Me inclino a pensar que el segundo mandato de Vázquez sería sensiblemente distinto a su presidencia anterior
Adolfo Garcé
Es el escenario más probable. Por eso, durante los últimos meses, en diversos foros, he intentado contestar del modo más riguroso y sistemático posible la pregunta que muchos nos venimos haciendo: ¿cómo sería, llegado el caso, la segunda presidencia de Vázquez? Paso a compartir mis principales hipótesis y los argumentos en los que se apoyan.
Me inclino a pensar que el segundo mandato de Vázquez sería sensiblemente distinto a su presidencia anterior. En primer lugar, tendría diferencias notorias desde el punto de vista de la agenda. Uno de los rasgos más impactantes de su primera presidencia fue la amplitud de su agenda de gobierno. Fruto de años de discusiones internas en la izquierda y de un lento y complejo proceso de elaboración programática, el FA llegó al gobierno decidido a hacer un ambicioso conjunto de reformas en los planos más diversos: plan de emergencia, reforma tributaria, reforma de la salud, políticas de innovación, reestructura de las instituciones rectoras de la política de vivienda, etcétera.
Al cabo de dos mandatos consecutivos, la agenda del FA se ha venido agotando. En caso de ser electo presidente, Vázquez tendrá por delante desafíos en muchos planos (entre ellos, atender la demanda de mayor seguridad), pero solamente dos grandes cuentas pendientes: la reforma educativa y el rezago de la infraestructura. Atender estos dos asuntos requiere una inversión fuerte de recursos. Pero reformar la educación exige, además, un fuerte liderazgo político. Hace unos meses, al referirme a la necesidad de una reforma educativa durante el próximo gobierno dejé entrever cierto escepticismo en cuanto a que Vázquez estuviera dispuesto a asumir este riesgo. A medida que pasa el tiempo, me voy convenciendo de que tiene poco margen para no aceptar este desafío.
En segundo lugar, me parece claro que la gobernabilidad estaría llamada a ser esencialmente distinta. Si se concreta el escenario más probable, esto es, si el FA conquista de nuevo el cargo presidencial pero sin alcanzar mayoría parlamentaria, Tabaré Vázquez ya no podrá apelar solamente a la disciplina parlamentaria del FA como durante su primer mandato y estará obligado a pactar con los partidos de oposición. Dicho sea de paso, me parece evidente que el escenario que más le conviene al FA es que el Partido Independiente obtenga un senador (negociar con el PI le resultaría más sencillo que con colorados o blancos). Además, y esto es tan importante como lo anterior, ya no contará (debí decir: ya no cuenta) con la autoridad de otrora sobre sus propias huestes. Su liderazgo en el FA viene declinando (el costo de desafiarlo es cada vez más bajo).
En tercer lugar, me parece poco probable que apele a las mismas figuras que antes para integrar su gabinete. Supongo que a Vázquez no se le escapa que existe en el FA y, más en general, en la política uruguaya, una fuerte demanda de renovación. Supongo que tampoco se le escapa que el FA requiere urgentemente que sus líderes emergentes sigan acumulando su propio capital político. Para eso es fundamental permitirles que ocupen los principales puestos de gobierno (la vicepresidencia, los ministerios, las empresas públicas). Una de las preguntas más importantes es la de qué lugar podría ocupar Danilo Astori en ese eventual tercer mandato del FA. Se dice que sería nuevamente ministro de Economía y Finanzas. Francamente, hasta que no lo vea no voy a poder creerlo. Pero no me asombraría que, dada la confianza que ha depositado en él, Vázquez apelara a Astori para liderar alguna otra cartera delicada (por ejemplo, el Ministerio de Educación).
Dejo para el final la cuestión de la política económica. Acá también cabe esperar algunas novedades. La primera de ellas tiene que ver con la cambiante correlación de fuerzas interna. En el FA, durante los últimos años, no solamente viene declinando el poder de Vázquez. También se ha venido debilitando la hegemonía del astorismo sobre la política económica. Hay buenas razones para pensar que esta tendencia continuará durante un nuevo mandato frenteamplista. La orientación de la política económica del FA es la resultante de la interacción de tres vectores de intensidad variable que responden a doctrinas distintas: 1) neoinstitucionalismo (que insiste en la necesidad de mantener estables las “reglas de juego”), 2) neoestructuralismo (que insiste en el “cambio estructural para la igualdad”) y 3) marxismo (que reclama un incremento del papel del Estado y una aceleración de la distribución del ingreso). El primer vector fue hegemónico durante el primer gobierno y viene en declive. El tercero mantiene su poder de veto, especialmente gracias a la influencia de los comunistas en el movimiento sindical. El segundo vector, en cambio, es el que viene incrementando su influencia en las políticas públicas y parece llamado a pesar todavía un poco más en un nuevo mandato frenteamplista.
La segunda razón para esperar novedades en la política económica deriva de los apuntes anteriores acerca de la gobernabilidad y sus potenciales novedades. Hasta ahora, durante estos dos primeros gobiernos del FA, el astorismo ha sido el que ha cargado con el peso de bregar por el control del gasto público y contener las presiones hacia el aumento de la carga tributaria. Si el FA pierde la mayoría absoluta en el Parlamento, el papel de principal muralla de contención para el aumento del gasto pasaría a asumirlo la oposición. Una llave fundamental cambiaría de manos.
Por Adolfo Garcé - Doctor en Ciencia Política, docente e investigador en el Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, Udelar - adolfogarce@gmail.com
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