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domingo, 10 de noviembre de 2013

H A C I E N D O M E M O R I A Por Julio Dornel


                                                    Escritor y periodista Julio Dornel




En una frontera cada día más sofisticada, donde también la música viene acompañando los cambios de los nuevos tiempos, no puede extrañar que junto a los boliches con su sicología marginal, hayan desaparecido los bailongos, para dar paso a las bandas con sus ritmos metálicos y decibeles insoportables para las generaciones mayores.
Quizás tengan razón los jóvenes al señalar que resultaría imposible volver al ritual de la incomunicación o sacrificio disimulado de aquellos bailes con hora marcada y sin aguante. No comprenden que nuestros abuelos, melancólicos frecuentadores del 2X4, pudieran soportar bajo la densa humareda (todos fumaban) la letra tanguera del “arrabal amargo” con su cuota de venganzas y traiciones o la presencia trasnochada de algún compadrito engominado. Quedaron en el mejor recuerdo del siglo pasado las reuniones bailables amenizadas por las orquestas de los Mehlo y Víctor Hugo con sus vocalistas locales. Sentadas cómodamente junto a sus familiares las mozas esperaban pacientemente la cabeceada invitadora para el baile, mientras los candidatos cruzaban la pista con un poco de temor. Señalábamos en crónica anterior que un chuiseño radicado en Noruega, nos interrogaba sobre los cambios que debe haber experimentado la frontera que había dejado en la década del 70. Como habrán crecido para merecer el título de ciudad. Quisiéramos volver para reencontrarnos con amigos y familiares que acompañaron nuestros primeros pasos en la escuela del maestro Leiza y luego en el liceo del “Gallego Manolo, volver al cine de Lasa, trabajar en la fábrica de tabacos y jugar algún picado en la cancha de La Corea. Tomar “el Mesones” para La Barra y amanecer en el Sabeiro o el Rancho de la Alegría con la tolerancia de Marroche y De Brun. Colarnos nuevamente en los bailes de Peñarol, Felicio o en el Club Social, con Sal de Fruta o Víctor Hugo. Del otro lado de la Internacional nos llegaban los programas radiales de la “bossa nova” promocionando un movimiento nuevo que amenazaba transformar la música popular brasileña. Entre varias figuras importantes asomaban Caetano Veloso y Gilberto Gil, nacidos ambos en el 42. Revivir los domingos del fútbol fronterizo, cuando la rivalidad no era solamente deportiva entre Nacional, Peñarol y San Vicente, sino que estaban las dirigencias vitalicias de Samuel, Placer, Justo Pla, Luis Gómez, Milton Pereyra, y los hermanos Fossati. Regresar también para volver al OPEL y participar nuevamente en la mesa sagrada de los domingos, estirando luego la noche con algún truco en la sede de San Vicente y terminar con la escapada obligatoria a las casas de “mala reputación”. No sabemos si el chuiseño en cuestión volvió nuevamente a la frontera, pero tenemos la seguridad de que los lugares comunes que anhelaba visitar, han desaparecido para siempre del escenario fronterizo.

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