Acoso
moral, corrupción, estilo dictatorial, un hombre que suele llamarle
gentuza a quienes no coinciden con él. Alfredo Silva, un referente
sindical de la Salud Pública, tenía ya muchos frentes abiertos con
demasiada gente enojada, cuando hace dos años y medio comenzaron las
denuncias contra él.
Ayer, el juez Néstor Valetti lo procesó por conjunción del interés público y privado. Es decir hay semiplena prueba de que cometió los delitos de los que se le acusa y el caso ahora comienza un período de apelaciones y eventualmente de condena.
Junto a él fue procesado Heber Tejeira, un sindicalista de referencia que estaba encargado de las tercerizaciones en hospitales. Según apunta la investigación, era su hombre de confianza en la red que finalmente cayó en las últimas horas.
A diferencia de su jefe, Tejeira fue enviado a prisión. A la comprobación de situaciones de corrupción se le sumó el cohecho, es decir el cobro de coimas a empresas.
“Te dejé el sobre para que comas un asado”. La frase sarcástica de un empresario fue motivo de alegría para Tejeira, según da cuenta hoy El Observador en base a las actas del juicio.
El gremialista le contestó por Whatsapp “¡Esto da para mucho más que para un asado!” sin advertir que, para entonces, el equipo de Crimen Organizado ya registraba todos sus chats y conversaciones.
Alfredo Silva y Heber Tejeira facilitaban horas no trabajadas para sobrefacturar en hospitales públicos. Además influían en el concurso de empresas y cooperativas amigas para obtener los servicios de vigilancia y limpieza.
Tejeira era el que se relacionaba con las empresas y facilitaba los cobros en mejores condiciones a las estipuladas en los contratos públicos. A veces “asesoraba” a las comisiones hospitalarias para determinar un contrato a favor de tal o cual empresa. Desde su puesto de dirección, en representación de los trabajadores, Silva presionaba sobre los directores de los hospitales. Incluso los amenazaba con despedirlos si no aceptaban sus mandatos.
Era demasiada gente la que tenía a Silva en la mira. El senador frenteamplista Luis Gallo, un referente en lo asuntos de salud pública, reconoció que el polémico sindicalista “ha sido un problema” desde siempre por sus conductas fuera de protocolo.
Alfredo Silva marchó para su casa con la destitución en el bolsillo, pese al pedido de cárcel del fiscal Gilberto Rodríguez. No se pudo comprobar que cobrara peso alguno, a diferencia de su compañero sindical de quien sí había registros en redes de pago, entre otros datos.
Por eso el dictamen judicial informa sobre “posibles ámbitos y comportamientos de corrupción en el ejercicio y desempeño de la función pública”.
Para Tejeira -a quien sus amigos apodan “Toshiba”- sí habrá algo más que una condena moral: enfrenta seis meses de prisión a tres años de penitenciaría y una multa que puede ir de 10 UR a 10.000 UR.
Los delitos de corrupción no sólo necesitan cerebros y facilitadores. Tiene que haber alguien del otro lado dispuesto a beneficiarse y a pagar por estos supuestos beneficios.
En ese sentido, Valetti procesó sin prisión a cuatro integrantes de la asociación civil La Buena Estrella, que había adquirido notoriedad al comprobarse una sobrefacturación de 100.000 dólares hace dos años. Fueron 24.874 horas extras nunca trabajadas las que debieron pagar los contribuyentes. Este fue además el inicio de una larga sombra de sospechas recaídas sobre hombres del PIT-CNT.
Cuando la investigación evidenció los primeros síntimas de abuso, la empresa dio como excusa que su personal "estaba en cursos de capacitación" y que era horas cobrables. De hecho, alguien en el Estado había dado el visto bueno para ello.
Otros cuatro empresarios fueron procesados por el pago de coimas para lograr contratos de servicio en centros de salud. Tampoco fueron a prisión. Otro de los servicios que pagaban a Silva y Tejeira es la paz sindical asegurada a partir de la influencia de ambos en el PIT-CNT, según uno de los indagados.
Las instituciones afectadas fueron centros de salud de Rivera, Pando, Maciel y el Instituto Nacional del Cáncer.
La Buena Estrella es la empresa emblemática de este modus operandi. El Ministerio de Salud Pública ya estaba avisado de los problemas que traería la tercerización. Esta cooperativa se formó con extrabajadores de Clanider, otra empresa que ofrecía servicios en el Maciel y que por los mismos problemas debió ser suspendida. La justicia procesó por estas sobrefacturaciones a la administradora Lucía Zagía y al empresario Gabriel Leindekar.
