Mi vida era mi madre, eso dicen, de ella nací y de ella me valí para sobrevivir.
Después de mi madre empecé a ver otras cosas, reconocí a mi padre, a mi hermana, los vecinos que fueron a darme la bienvenida. Había un cuarto, una cama, un colchón y una enorme habitación que era un mundo entero, lleno de esquinas y de muebles.
Tampoco eran cosas que tuvieran nombres, sólo eran cosas que ni yo sabía que eran cosas, cosas que pensé estarían en todos lados, que se repetirían en cada casa, pero con el tiempo, cuando empecé a mirar para afuera me di cuenta que el cuarto era nada comparado con los colores que había afuera. Así que, en un segundo el cuarto ya dejó de ser mi mundo y conocí el baño, la cocina, el comedor y en cada lugar había una energía distinta que dependía también, de la hora.
Y aquella casa era mi mundo y para mí, todas las casas deberían ser iguales, pero no, me di cuenta que fuera de casa había una calle, que era peligrosa, que no se podía pisar, que marcaba cosas y que dejaba lugar para otras casas, distintas a la mía. Entonces me propuse recorrer todo eso y mi mundo se agrandó a algo que se llamaba cuadra, que formaba un barrio, pero vamos, para mí el barrio siempre fue esa cuadra donde gracias a Zubieta, el almacenero, conocí. No precisaba caminar cuadras para conocerlos a todos, me sentaba allí en el almacén y escuchaba charlas de fútbol, de política, de comida, de todo. Entonces mi barrio fue esa casa y sus alrededores, y fueron mis amigos que venían las nochecitas cálidas a jugar a la escondida y fue esconderme con ella solamente para estar ahí, compartiendo el aire. Siempre que la encontraban a ella me encontraban a mí, yo no quería ganar la escondida, quería estar con ella. Y con ella salimos por los muros a conocer otra cara del barrio, la del patio de los vecinos, las bicicletas herrumbradas y ya el barrio era un mundo que me gustaba muchísimo.
Pero después, así como me pasó con el cuarto, llegaron amigos de otro lado y ya el barrio fue chico porque me enteré que no vivíamos en la capital y que la capital era un lugar gigante y entonces mi barrio, se hizo mucho más chico, pero a la vez, inconmensurablemente más fuerte.
Y después volví a él cada vez que en la adolescencia conocí otros barrios, mientras conocía otras sonrisas, otras formas de vivir, porque volviendo sentía que había una parte esperándome ahí.
Esa parte fue la que sentí estaba en esa casa, porque a esa altura, ya sin Zubieta y otros vecinos, ya sin las escondidas y las nochecitas cálidas, el barrio al final era mi casa. Volví muchas veces y cada vez que volví, sentí que seguía gateando, que ahí estaban todos mis momentos y que los cuartos aún eran grandes, en algún rincón de mis ojos.
Ya no había nadie en el barrio de lo que yo quise con ese amor de niño disfrutando de todas las cosas de la vida, uno a uno les tocó irse, uno a uno los hijos dejamos aquella cuadra, hasta que, sin darnos cuenta, también se tuvieron que ir mis padres.
Y ahora la casa, que en más de un lugar de mi alma sigue siendo mi barrio, que también me debe de extrañar, así como yo la extraño, no es más lo único de mi barrio porque me di cuenta, después del tiempo que tuvo que pasar, que el barrio no era sólo esa cuadra, esos vecinos, esa casa. Porque en el barrio que sentí tan mío estaban mis padres y es ese el barrio que extraño.
¿Extrañamos la niñez o a nuestros padres a nuestro lado? Ojalá entre tanta noticia moderna venga una que nos ayude a conectar con los que ya no están, así podemos volver al barrio, a correr riendo, a ser atrapados tontamente en la escondida y a separarnos todos cuando nos avisen que la comida está pronta para en una pequeña pausa, entre bocado y bocado decirles que lo importante, lo verdaderamente importante son esos momentos, que no se pongan mal ni hagan más esfuerzos de la cuenta, porque lo importante es, el barrio que dibujan nuestros ojos, cuando se juntan.
ISS
Ignacio "Nacho" Sallaberry, diseñador gráfico, escritor, poeta, pintor. Ha participado de eventos artísticos como la intervención artística en Casablanca Paysandú, edición del libro de poesía "Sólo diré que no estás" editado por Abrace y el libro de cuentos "El error de la justicia y otros errores" editado por ARA.
En la pintura, ha ganado un premio por su exposición llamada Zita de Zitas, homenajeando la figura de Alfredo Zitarrosa (zitadezitas.blogspot.com) entre otras actividades artísticas que incluyen la música.
Hace un año y medio lleva adelante una emisora online llamada Tente en el aire, se escucha a través de tenteenelaire.com
Algunos de sus trabajos se comparten en este blog y otros los encontrarán en su blog letrasdetras1.blogspot.com
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