La
calle no tenía nombre pero fue siempre la preferida de los primeros
habitantes, por haberse centralizado en ella todas las actividades
del incipiente balneario.
Por
allí estuvieron o están todavía, algunos comercios y centros
nocturnos que generaron siempre un inusitado movimiento durante las
24 horas.
Entre
muchos locales con historia propia debemos mencionar a LA CUEVA, EL
RANCHO ALEGRIA, SAVEIRO y los comercios de ramos generales que
regenteaban Julio Cabrera y el “Macho” Vitabarez.
La
calle terminaba en el Atlántico pasando previamente por los ranchos
de Arlindo Correa, Alberto Talayer el “Junquito” de los Correa y
los ranchos de “Toto” Cambre y el “Cubano” Vogler.
Época
romántica, con varias casillas de madera rodeadas de hortensias y
malvones, que hacían más agradable y acogedor el ambiente
veraniego. Al finalizar la calle y salpicada por las olas... LA
TABERNA. Un local que supo tener varios propietarios y distintas
actividades. Restauran, pizzería, discoteca, agencia y sobre todo
lugar de encuentro para festejar aniversarios o simples reuniones de
caracter familiar.
LA
TABERNA, marcó durante muchos años un estilo de vida para jóvenes
y viejos que se daban cita en la pista de baile o junto a las mesas
del restauran. Con el paso de los años LA TABERNA fue decayendo y
las peñas fueron el último aliento de un local que supo estirar las
noches del balneario en un ambiente de sana camaradería. LA TABERNA,
un local sin mayores pretensiones y que sin faltarle el respeto,
podríamos catalogar de galpón mejorado, con sus rincones cómplices
para que la privacidad alimentara pasiones de verano que solían
terminar junto al Atlántico.
En
la actualidad es fácil comprobar que pocos locales han logrado
sobrevivir a los cambios experimentados en el balneario. Hoy todo es
apurado. No hay tiempo para compartir el café de la sobremesa ni la
charla informal que por aquellos años cimentaba la amistad. El
sandwich y la pizza han sustituido al asado familiar y al “copetín”
entre amigos. LA TABERNA ha desaparecido. Sin embargo la misma luna y
el arrullo del mar siguen envolviendo con su magia el escenario que
fuera durante muchos años el centro obligado para largas tertulias
que terminaban al amanecer. Allí estaban los deportistas del
momento, los intelectuales, los músicos, los políticos y también
algún malandro entreverado que se mantenía en su lugar. LA TABERNA,
centro obligado de la gastronomía playera, compartida durante muchos
años por Fernando Correa y el “Cacho” Martínez.
La
nota gráfica es demasiado elocuente. Fue la última. Un punto de
referencia para los vecinos y turistas que visitaban La Barra allá
por el 70 y amarga sensación de curiosidad para conocer la historia
de esta edificación en ruinas. En su interior imágenes difusas del
cálido mostrador donde se daban cita las mejores “gargantas” de
aquellos años.
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