DIRECTORA
YOLANDA FERNÁNDEZ
“SOY
PRODUCTO DE LA EDUCACIÓN PÚBLICA Y DE LOS VALORES QUE RECIBÍ EN MI
CASA”.
Escribe
Juan José Pereyra Twitter@juano500
Aunque lo
niegue, la Profesora Yolanda Fernández es una de las personalidades
de Rocha del año 2012.
Hija
natural, no conoció durante su infancia y adolescencia a su padre
biológico. Se crió con sus abuelos “un humilde tropero y una
lavandera” a quienes nombra don Aquiles Fernández y doña Ofelia
Romero. Nació en la Villa de Velázquez, en un hogar muy humilde.
Se fue a
Montevideo a estudiar sin haber conocido el edificio del Liceo
Departamental del que luego sería su Directora: la Directora del
Centenario.
Fue
empleada doméstica y así pudo sobrevivir y pagarse sus estudios.
No olvida
ni un instante sus raíces, recuerda a toda la gente que la ayudó y
rodeó en su vida.
El Este
publica hoy una parte de una extensa entrevista que la profesora
Yolanda Fernández concedió al Programa Cuarto Poder de Radio
Fortaleza. Es la parte en la cual la Directora se muestra tal cual es
: un ser humano que ha sabido luchar, que siempre supo que se puede,
alguien con convicciones muy firmes. Una firmeza que no le hace
perder la ternura y no puede esconder su humana fragilidad.
“ME
ENSEÑARON QUE SE PUEDE, DESDE MUY CHICA LO SUPE”.
Los niños
humildes veníamos en el ómnibus de los González, aquellos que
había que empujarlos un poquito y demoraban horas. Nos bajábamos
frente al Hospital donde nos atendían, si era que el Dr. Morales nos
había derivado y prácticamente nos volvíamos en seguida.
No había
oportunidades como hoy que los niños tienen la Semana de Rocha y
esos eventos.
Más allá
de las críticas que pueda tener cualquier sistema asistencialista,
como se le llama ahora, está muy bien asistir a los jóvenes
humildes, a los que se lo merecen, está muy bien.
Cuando el
acto del Centenario dije que soy producto de la educación pública.
Eso me
llena de orgullo y me permite rectificarme de mis propias palabras,
gracias a la educación pública pero gracias también a los valores
que inculcaba la familia cuando yo era chica.
LOS
VALORES QUE INCULCABA MI FAMILIA MUY HUMILDE
El
Presidente de la República dijo hace un tiempo que este país tiene
el grave problema que significa el quiebre de la cadena de trabajo.
Cuando
éramos chicos, el niño humilde se jactaba de que tenía que ser
prolijo. La moña y la túnica tenían que ir limpias y almidonadas a
la escuela, pero también nos enseñaban a cultivar la tierra, a
estar sembrando las matas de los boniatos y a hacer de todo lo que
hubiese que hacer.
Yo ayudaba
a mis abuelos a llevar los bueyes, a cortar pasto para darle de comer
a la vaca, que era lo que nos alimentaba porque, tomábamos leche
leche.
En mi casa
se hacía manteca y queso y se hacía quinta. Si yo dijera que pude
desarrollarme sólo por la educación ,negando a la familia que me
crió, sería imperdonable.
ME
CRIARON MI ABUELO TROPERO Y MI ABUELA LAVANDERA
A mí me
crió un abuelo tropero, don Aquiles Fernández y mi abuela lavandera
doña Ofelia Romero. Se me quiebra la voz al nombrarlos porque
nosotros vivíamos prácticamente en el último ranchito de
Velázquez, al lado del arroyo Sarandí de La Paloma. La casa que
seguía era la de don Pedro, un negrito que cuidaba caballos.
La
anterior era la mía, una casa modesta, pero teníamos la quinta, un
cerdo que año a año le debían regalar a mi abuela, yo no recuerdo.
Yo tenía
que salir al pueblo, a la Villa de Velázquez a recoger todas esas
viandas que daban a la gente que en Castillos tenían un nombre muy
peculiar, allí se decía recoger las sobras que se le daban al
cerdo.
Se lo
llevaba a la orilla del arroyo para que se recreara en el barro como
a ellos les gusta.
La cosa es
que la carne de cerdo era deliciosa y se vendía a fin de año. Mi
abuela la vendía con la ayuda de todos nosotros en casa y la
ayudábamos a faenar.
Nunca
faltaba alguna persona que le prestaba a mi abuela una vaca con un
ternero para que durante el invierno no nos faltara la leche.
Una
de mis tareas, después que llegaba del liceo, era llevar la vaca a
pastar o acompañar a la abuela con la hoz a cortar el pasto en
terrenos vecinos.
Gracias
a eso nosotros comíamos.
Comíamos
todo natural, los durazneros que había en mi casa, los manzanos, la
quinta: boniatos, papas, choclos. Eso nunca nos faltó, o sea yo soy
una millonaria.
COMÍAMOS
COSAS DE MI CASITA, NO DEL MUNDO CHINO
Jamás
comí cosas del mundo chino, siempre comí cosas del mundo de los
Fernández Romero, de mi casita.
Ahora sí
voy a la educación pública. Allí en la Villa, la escuela, dirigida
primero por la señorita Manón y después por la señorita Julieta.
Desde la
escuela nos enseñaban “tú si quieres puedes llegar a ser
Presidente de la República”. A cualquier niño, todos teníamos la
oportunidad si queríamos.
Lo que nos
convencían es de que éramos pobres, ni que teníamos que asistirnos
por un sicólogo o un siquiatra –que me perdonen quienes no
compartan esto- porque nos íbamos a descalificar si andábamos cola
para arriba sembrando maíz y al lado del maíz plantando un boniato
y con un balde acarreado desde el aljibe para regarlo. No teníamos
que ir al sicólogo por eso.
Creo que,
al revés, eso nos generaba salud mental.
Yo nunca
sentí ni pánico, ni agravio, ni destrato, ni maltrato ni
discriminación de género por el hecho de hacer esas tareas. Pero
la escuela también me sembró esa semillita de que si yo quería,
podía.
Fui al
liceo y ninguno de mis profesores nos desalentó ni nos dijo que no
había esperanzas de poder lograr lo que quisiéramos.
LOS
RECUERDOS DE TANTAS PERSONAS MARAVILLOSAS
Todos
ellos muy queridos, como Mariela Pietro, como mi profesora Arrieta,
como el profesor Marfetán, como el Dr. Morales que era mi profesor
de Literatura que nos enseñó a amarla, como la profesora de
Biología que era la Dra. Saráchaga, que también fue Directora
cuando fui alumna en Velázquez. Como Nidia Olid, que era la
adscripta quien siempre me impulsó a seguir adelante.
Recuerdo a
quien ya no está. como la profesora de francés, Sarita.
Recuerdo a
mi profesora de dibujo, Sheila, a mi maestra de sexto, María Elena
Pereyra de Méndez.
Todos esos
docentes me enseñaron que se puede luchar y que más allá de que te
puedas quedar huérfana, como me quedé yo, hija natural también mi
hermana recién nacida, con la ayuda inseparable de una madre de amor
que recibió mi hermana, que es la señora Blanca Pereyra.
Para esa
persona yo no tengo palabras de agradecimiento, porque tomó entre
sus brazos a una niña de 16 días y la crió como si fuese suya.
Como si cada gota de amor hubiera sido un transplante de sangre y de
órganos.
Porque
esa niña que vive y hoy tiene treinta y pico de años en Velázquez,
que se llama Silvia Fernández, quedó huérfana de madre, de nuestra
madre.
Nació el
16 de octubre y el 4 de noviembre murió mi mamá.
Esta
señora Blanca Pereyra, que era mi vecina, la crió mediante un acto
de amor. No necesitó ni de adopciones ni de trámites porque es
madre por amor. A esa persona no tengo palabras para agradecerle.
Tampoco
tengo palabras para agradecer a todas estas personas y de otras
tantas que me olvidé, que siempre me educaron que el niño que
estudia y que lleva prolijos sus cuadernos y que recibe ayuda por
ejemplo de Anelio, otro chico que es un muchacho grande que crió
también, que es su sobrino, todos ellos me ayudaban.
Pero yo
también, por un acto de amor, ayudaba a mis compañeros.
Así
llegué a terminar cuarto y después fui de empleada doméstica a la
casa de los Aguirre Risso, una familia a la que respeto mucho que
hace poco me enteré que ha tenido una desgracia, la muerte de una de
sus hijas.
DOMÉSTICA,
FARMACIA,CAJERA ENCARGADA DE TIENDA INGLESA
Trabajé
en distintas casas y después en farmacia y así llegué a ser
encargada de caja en la gran empresa Tienda Inglesa, en la cual me
enorgullezco de haber trabajado.
Después
hice Bachillerato en Montevideo trabajando en el servicio doméstico
y después ingresé al Instituto de Profesores Artigas.
Preferí
hacer Literatura pero en aquel momento se entraba por escolaridad y
había muchísimos inscriptos y como en realidad me gustaban todas
las materias, me fui a la orientación de Ciencias Sociales y opté
por Derecho y Sociología. Hoy soy una orgullosa profesora egresada
del IPA con muy buenas calificaciones en las dos carreras.
DOS
PROFESORADOS Y ESPECIALIZACIÓN EN ADULTOS
Después
hice cursos de capacitación para la enseñanza de adultos. Me
encantó trabajar con alumnos mayores, es un desafío emocionante.
Pobre del
docente que dice que el adulto no puede aprender. Lo discrimina de
cabo a rabo. El adulto es el que más ánimo y predisposición tiene
para aprender. El adulto es maravilloso.
Pongo como
ejemplo al alumno Onandi, que este año hizo quinto año en el
nocturno. Pinta canas, los profesores se enorgullecen de tenerlo.
Es un
desafío para esta Directora y los profesores para que, en el 2013,
cuando termine sexto año, sea uno de los pabellones. Lo merece y es
el gran desafío para todos nosotros que lo sea.
Yolanda Fernandez ha sido mi directora en el liceo 42 de Montevideo. Un ser humano maravilloso a la cual respeto, quiero y he aprendido mucho de ella. Esta entrevista sólo muestra la lucha de una persona de gran corazón y fuerza!!! Me enorgullece de haber compartido con ella horas de trabajo. Un abrazo a una grande.
ResponderEliminarProf. Leonardo González Mazzei
Acá me entero de las hermosas vivencias de Yolanda. pues ha tenido una vida muy rica. eso explica su gran sabiduría que al conversar con ella te da la sensación de amparo y ternura, confiando en ella nuestros hijos en el ámbito estudiantil por el cual hoy trabaja..sin dudas una gran Mujer.
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