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martes, 20 de agosto de 2013

JUAN SOSA: DE LOS CIMIENTOS AL TECHO. Por Julio Dornel.





                                                  Escritor y periodista Julio Dornel
                                               Juan Sosa

                                               La casa de Juan




Pocas veces nos hemos ocupado de quienes a través de los años le han ido cambiando el perfil edilicio a esta frontera, demoliendo ranchos y dando paso a confortables viviendas. Todavía no habían llegado los planos ni los arquitectos, limitándose todo a los conocimientos limitados de los albañiles, que iban aprendiendo sobre la marcha. En esta larga lista de obreros especializados nos encontramos con Juan Sosa, el responsable de un alto porcentaje de casas y locales comerciales que se fueron levantando en distintos lugares de la ciudad. Fue durante muchos años el “arquitecto” obligado, que respondía con generosidad de albañil a todos los requerimientos de la construcción fronteriza. Trabajador incansable, asumió siempre la responsabilidad que requería cada obra, actuando con modestia y sencillez, hasta que llegaron los años de la jubilación. Nació del otro lado de la Internacional, pero sin renegar de su origen norteño, rumbeó temprano para el Uruguay, trayendo en sus maletas muchas aspiraciones, la necesidad de trabajar y 18 años recién cumplidos. Debutó en los depósitos de San Miguel y se fue arrimando despacio a la aldea fronteriza, recalando finalmente en Casa Fernández de carrocero con Rafael y Belarmino, en el mostrador se entreveraba Manzanares y Elide, y el escritorio estaba reservado para Tomás Corbo y Aldo Martínez. “Era una época de oro del comercio fronterizo donde los mayores exponentes eran Carlos Calabuig, Mauro Silva, Ramiro Núñez, Octavio Pereyra y Fernando Sequeira. Comenzamos en la construcción con Honorio Santos, aprendiendo una profesión que sería fundamental en nuestro futuro. También trabajamos en campaña con Fernando Olivera en San Luis y en la Coronilla con “Pipi” Uriarte hasta que la hepatitis nos hizo rumbear para la frontera, tras una prolongada internación en el hospital de Castillos. Ya en Chuy recalamos en casa de Honorio Santos que habíamos conocido en Brasil. Buscando alguna profesión llegamos a la carpintería de Enrique Piraine en territorio brasileño, realizando trabajos secundarios. Al poco tiempo surge la construcción con Honorio Santos, quien junto a Manuel Luna sobresalían entre los albañiles locales. La primera casa que construimos fue para una cuñada de Silvio Fossati y luego trabajando con Luna hicimos la casa del Dr. Eladio Aristimuño, dando comienzo a una nueva etapa de aprendizaje que en definitiva era lo que veníamos buscando. A los pocos años nos largamos solos en pequeñas construcciones hasta que llega el edificio del cine de Lassa y la casa del escribano Arimón, que algunas modificaciones ocupa COMERO en la actualidad. Trabajando en el edificio del cine para cerrar el cielorraso, se partió uno de los tirantes de 8 X 8 y se nos vino todo abajo causando lesiones y fracturas a varios obreros. También en algunas oportunidades tuvimos que encarar obras comerciales para la familia Tone, Manolo Fernández, Esquina Punto, los depósitos de Palmar y muchos otros que no recordamos”. Pese a los años transcurridos (81) su extraordinaria memoria nos va llevando a sus “colegas” del 50 y pico, Ramón Rodríguez, Bibili Amaral, Nene Cardozo, Juan Uriarte y el frentista Manuel Luna. Entre las casas construidas va recordando las de Daois San Martin, Celestino Gómez, Rico Decuadra, Omar Vidal, Tomás Corbo, y el maestro Leiza. Fue sin ninguna duda un visionario del siglo pasado, que vislumbró el desarrollo edilicio que ponía en marcha una nueva fuente de trabajo levantando paredes de terrón, ladrillos, ticholos y bloques, que fueron colmando las expectativas de los primeros adelantados que sin planos ni arquitectos se las ingeniaba para ir construyendo casas y locales comerciales.

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