Un libro y un filme retratan a un José Saramago distinto
Pilar del Río, sevillana, periodista,
viuda de José Saramago y presidenta de la Fundación Saramago, visita
Uruguay en estos días, entre otros motivos para presentar el libro "José
y Pilar" y la película homónima. En entrevista con El País habló de su
vida junto al Premio Nobel portugués.
Carlos Reyes
Son muchas las actividades que Pilar del Río
tiene agendadas para esta semana corta que estará en Uruguay: hoy a las
17:30 horas en la Facultad de Humanidades (Av. Uruguay y Magallanes)
dará una charla sobre el proceso creativo de Saramago, en la que
participa también Raquel Joao Carinhas, docente de literatura portuguesa
de la Universidad de la República. Dos horas más tarde, en la sede del
Frente Amplio (Colonia casi Ejido) hablará sobre los cruces entre
política y cultura, con la participación de Mónica Xavier y Gerardo
Caetano.
Luego, el sábado a las 17:30 horas estará presente en
Cine Pocitos (Chucarro 1036), en una mesa redonda junto a Mario Delgado
Aparaín y Miguel Gonçalves Mendes, director de la película y autor del
libro. Después será exhibida la película, con entrada libre, igual que
el resto de estas actividades. Otro renglón destacado de su agenda tuvo
lugar ayer al final de la tarde, cuando en el Palacio Municipal fue
declarada Visitante Ilustre de Montevideo.
Todas estas actividades prometen ser de interés, dado
que Del Río es una persona de opiniones firmes. "Cada vez que alguien
pretende utilizar los símbolos de un país o cada vez que alguien esgrime
una bandera, incluso en los partidos de fútbol, me repugna", afirma la
periodista española en el libro José y Pilar. También traductora de la
obra de Saramago, su vida arrancó en 1950, en un hogar con 14 hermanos y
un padre franquista. "Lamentablemente, en el 68 no sabía que estaba
pasando algo importante. Me enteré de los sucesos de París años
después", cuenta en el mismo libro. Pero mejor será dejar que ella hable
por sí misma, de su vida con Saramago y del gran legado del magnífico
novelista.
-¿Cómo ve el nexo de Saramago con América Latina?
-Muy fuertes. Saramago siempre decía que nosotros nos
hacemos a nosotros mismos, por los caminos que vamos tomando. Y él
también de alguna manera eligió este continente. Era el lugar donde más
venía, el que más le hacía reflexionar, el que más sentimientos le
provocaba. Y fue su último viaje.
-Sobre la película "José y Pilar", ¿siente que trasciende el género documental?
-La veo como una parte importantísima de la vida de
Saramago: él viene aquí, a Argentina, se le desata una neumonía, y
vuelve a Madrid muy mal, a punto de morirse. Y la película cuenta el
arranque de El viaje del elefante, pero no hay entrevistas, es como una
ficción, donde un autor decide que va a escribir un libro (pasan una
serie de cosas, entre otras se pone a morir), y salva la vida, quizá
porque tenía un libro por medio. Termina el libro, siguen pasando cosas,
y cumple la promesa de venir a presentarlo a Brasil. Y vuelve a cruzar
el océano. Entonces es una película, no un documental (cuando fue a los
Oscar no fue como documental), y se ve como una ficción de la lucha de
un hombre que no quiere morir, porque tiene cosas que hacer.
-Y el libro ¿qué distancia tiene de la película?
-Su autor, Miguel Gonçalves Mendes, hizo una serie de
entrevistas, que luego no aparecen en la película, porque ésta no es un
señor y una señora hablando sentados. Esas entrevistas, que le habían
servido de documentación, decidió editar como libro. Y creo que acertó.
Porque ahí hay muchísimo de Saramago, para entenderlo. Es verdad que la
obra no necesita ser explicada, pero a su vez, si un autor habla de por
qué escribió un libro, lo ilumina. Y en este libro hay mucho de eso,
todo en un lenguaje muy cercano. Saramago en zapatillas.
