Humbral
Rafael
Gabriel Múgica Celaya Leceta, conocido por Gabriel Celaya, nació en
Hernani el 18 de marzo 1911 y murió en Madrid el 18 de abril de 1991.
Fue uno de los más representativos de la poesía social de los cincuenta.
Cursó el bachillerato en San Sebastián y la carrera de ingeniero
industrial en Madrid. En esta última ciudad vivió en la Residencia de
Estudiantes, experiencia que dejó en él un recuerdo imborrable. Sus
primeras tentativas como poeta no fueron aceptadas en modo alguno por su
familia, razón por la cual eligió escribir con seudónimo. Con este
nombre, pues, apareció su primer libro de poemas: Marea del silencio (1935).
Su
relación con su mujer, Amparo Gastón, fue decisiva a lo largo de su
vida. En más de una ocasión, Celaya dijo de viva voz que todo cuanto era
como poeta y persona a ella se lo debía. Otro encuentro que influyó en
la pareja de escritores fue el conocimiento que trabaron con Jorge
Semprún (a la sazón, Federico Sánchez), a través del cual ingresaron en
las filas del Partido Comunista. Esa militancia llegó hasta el final de
sus días y los marcó para siempre.
El
año 1946 fue decisivo en el impulso vital y poético de Celaya. A partir
de ese momento desplegó una actividad incesante: es el año en que
aparece su ensayo erótico-simbólico Tentativas, y constituyó
asimismo el momento a partir del cual dio conferencias, colaboró en la
prensa, fundó con su mujer la colección de poesía Norte y tradujo obras
de R. M. Rilke, A. Rimbaud, P. Eluard y otros.
Su
producción, adscrita a la corriente de poesía social, es la expresión
de experiencias colectivas, cargada siempre de un propósito de denuncia
para el cual recurre a un deliberado prosaísmo. Autor muy prolífico, de
casi un centenar de obras, encuentra su voz propia -un decir sencillo y
cordial, humano y prosaico- con los libros Movimientos elementales (1947) y, sobre todo, con Tranquilamente hablando (1947) y Las cosas como son (1949).
En
los libros siguientes, reclama y practica una poesía de protesta,
instrumento de su compromiso político; es, junto con Blas de Otero y
Celso Emilio Ferreiro, uno de los poetas más representativos de la
poesía social de los cincuenta: Las cartas boca arriba, de 1951, Lo demás es silencio (1952), Paz y concierto (1953) Cantos iberos, de 1954, De claro en claro (1956), Las resistencias del diamante (1957) y Episodios nacionales, de 1962.
Luego
su escritura, aún sin renunciar a los pasados planteamientos,
evoluciona y experimenta en cauces nuevos, como el intimista en Cantata en Aleixandre(1959) y La linterna sorda (1964) y el neovanguardismo de Campos semánticos (1971). Entre sus restantes colecciones cabe mencionar Canto en lo mío (1968), El derecho y el revés (1973), Buenos días, buenas noches(1976) y Penúltimos poemas (1982).
También escribió los ensayos Exploración de la poesía(1964) e Inquisición a la poesía (1972) y las novelas Lo uno y lo otro (1962), y Los buenos negocios (1966). A su labor en otros géneros corresponde la pieza teatral El relevo (1963). Entre sus obras más recientes es preciso mencionar las antologías Poesías completas, 1977-1980(1981) y Gaviota, antología esencial (1990), así como los libros Cantos y mitos (1983), El mundo abierto (1986) y Orígenes (1990).
A
pesar de que en 1986 fue galardonado con el Premio Nacional de las
Letras Españolas, los últimos años de su vida transcurrieron entre
penurias económicas que le llevaron a vender su biblioteca a la
Diputación Provincial de Guipúzcoa, y a que el Ministerio de Cultura se
hiciera cargo del coste de su estancia en el hospital en 1990.
EN EL FONDO DE LA NOCHE TIEMBLAN LAS AGUAS DE PLATA
(De "Marea de silencio", 1935)
En el fondo de la noche tiemblan las aguas de plata.
La luna es un grito muerto en los ojos delirantes.
Con su nimbo de silencio
pasan los sonámbulos de cabeza de cristal,
pasan como quien suspira,
pasan entre los hielos transparentes y verdes.
Es el momento de las rosas encarnadas y los puñales de acero
sobre los cuerpos blanquísimos del frío.
En el fondo de la noche tiembla el árbol del silencio;
los hombres gritan tan alto que solo se oye la luna.
Es el momento en que los niños se desmayan sobre los pianos,
el momento de las estatuas en el fondo transparente de las aguas,
el momento en que por fin todo parece posible.
En el fondo de la noche tiembla el árbol del silencio.
Decidme lo que habéis visto los que estabais con la cabeza vuelta.
La quietud de esta hora es un silencio que escucha,
el silencio es el sigilo de la muerte que se acerca.
Decidme lo que habéis visto.
En el fondo de la noche
hay un escalofrío de cuerpos ateridos.
(De "Marea de silencio", 1935)
En el fondo de la noche tiemblan las aguas de plata.
La luna es un grito muerto en los ojos delirantes.
Con su nimbo de silencio
pasan los sonámbulos de cabeza de cristal,
pasan como quien suspira,
pasan entre los hielos transparentes y verdes.
Es el momento de las rosas encarnadas y los puñales de acero
sobre los cuerpos blanquísimos del frío.
En el fondo de la noche tiembla el árbol del silencio;
los hombres gritan tan alto que solo se oye la luna.
Es el momento en que los niños se desmayan sobre los pianos,
el momento de las estatuas en el fondo transparente de las aguas,
el momento en que por fin todo parece posible.
En el fondo de la noche tiembla el árbol del silencio.
Decidme lo que habéis visto los que estabais con la cabeza vuelta.
La quietud de esta hora es un silencio que escucha,
el silencio es el sigilo de la muerte que se acerca.
Decidme lo que habéis visto.
En el fondo de la noche
hay un escalofrío de cuerpos ateridos.
LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO
(De "Cantos iberos", 1955)
Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmando,
como un pulso que golpea las tinieblas,
cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.
Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.
Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Porque vivimos a golpes, porque a penas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.
Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica, qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.
Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.
No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos.
(De "Cantos iberos", 1955)
Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmando,
como un pulso que golpea las tinieblas,
cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.
Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.
Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Porque vivimos a golpes, porque a penas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.
Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica, qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.
Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.
No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos.
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