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viernes, 22 de agosto de 2014

Esos “vagos” de siempre. Laura Martínez Coronel.

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Nair construye su casa desde los edificios destruidos del alma. Es una mujer pequeña, sonríe poco, no ha podido estudiar. De niña salió a trabajar “para parar la olla” como se dice habitualmente. Recuerda algunas letras y otros números, siente vergüenza y habla lo imprescindible para una comunicación necesaria.
Está sola. Siempre ha estado sola. Recuerda a su abuela bordando casi ciega a los ochenta años. Bordaba desde pequeña sentada a su lado, largos manteles, ajuares para las mujeres ricas, vestidos de novia que resultaban verdaderas obras de arte. Su abuela le cuenta que cuando fue a casarse, no pudo bordar un vestido para ella. No tenía dinero ni tiempo. Toda su vida fue un trabajo para otros malamente pagado. Solía sentarse  cerca de la ventana, el lugar más iluminado de la pequeña casa con piso de tierra y entre tos y cantos en susurros de tangos dulcificados con sueños violentados, bordaba incansablemente.
Nair aprendió de su abuela a no pedir nada y darlo todo, a cambio de una magra paga y la indiferencia. Raramente se actuaba de otro modo.No conoce la hermandad entre los hombres, es solidaria por naturaleza, los pobres se ayudan para no perder entre los clavos gigantes la manos, en las noches de grandes temporales salen  a exponerse al tornado que ha de llevarse lo que no tienen y se abrazan misteriosamente unidos por la esperanza.
Con el tiempo Nair fue una muchacha que cantaba, después que dejó de necesitar el cajoncito de madera para alcanzar los trastos sucios y lavarlos. Trastos de otros, finas copas de cristal que en sus manos se quebraban.
-Son buenos conmigo. Me han dado unas sábanas que ya no usaban. Mi abuela las bordará para mi hijo-
II
Nair es una adolescente y ya está embarazada. Todos saben la historia de un padre que también es su patrón. Le contó una extraña historia de carrozas y naufragios. Ella creyó que eso era el amor. Le ha prometido muchas cosas y no cumplirá nada.
Su hija nace y está sola en un hospital oscuro con fantasmas desnudos que caminan descalzos. Todas las mujeres se parecen. Está sola. Ella siempre ha estado sola. Es momentáneamente feliz, su hija mama de su cuerpo con una boca de sed y una obstinación de criatura que enciende la mañana.
El escaso inmenso tiempo pasa. La niña que Nair nunca fue la extravió en una esquina. Se despegó de ella como una vieja silueta olvidada, con un gesto de desdén dejó el día para habitar la noche y sus monigotes de niebla en la ventana.
Con el tiempo un hombre la conoce, triste, lánguido como ella. Trabaja en el ejército-dice-trabaja.
Los dos esperan un tiempo teñido de lila debajo de los árboles en los cuales tejen luces de sueños en las ramas.
-El respira mal-es un cosa del pulmón. Tiene un nudo ahí en esa garganta- dice.
-Es bueno, el va a casarse conmigo y a mi hija  le pondrá su apellido. Mi hija se llama Soledad-
-Es bueno. Trabaja-
Nacen los otros hijos de Nair,  no tiene aún 30 años, los hijos ya son seis. Poco sabe de la vida y de la muerte, sus hijos son milagros sobrevivientes a la bocanada de nieve que ninguna sombra colocó en su boca.
Duermen todos en la misma pieza. Ella, su marido y dos niños en la misma cama. En la otra, improvisada y sostenida por cajones -dos viejas mantas ofician de colchón-duermen cuatro.
No tiene baño y ni siquiera escucha radio, no tiene, no mira televisión, tampoco tiene. Un día su marido aparece con dos que alguien ha desechado en la basura.Pone una sobre otra. En una se ve la imagen, y otra emite sonido. Blanco y negro. Los niños pasan el día sentados cerca, mirando correr la bruma de las pantallas.
Nair cocina en una estufa a leña improvisada. Sale a “montear” dice. Trae palos verdes, los coloca sobre la espalda, demora mucho rato en encender el fuego. Pone una olla sobre los palos delgados y tristes, una olla vieja y cocina. La casa suele estar llena de humo.
No estudia, nadie le dijo que lo hiciera, uno de sus hijos juega a cazar pájaros, el estudio es para “otros”. Los niños van a la escuela de forma alternada, eso no es importante.