-¿Qué le pedía Saramago cuando usted traducía sus obras?
-Saramago decía que las literaturas nacionales las
hacen los escritores, y la literatura universal, los traductores. Esa
frase es como un homenaje que Saramago hacía a los traductores, pero
también una enorme responsabilidad. A mí, por estar tan cerca de él (y
por ser dos idiomas tan cercanos), a veces me discutía determinadas
soluciones de frases, o de problemas. Porque mi tendencia era parecerme
lo más posible al portugués: pero luego me daba cuenta que no, que tenía
que serle fiel al español. Siendo fiel al autor, tenía que hacer que
sonara en un español armonioso. Entonces, sobre todo al principio,
discutíamos por alguna palabra o frase, hasta que llegó un momento en
que le dije: `cuando tenga un problema lo voy a consultar con un
profesor, nunca contigo, porque a mí no me tratas como al resto de los
traductores`. A mí me discutía, y yo no estaba en pie de igualdad para
discutirle. Entonces él decía, `es que a tu idioma le faltan palabras`. Y
yo le decía, `ahora llamo al presidente de la Real Academia Española y
discutes con él`.
-¿Como era un día corriente en Lanzarote?
-La vida en Lanzarote era de lo más normal: por la
mañana él respondía cartas, escribía artículos, y normalmente dedicaba
las tardes a la producción literaria: nunca escribía más de dos páginas,
paseaba por el jardín con los perros. Cuidaba la tierra: una vida de lo
más plácida, privilegiada, porque el privilegio no era tener yate ni
cuadros estupendos, sino tener el afecto, recibir a los amigos, sentarse
en la mesa de la cocina y tomar una sopa caliente todos los días. En
nuestra casa no existía el lujo, pero existía la complicidad. Y mucho
cariño, y la amistad: una casa siempre llena de gente. Y ahora está
abierta a la visita pública.
-¿Qué destacaría de la personalidad de Saramago?
-Que era una persona muy honesta. Él era genial
escribiendo, eso ya todos lo sabemos, pero a él le empujaba a hacer ese
trabajo, un sentido ético de la existencia, y una honestidad que le
mantenía en pie. Nunca he conocido una persona más honesta, cuando
escribía y en toda otra situación. Nunca se miró a sí mismo sino en
función de los otros. Y tenía una compasión inconmensurable, cosa que la
Academia sueca destacó en la entrega del Nobel.
-¿Cómo fueron sus últimos días junto a Saramago?
-Tranquilos, afables. Sin inquietud, ni ansiedad, ni
temor. José Saramago simplemente se apagó, y punto. Alguien escribió
que los hombres como Saramago no se mueren, se siembran. Y yo creo que
él dejó de existir de una manera, y existe de otra, porque se sembró.
Hoy él es para mí el motivo central de que cada día arranque una jornada
que va a ser muy larga. Pero sin ningún culto a la personalidad, cosa
que él detestaba y yo también. Hay cantidad de profesores de literatura
que dedican su vida a un autor, que no han conocido. Yo lo he conocido, y
hoy no encuentro ninguna ocupación que pueda ser más interesante y más
útil para el mundo, que seguir manteniendo el legado de Saramago.
Los tres frentes de un enorme legado
Presidenta de la Fundación Saramago, Pilar del Río
explicó los cometidos de la misma: "La fundación tiene como objetivo
recuperar determinados autores (no sólo de la literatura portuguesa),
sobre todo esos que van entrando en zona de sombra, porque no son
comerciales. Tratamos de hacer cursos, fomentamos ediciones, de autores y
obras que no están en la moda. Más allá de ese aporte cultural, en el
plano de los derechos humanos, la convicción que, como dijo Saramago en
el discurso del Nobel, es un deber observar y exigir que se cumplan. Y
desde ese aspecto intervenimos en todos los foros, junto a una tercera
propuesta, que es el cuidado del medio ambiente".
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