Pero la trama tuvo otras empresas que terminaron indagadas por la misma causa: Apex ONG, Jorge Lucero, Onamérica, Joaka, todas ellas dedicadas a limpieza o seguridad. Las primeras tres enviaron dinero a Tejeira para agilizara pagos. Esos giros eran de entre 3.000 y 150.000 pesos, según la investigación.
Durante el juicio, Silva se mantuvo imperturbable junto su abogado Juan Fagúndez. Solo una vez se lo vio desencajado, según contaron a El Observador fuentes judiciales. Fue cuando se enteró que su amigo admitió haber recibido al menos un sobre con 5.000 pesos, consigna el matutino. “Todos quieren el sillón de Alfredo, por eso me golpean a mí”, dijo “Toshiba”, quebrado, ante el juez.
Hasta ayer Silva era un peso pesado del funcionario público. Desde la última década controlaba la Salud Pública con mano férrea. Había surgido como dirigente a fines de los años 80. Trabajó en el Casmu y en el Vilardebó. Tal es su liderazgo que la sala sindical del Ministerio se llama "Alfredo Silva". Una placa recuerda el homenaje en su inauguración el 24 de setiembre de 2013 con la inscripción: "Un camino de mil millas comienza con un paso".
En 2008, la creación de un cargo directivo para los trabajadores en la Administración de Servicios de Salud del Estado le dio la posibilidad de confirmar aún más su territorialidad. Fue ratificado en asamblea de trabajadores y aprobado por el PIT-CNT.
Durante los primeros tres años de su gestión, mantuvo perfil bajo. Pero en 2011 llegó Mario Córdoba a ASSE y le permitió “patear el tablero”. Hubo decenas de despidos a nivel directivo en hospitales -en su mayoría, médicos- y gran cantidad de nombramientos de nurses, enfermeros, auxiliares de servicios y choferes de ambulancia.
Él atribuyó estos supuestos logros de gestión a su perfil de hombre hecho de abajo: “No tengo un título universitario. Pero sé qué es lavar un piso, sé hacer enfermería, trabajar en urgencias, atender un parto, trabajar con la locura”, dijo en una entrevista con el suplemento Qué Pasa de El País.
Ayer, el juez Néstor Valetti lo procesó por conjunción del interés público y privado. Es decir hay semiplena prueba de que cometió los delitos de los que se le acusa y el caso ahora comienza un período de apelaciones y eventualmente de condena.
Junto a él fue procesado Heber Tejeira, un sindicalista de referencia que estaba encargado de las tercerizaciones en hospitales. Según apunta la investigación, era su hombre de confianza en la red que finalmente cayó en las últimas horas.
A diferencia de su jefe, Tejeira fue enviado a prisión. A la comprobación de situaciones de corrupción se le sumó el cohecho, es decir el cobro de coimas a empresas.
“Te dejé el sobre para que comas un asado”. La frase sarcástica de un empresario fue motivo de alegría para Tejeira, según da cuenta hoy El Observador en base a las actas del juicio.
El gremialista le contestó por Whatsapp “¡Esto da para mucho más que para un asado!” sin advertir que, para entonces, el equipo de Crimen Organizado ya registraba todos sus chats y conversaciones.
Alfredo Silva y Heber Tejeira facilitaban horas no trabajadas para sobrefacturar en hospitales públicos. Además influían en el concurso de empresas y cooperativas amigas para obtener los servicios de vigilancia y limpieza.
Tejeira era el que se relacionaba con las empresas y facilitaba los cobros en mejores condiciones a las estipuladas en los contratos públicos. A veces “asesoraba” a las comisiones hospitalarias para determinar un contrato a favor de tal o cual empresa. Desde su puesto de dirección, en representación de los trabajadores, Silva presionaba sobre los directores de los hospitales. Incluso los amenazaba con despedirlos si no aceptaban sus mandatos.
Era demasiada gente la que tenía a Silva en la mira. El senador frenteamplista Luis Gallo, un referente en lo asuntos de salud pública, reconoció que el polémico sindicalista “ha sido un problema” desde siempre por sus conductas fuera de protocolo.