Las niñas son bonitas, crecerán, podrán bailar en las comparsas, pagan bien, volverán con harina y aceite, cocinarán silencio, guerra y lágrimas.
Es tiempo de elecciones – es cosa buena-dice. Va por todos los comités, le dan carne, después de los discursos carga la bolsa con restos, todo es bueno y regresa a casa.
A los niños le reparten juguetes, sacan fotos, los niños sonríen pálidos y cabizbajos. Nada está para ser entendido, simplemente sucede y basta.
III
Pedro es el tío “raro”. Levanta quinielas en una esquina y habla con la gente. Le dice que va a votar el Frente Amplio.
-Qué es el Frente Amplio? ¿Unos comunistas que van a llevar nuestros hijos del país? Quieren que la virgen de la capilla desparezca, el cura y las monjitas. ¿Eso? .Me dijeron que te matarán-
-No, no van a matarme. No sucederá nada de lo que te dicen en el comité en el que vas a buscar comida. No te asustes. Mienten. Los votaré por tus hijos, y por ti-
-Por qué por mí?-pregunta Nair-Ellos son de otros, esos otros que somos nosotros, ellos son nosotros-
Nair entiende poco pero piensa. Repite-Ellos son nosotros-
-A mi marido le dijeron que si los vota no lo dejarán trabajar más en el cuartel-
-Mentira-dice Pedro.-Este verano compraré una bicicleta para tus hijos-
Es raro, dice que los mande a la escuela, que un día todo está se va a terminar.qué todos somos esclavos. Pero eso es mentira ¿Cómo vamos a ser esclavos?-
He nacido pobre y asi moriré. La patrona dice que debo lavar el piso con detergente e hipoclorito. Quedará brillante. Lavo las cortinas, sus hijos visten bien. Son muy inteligentes. Tiene suerte, los niños tienen los ojos claros, hablan otros idiomas, van a clases de piano. Ella me dice que lave el piso de rodillas, baldosa por baldosa. El piso ha quedado brillante. Yo no sé cómo queda piso alguno. El mío es de barro-
IV
Escuché ruidos en la noche. Fui a la plaza y estaba llena de gente cantando con banderas. Muchas personas lloraban, se miraban mudos entre si, se abrazaban y lloraban. A mí también me abrazaron. No sé quienes eran pero me abrazaron. La noche era muy hermosa, los niños jugaban por la plaza.
-Es una lucha de todos, muchos años-decían.
La gente decía libertad, solidaridad y esperanza.
Cuando me miré yo también lloraba. En muchos años volví a verme. Había desaparecido de mí y no podía recordarme.
Un día el tío Pedro me dijo que llenara unos papeles. El lo hizo por mí, yo no recordaba las letras ni los números.
-Es mentira, no sucederá, nadie va a ayudarte-me decían. Mi marido también, el no creía.
Un día me llamaron. Tenía dinero en  mis manos y no sabía cómo podía ser tanto, yo nunca había tenido “tanto”. Quise devolverlo, no lo merecía.-Es tuyo, de tus hijos- dijeron.
-Ah…si es de mis hijos entonces nadie podrá robármelo-
V
Lo primero que Nair hizo fue comprar camas para sus hijos y abrigo. Compró zapatos y para el bebé un pequeño osito de peluche. Iba a guardar dinero. Necesitaba casa para los niños, un lugar que les perteneciera. Para comprar el osito y luego la pequeña radio se lo preguntó a la asistente social que fue a  conversar con ella. No sabía si tenía “derecho”. Sonrió cuando le contestaron que sí, que podía.
Pudo comprarle un pequeño terreno a la vecina y ella misma con ayuda de Pedro y luego de otros vecinos construyó su propia casa.
Desde los edificios quebrados de todos los derrumbes nació el mundo.
Una casa humilde, a la que le colocó cortinas que bordó para sus postergados sueños por primera vez en la vida toda.
Los hijos van a la escuela y ella también. La han ido a buscar. Ahora lee, le gusta escribir y las clases de teatro.
Le hablan del tesoro que nadie podrá robarle jamás. Siempre pensó, ahora estudia, sabe bien de que tesoro le hablan. El conocimiento.
Ahora se puede, le prestan libros, está aprendiendo a hacer muchas cosas, se ha unido con otras mujeres, tejen y han matriculado un emprendimiento. Una mujer hizo un telar con un motor viejo de un lavarropas olvidado. Tienen un horno de piedra para hacer pan y otras facturas que venden. Ha sido difícil aprender a trabajar juntos. No es fácil armar cooperativas.
Lo han logrado del mismo modo que las mujeres de antaño se defendían saliendo todas juntas de las cuevas ante las amenazas que siempre acechan.

Ya no limpia de rodillas y tiene servicio médico para ella y sus hijos. La patrona le dijo que son sus “derechos”. La patrona tuvo un poco más de suerte, algunos enojos pasajeros, pero entiende. Ella también es una empleada, es docente, lucha.
Nair acaba de aprender lo que significa “derechos” gracias al conocimiento, “el tesoro que nadie te puede robar”.
Y no lo olvidará.


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