Finalmente la FIFA decidió
sancionar al jugador de fútbol uruguayo, Luis Suárez, por haber
mordido a un rival durante el partido disputado entre la selección
uruguaya y la italiana.
Tal vez exageraron un poco con
las sanciones, si bien supongo que tuvieron en cuenta las veces
anteriores en que Suárez había hecho exactamente lo mismo en otros
partidos y con otros rivales en Inglaterra.
También supongo que pesó en la
balanza la necesidad de la FIFA de parecer como una entidad íntegra,
seria y éticamente correcta. Cosa que todo el mundo sabe que no lo
es.
Y podría ser que también
influya el deseo de la FIFA de que el ganador de la Copa sea Brasil,
y el equipo uruguayo con Suarez adentro, hacía peligrar mucho ese
final deseado.
Pero todo eso, que suena
asquerosito y vaya si lo es, no quita que quien se buscó la sanción,
fue el propio Suárez con su mordisco al hombro del italiano.
Y creo que él debería haber
evaluado eso antes de hacerlo. Tal vez esperaba solo una tarjeta
roja. Tal vez pensó que no se vería. No lo sé. Ni idea.
Pero su mordiscón y la sanción,
no solo ha afectado la moral de sus compañeros de equipo, quitado
chances de un posible segundo Maracanazo, cosa que espero no sea
así, sino que también ha afectado su propio futuro profesional.
Y hay algo más que me preocupa
de todo este tema.
Los uruguayos en su grandísima
mayoría, han salido a apoyar a Suarez en forma incondicional. Ya sea
negando que el mordiscón haya existido, o justificando con
diferentes y variados argumentos, su accionar.
Le están diciendo a una persona
que obviamente no sabe controlar sus enojos o broncas, provenientes
de algún problema de su infancia, que según los que dicen
conocerlo, fue bastante traumática, que puede hacer lo que quiera
porque se lo van a perdonar igual.
Simplemente, porque es un buen
jugador de fútbol y, en este caso, podría haber llevado a la
selección uruguaya a ganar la Copa Mundial.
Me hace acordar a lo que sucedió
en Argentina, tanto con Maradona como con Carlos Monzón.
A nadie le importó que “el”
Diego se estuviese drogando hasta las pestañas y haciéndose bosta
con la droga. El tema era que fuese al Mundial. Y así el mundo
entero pudo ver su cara desaforada por TV festejando su gol, antes de
que el control anti doping le diese positivo.
Carlos Monzón era un hombre
golpeador. De mujeres, más allá de golpear a sus rivales en el
ring. También provenía de una infancia carenciada y difícil. Los
expertos decían que sacaba sus broncas sobre el ring y que por eso
era tan letal.
El problema era que también lo
hacía fuera del cuadrilátero y contra sus mujeres. Pero nadie decía
nada porque era el campeón del mundial. Y él lo sabía.
La primera vez que su mujer,
Alicia Muñiz, cansada de tanto golpe, se animó a denunciarlo,
Monzón quedó libre a la media hora. Lo liberaron en la comisaría
sin registrar la denuncia.
Carlos volvió a la casa y le
rompió el alma a Muñiz, mientras le decía que él era intocable.
Que él podría matarla y no pasaría nada. Todos sabemos el final de
esa historia.
No estoy diciendo que Luis Suarez
sea un violento o un mordedor fuera de la cancha. Pero si no sabe
manejar su temperamento cuando se enoja, no me gustaría estar
cerca.
Y cuando no sea más un famoso
goleador, no sé si todo el mundo estará tan dispuesto a perdonar
sus mordidas. Flaco favor se le hace si no se lo ayuda ahora con algo
que, evidentemente, es un problema que él no sabe, no quiere o no
puede controlar. L.M.V.
Qué estupidez! Lamentable.
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