Alfredo Silva marchó para su casa con la destitución en el bolsillo, pese al pedido de cárcel del fiscal Gilberto Rodríguez. No se pudo comprobar que cobrara peso alguno, a diferencia de su compañero sindical de quien sí había registros en redes de pago, entre otros datos.
Por eso el dictamen judicial informa sobre “posibles ámbitos y comportamientos de corrupción en el ejercicio y desempeño de la función pública”.
Para Tejeira -a quien sus amigos apodan “Toshiba”- sí habrá algo más que una condena moral: enfrenta seis meses de prisión a tres años de penitenciaría y una multa que puede ir de 10 UR a 10.000 UR.
Los delitos de corrupción no sólo necesitan cerebros y facilitadores. Tiene que haber alguien del otro lado dispuesto a beneficiarse y a pagar por estos supuestos beneficios.
En ese sentido, Valetti procesó sin prisión a cuatro integrantes de la asociación civil La Buena Estrella, que había adquirido notoriedad al comprobarse una sobrefacturación de 100.000 dólares hace dos años. Fueron 24.874 horas extras nunca trabajadas las que debieron pagar los contribuyentes. Este fue además el inicio de una larga sombra de sospechas recaídas sobre hombres del PIT-CNT.
Cuando la investigación evidenció los primeros síntimas de abuso, la empresa dio como excusa que su personal "estaba en cursos de capacitación" y que era horas cobrables. De hecho, alguien en el Estado había dado el visto bueno para ello.
Otros cuatro empresarios fueron procesados por el pago de coimas para lograr contratos de servicio en centros de salud. Tampoco fueron a prisión. Otro de los servicios que pagaban a Silva y Tejeira es la paz sindical asegurada a partir de la influencia de ambos en el PIT-CNT, según uno de los indagados.
Las instituciones afectadas fueron centros de salud de Rivera, Pando, Maciel y el Instituto Nacional del Cáncer.
La Buena Estrella es la empresa emblemática de este modus operandi. El Ministerio de Salud Pública ya estaba avisado de los problemas que traería la tercerización. Esta cooperativa se formó con extrabajadores de Clanider, otra empresa que ofrecía servicios en el Maciel y que por los mismos problemas debió ser suspendida. La justicia procesó por estas sobrefacturaciones a la administradora Lucía Zagía y al empresario Gabriel Leindekar.
Pero la trama tuvo otras empresas que terminaron indagadas por la misma causa: Apex ONG, Jorge Lucero, Onamérica, Joaka, todas ellas dedicadas a limpieza o seguridad. Las primeras tres enviaron dinero a Tejeira para agilizara pagos. Esos giros eran de entre 3.000 y 150.000 pesos, según la investigación.
Durante el juicio, Silva se mantuvo imperturbable junto su abogado Juan Fagúndez. Solo una vez se lo vio desencajado, según contaron a El Observador fuentes judiciales. Fue cuando se enteró que su amigo admitió haber recibido al menos un sobre con 5.000 pesos, consigna el matutino. “Todos quieren el sillón de Alfredo, por eso me golpean a mí”, dijo “Toshiba”, quebrado, ante el juez.
Hasta ayer Silva era un peso pesado del funcionario público. Desde la última década controlaba la Salud Pública con mano férrea. Había surgido como dirigente a fines de los años 80. Trabajó en el Casmu y en el Vilardebó. Tal es su liderazgo que la sala sindical del Ministerio se llama "Alfredo Silva". Una placa recuerda el homenaje en su inauguración el 24 de setiembre de 2013 con la inscripción: "Un camino de mil millas comienza con un paso".
En 2008, la creación de un cargo directivo para los trabajadores en la Administración de Servicios de Salud del Estado le dio la posibilidad de confirmar aún más su territorialidad. Fue ratificado en asamblea de trabajadores y aprobado por el PIT-CNT.
Durante los primeros tres años de su gestión, mantuvo perfil bajo. Pero en 2011 llegó Mario Córdoba a ASSE y le permitió “patear el tablero”. Hubo decenas de despidos a nivel directivo en hospitales -en su mayoría, médicos- y gran cantidad de nombramientos de nurses, enfermeros, auxiliares de servicios y choferes de ambulancia.
Él atribuyó estos supuestos logros de gestión a su perfil de hombre hecho de abajo: “No tengo un título universitario. Pero sé qué es lavar un piso, sé hacer enfermería, trabajar en urgencias, atender un parto, trabajar con la locura”, dijo en una entrevista con el suplemento Qué Pasa de El País.
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