Como todo pintor que hace
madurar sus obras, Margot Martínez, va creando cuadros relevantes
donde alternan junto a la naturaleza, figuras humanas transitando
caminos invisibles y tempestades que le regaló
una tarde invernal el atlántico embravecido. Para ello, dejó las
comodidades de la ciudad y se fue a La Barra para disfrutar del
aire, y del sol en metódicas caminatas. Pero un día se encontró de
golpe con el primer pincel.
Enamorada del balneario y
poniendo todo su talento en la pintura, ha logrado un número
importante de obras, que sin llegar a “empalagar” van cubriendo
lentamente las paredes de la acogedora cabaña de la calle Isla de
Flores.
Con la misma frescura que maneja
los pinceles, nos habla de sus comienzos tardíos en la pintura y los
miedos que fueron desapareciendo ante la presencia de las profesoras
y la tela en blanco. Luces y sombras que fueron señalando un camino
artístico que comenzó a recorrer en el 2007. “Comencé tarde,
aunque debo reconocer que siempre me gustaron los pinceles. No
descartamos la posibilidad de exponer aunque por el momento estamos
abocada a seguir creando y mejorando nuestros cuadros.” Con una
fuerte convicción filosófica que le viene de la metafísica y el
yoga nos señala que “La Barra es el lugar ideal para toda
manifestación artística, teniendo como fuente de inspiración el
atlántico con sus misterios insondables y una naturaleza pródiga y
generosa para la creación”. Sin la formación académica que
“suele” ser importante para el currículo, Martínez la ha
suplantado con una profunda sensibilidad que en definitiva es lo que
perdura. Imágenes, dibujos, bocetos y las cosas simples del
balneario van asomando de sus pinceles, dándole un nuevo sentido a
la vida, entre médanos desbastados por el hombre y las olas
repetidas del atlántico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario