ANÁLISIS
Después de la avalancha
El diálogo con una integrante de Ocupemos da indicios de lo que vendrá en Brasil
El Observador
+ Carolina Bellocq @carobellocq
El 17 de setiembre de 2011, 10 años y algunos días después de los atentados terroristas, la ciudad de Nueva York volvió a ser escenario del caos de multitudes. Pero esta vez no hubo muertes ni ataques, sino hordas que se manifestaron en contra del sistema. Fueron los autodenominados Ocupemos Wall Street, un grupo que buscaba espacios para denunciar la corrupción del sistema económico basado en la bolsa de valores.
Con la mítica calle bloqueada por los policías, los indignados del momento se fueron hacia el parque Zuccotti, decidieron pasar la noche ahí. Habían sido convocados por un aviso publicado en la revista canadiense Adbusters, que logró reunir a varios movimientos que estaban funcionando por su cuenta en distintas ciudades del país, pero que tenían una visión común: era necesario ocupar espacios para hacer propuestas.
Por esas fechas Laura Gottesdiener, neoyorquina que trabajaba en Buenos Aires, leyó una noticia acerca de los hechos y dejó lo que tenía entre manos para volar hacia Nueva York. Fue para ayudar e involucrarse con la causa y se quedó con los otros jóvenes en el parque, hasta que la Policía los desplazó.
Ayer la joven de 25 años participó en una mesa redonda en el Primer Enredo Internacional, organizado por Redes Frenteamplistas, en la que compartió su realidad junto con la de otros protagonistas de movimientos similares como #YoSoy132 de México o los estudiantes de Chile.
Antes de eso, habló con El Observador acerca de su experiencia en el movimiento: el momento de desorganizado auge y su presente, en el que se tejen las estructuras que se descubrieron necesarias después de que las personas salieran a la calle en setiembre de 2011.
Las causas que defendían los que llegaron al parque eran bien distintas. Desde la conservación del medioambiente hasta la eliminación de la Reserva Federal. Pero todas ellas coincidían en un mismo punto: “La idea de que el sistema de gobierno era muy corrupto –y todavía lo es– y el hecho de que el origen de la corrupción está en Wall Street”, cuenta Gottesdiener. Cuando comenzó el movimiento algunos preguntaron por qué no se hacía en Washington, sede del poder político. Pero no. “Justamente, lo que nos unió fue la idea de que las actividades de los bancos y el dinero son la raíz de los problemas en nuestro país y en el mundo, al que están afectando”, relata la joven.
Pero las protestas se acallaron en poco más de dos meses. ¿Y qué pasó entonces? ¿Qué hace Ocupemos hoy? ¿Está vivo? Sí, pero de otra forma. Laura responde con un “depende”. “Casi todos los que estaban en Ocupemos están trabajando en diferentes movimientos pequeños, pero estamos todos en contacto permanente. Algunos luchan para cerrar las cárceles, otros por proteger a la tierra, terminar las guerras, hacer que la información sea más libre...”
Hoy los miembros del grupo transitan dos caminos paralelos y vinculados: el de las protestas y el de mostrar alternativas. En lo que hace al segundo, “se están formando redes pequeñas, pero bien fundadas” a través de recorridas por barrios de las ciudades.
Otros trabajan directamente en la organización de las estructuras, algo que definitivamente no existía cuando estallaron las protestas. “Estamos tratando de organizar grupos y redes que puedan trabajar juntas cuando sea preciso, porque no tenemos la infraestructura propia de los movimientos sociales ni nada similar. En su momento, Ocupemos fue muy grande. Pero luego no se cayó, aunque sí se quedó un poco por detrás porque no había infraestructura ni nada”, comenta Gottesdiener.
Lo importante, aclara la estadounidense, es que después del auge del movimiento la sociedad estadounidense comenzó a plantarse de otra forma ante los problemas sociales. “Ahora podemos hablar sobre el tema de una manera en la que no se hacía antes. La realidad no ha cambiado –aclara en relación a la gestión del presidente Barack Obama– pero ahora se entiende que los distintos problemas se relacionan con la economía. En los barrios se ve que la gente está hablando más”.
Además, después de las marchas los diferentes grupos de activistas comenzaron a estar en permanente contacto entre sí. “Tenemos un montón de movimientos: contra el sexismo, contra el racismo, culturales, de identidad. Antes no trabajábamos juntos, pero ahora todos estamos más unidos”.
Y todo esto, ¿para qué? Para cuando venga lo peor. “No sé si surgirá otra vez un movimiento más grande, como esa vez. Pero algo va a pasar”, advierte la activista. Y así cita el caso de Brasil. “Los bancos, la economía, todo está empeorando en Estados Unidos. Dicen que mejora, pero eso no es cierto. En algún momento va a explotar. Eso es lo que está pasando en Brasil: solo querían aumentar un poco el boleto de los buses pero surgió de todo”.
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