una gran paz y felicidad y sintió que todo
era perfecto. En ese instante un ruido muy fuerte les impidió
continuar. Hicieron llamadas y llegaron al Taller Leonidas Techera
cuyo responsable, pese a que era sábado de tarde y no estaba
trabajando, fue a verlos. El primer diagnóstico fue muy duro. Era el
motor, había que llevar a Jerónimo al taller. El segundo
diagnóstico fue más duro. Se había roto el cigüeñal de un motor
Nizan que si bien no era tan antiguo como el rastrojero, había
tenido varias “metidas de mano·, adaptaciones y demás por parte
de dueños anteriores.
El gran problema es
encontrar el repuesto. No se sabe si se podrá conseguir en Uruguay.
Les quedó claro que será cuestión de esperar una, dos o tres
semanas.
Han dormido estos
primeros días en la propia casa rodante ,en el taller, mientras
durante el día han hecho gestiones ,tirado redes para ver cómo
conseguir el repuesto y también para hacer algo que los ocupe y si
es posible, les deje algo de dinero los días que estén en Rocha.
“No hicimos buenas
migas con Jerónimo, va a necesitar otro dueño una vez que quede
arreglado”, dice Nerea. “Viajaremos con menos comodidad, con el
autito que quedó en El Pinar pero el gusanito del viaje ya nos
enganchó. Somos constructores de la realidad que vivimos. Eso me da
confianza”, agrega.
Nerea, Unai y Guille
están en estos días en una casa de las Sierras de Rocha donde
pueden alojarse mientras la cuidan. “Saldremos de esta espera y de
los gastos que se generan que para nosotros son importantes. El
dinero que nos genera la casa de El Pinar que tenemos alquilada, y
unos ahorros que nos van quedando, permitirán que nuestro sueño se
realice”, dice con una gran sonrisa.
El WhatsApp de Nerea es : 098 908 771