A mediados del siglo XX el Partido Colorado era una máquina de ganar elecciones; ahora políticos y analistas comparan al Frente Amplio con ese momento colorado
+ Valentin Trujillo @valentin_t
Los resultados de las elecciones del domingo 26 de octubre ponen al Frente Amplio a un paso del tercer gobierno consecutivo con mayoría parlamentaria, algo que no se veía en Uruguay desde la sucesión de gobiernos colorados en las décadas del cuarenta y cincuenta.
En 1942, en plena guerra mundial, el Partido Colorado (PC) obtiene la victoria con el 57% de los votos y es elegido presidente Juan José de Amézaga.
Cuatro años después el PC se mantiene en el poder con otra mayoría (ver cifras) y esta vez gana la fórmula de Tomás Berreta y Luis Batlle Berres.
Berreta muere a los pocos meses de asumir y Batlle inaugura un período que luego los historiadores denominaron como “neobatllismo”, un desarrollismo de centroizquierda con fuerte énfasis en la sustitución de importaciones y en darle potencia a la industria nacional.
En las elecciones de 1950, año bisagra del siglo XX para Uruguay desde el punto de vista simbólico y mental, el PC vuelve a obtener más de la mitad de los votos y bien podía denominarse el partido reinante de la época.
Porque incluso en 1954 y ya con muestras de desgaste de un modelo que comenzaba a hacer aguas, en las elecciones el PC ganó, de nuevo, con más de la mitad de los votos. Y en la oposición, los blancos estaban dividos entre herreristas e independientes. Recién en 1958, con la profundización de los problemas económicos y la irrupción de una alianza entre blancos y ruralistas, el PC conoce una derrota que fue histórica.
Varios actores políticos analizaron los números de este domingo 26 de octubre a la luz de aquel recuerdo que hoy parece vigente, donde un solo partido político se transformaba en la forma de gobierno del país.
Sergio Botana, intendente blanco de Cerro Largo y senador electo por el sector de Alianza Nacional recordó en El Observador TV que el PN pasó durante todo el siglo pasado por una situación similar a la que se vive hoy. “En aquella circunstancia fue contra el batllismo. (Era) una sociedad chica, con un fuerte peso de la seguridad social, del funcionariado público. (…) El Estado tiene una interacción muy directa con las personas y eso pesa en las elecciones.
“El FA basa su éxito político y electoral en haberle arrebatado (al PC) las banderas del batllismo, tal vez el mejor modelo de socialismo democrático aplicado a la realidad en el mundo. (El FA) es por supuesto, el nuevo batllismo”. “Si no encontramos la forma de convencer a los ciudadanos desde nuestras posturas, vamos a tener sí 95 años más del FA”, opinó Botana, luego de una pregunta sobre esa posibilidad.
En una columna publicada la semana pasada en El Observador, el politólogo Adolfo Garcé escribió y comparó la agenda del Frente amplio con la que promovió el batllismo hace casi un siglo. “El FA, en esta década, no hizo temblar las raíces de los árboles. Los empresarios, en la ciudad y en el campo, ganaron mucho dinero. Como José Batlle y Ordóñez hace un siglo, se atrevió a ‘inquietar’. Aun así sigue mandando”, escribió Garcé.
El también politólogo , Jorge Lanzaro, declaró al semanario Voces que el FA se había transformado en “el partido predominante”. Además de los gremios, Lanzaro destacó la fuerza del FA en la cultura, en un proceso que se viene amasando en Uruguay desde los sesenta. “Se dio un vuelco, la pérdida de la hegemonía colorada batllista dio lugar a un sistema que dio sus primeros pasos en los sesenta y que se despliega después de la dictadura. El Frente tiene el control de aparatos estratégicos como la educación, la formación de los educadores. Esto que estaba en manos de (Juan) Grompone o que estaba en manos de Varela, ahora lo maneja la izquierda. ”, dijo Lanzaro (ver nota vinculada).
El Observador conversó con Ernesto Agazzi, el senador de Espacio 609 que estuvo reflexionando sobre estas cuestiones y estos vientos electorales que parecen cíclicos en la política uruguaya.
“Me puse a analizar estas cosas y llegué a la conclusión de que, como decía (Carlos) Real de Azúa, a cada impulso político hubo un freno. (José) Batlle y Ordóñez hizo en el siglo XX un país modélico que salía de las guerras, a base de iniciativas nuevas. Y la oposición grande la tuvo dentro del propio Partido Colorado. (Feliciano) Viera frenó aquello que decía Batlle de ‘hagamos todo al mismo tiempo’, típica de una etapa de progresismo. Entonces, ese progresismo se frenó”, dijo Agazzi.
Luego repasó los años del segundo batllismo, el de Luis Batlle en la década del cuarenta. “Ese segundo progresismo tuvo un freno, derivado de la situación económica internacional. Vino una crisis externa y entonces gana el PN. Uruguay se debatía entre el impulso y su freno ”, relató Agazzi, simplificando bastante la postura de Real de Azúa, quien sostuvo en su célebre ensayo El impulso y su freno, publicado en 1964, de manera más aguda y sutil, que dentro de los proyectos de reforma del país que propulsaba el batllismo estaba sus propios problemas estructurales.
Para Agazzi, ahora progresismo del siglo XXI posee características similares a aquel del siglo XX pero parámetros distintos. “No es nacional, sino regional internacional, porque lo mismo sucede en Brasil, en Bolivia y en Argentina. Ya no estamos sometidos a una oligarquía nativa con actores políticos. Estos gobiernos progresistas están quitando el apalancamiento con la oligarquía nativa que había antes. A las transnacionales ahora le parece muy mal eso. Quieren más transparencia, quieren un mundo más abierto, no ven con buenos ojos los riesgos. Son actores de un capitalismo más ‘puro’, que mide el riesgo, que lo hace en función del mercado, que explota al empleado pero que se sienta a conversar con el gobierno y con los trabajadores. Pagan mejor que las empresas locales y no estamos obligados a beneficiarlas”, razonó el legislador quien cree que hoy el progresismo es distinto del de Batlle y del progresismo de los cincuenta. Dentro del desarrollo del devenir histórico-político y de su forma de interpretar a Real de Azúa, Agazzi considera que hoy no existe a la vista un freno que pueda detener a los gobiernos del FA. Eso sucede porque el gobierno toma medidas para que no surja un freno”, dijo y describió que a esas medidas les llaman “desarrollo nacional”.