Escritor y periodista Julio Dornel
En forma sorpresiva como suceden las cosas inesperadas, un hecho fortuito nos permite hoy valorar la importancia de Internet cuando logramos utilizar sus canales para facilitar la información y complementar de alguna manera estas evocaciones.
Carlos Arce, periodista y “amigo desconocido” radicado desde hace varios años en Porto Alegre publicó en sus crónicas semanales los recuerdos de otro uruguayo radicado en Canadá, sobre su infancia montevideana y de alguna manera su vinculación con el London París.
Roberto Sanguinetti que así se llama este compatriota señalaba en la publicación aludida que “Es increíble que el ser humano guarde tantas cosas en su cerebro y en un instante, basta que alguien haga un gesto, diga una palabra, un comentario, para que se amontonen en nuestra mente viejos recuerdos que los recomienzas a vivir, a soñar, a disfrutar!!!
Mi madre fue costurera del London París por muchos años. En su vieja Singer confeccionaba pantalones de mujer para las cuatro estaciones del año, clásicos, de vestir, deportivos etc. Aproximadamente cada dos semanas mi madre hacía la entrega de lo confeccionado y le volvían a dar otros dos fardos de telas cortadas.” El contacto entre Chuy y Canadá fue inmediato quedando pendiente las evocaciones de una tía de Roberto que también trabajó en el London y que vive actualmente en Montevideo. Sin embargo era impostergable ordenar los recuerdos y ofrecer un adelanto puesto que el tema para la crónica surgía automáticamente y por varios motivos.
En primer término darle luz verde a los recuerdos y evocar los años de la escuela Nº 28 cuándo los cuadernos TABARE, los lápices, las gomas y las hojas perforadas con las imágenes de Artigas o el desembarco de los Treinta y Tres, eran encargadas por correo a una dirección muy montevideana: LONDON PARIS S.A. 18 de Julio y Río Negro.
Para evocar al London debemos clasificar detenidamente los recuerdos apilados en la mente para disfrutarlos con un dejo de nostalgia “chacarera”, que pueden ser triviales para quienes no vivieron las etapas de ese pasado irrepetible y sin duplicado.
Todo había comenzado en 1890 cuando una compañía de seguros (The Standard Life) encomendó la construcción de un majestuoso edificio en la céntrica esquina. Pasan los años y allá por 1908 don Pedro Casteres resuelve instalar una tienda distinta a las ya existentes en Montevideo y exige para ello la planta baja de este edificio.
La ciudad contaba por aquellos años con una población estimada en los 320000 habitantes, mientras que los principales acontecimientos de la época se habían centralizado en la inauguración del Hospital de Niños, la facultad de Medicina y el Hospital Militar.
Crónicas de prensa nos recuerdan que en aquel año se iba para siempre en Italia el amigo de los niños Edmundo de Amicis y el Río de la Plata desaparecía Jorge Newbery con su globo "Pampero”. También en 1908 surgía a la vida comercial del Uruguay el LONDON PARIS y en 1914 editó su primer catálogo con el “último grito de la moda” y una excelente encuadernación. Estos catálogos representaban un capítulo al margen, salían dos por año y eran enviados más de 60.000 ejemplares al interior del país y lo más anecdótico es que los precios de los artículos se mantenían hasta que se editara el próximo número que era enviado a sus clientes sin costo alguno. Este catalogo fue siempre una publicación apreciada y esperada por todo el país para realizar los pedidos por correo.
Cabe señalar además que el LONDON PARIS nunca tuvo agencias ni sucursales en ningún punto del territorio nacional, el catálogo se enviaba gratis y su sistema de ventas establecía que si la mercadería recibida no era del agrado del comprador, se podía devolver o cambiarla por otra.
"NOS VEMOS EN EL LONDON"
En la década del 50 la empresa llegó a tener más de 1400 funcionarios y trabajar en la misma significaba por aquellos años, recorrer un camino de muchas posibilidades y de progreso personal. Cuándo viajábamos desde Cebollatí a Montevideo (una vez por año) en los camiones del “capataz Moreno” no podíamos dejar de visitar el “LONDON” y recorrer sus instalaciones, lo que significaba en aquellos años juveniles una aventura inolvidable.
Evocamos también su majestuoso edificio que nos deslumbraba en los primeros viajes a la capital y para no perder a nuestros ocasionales compañeros sentenciábamos al separarnos: “nos vemos en el London”. Como no recordar también los VIERNES ESPECIALES con extraordinarios descuentos y una multitud se hacía presente para comprar de todo. Cuando se entraba al LONDON teníamos la sensación de haber entrado en un mundo diferente del comercio montevideano, orgullo de esa ciudad y donde se podía observar una tendencia nueva en materia de comercialización. Hoy todo es historia que sirve para recordar a esta empresa que se mantuvo 58 años marcando rumbos en el comercio montevideano y desarrollando una actividad que lo llevó a convertirse en uno de los capítulos imborrables de aquel Montevideo. El LONDON PARIS cerró sus puertas en el año 1966. Nuestro agradecimiento a Carlos Arce (Porto Alegre) y Roberto Sanguinetti (Canadá) por el material aportado.
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jueves, 28 de enero de 2016
martes, 23 de junio de 2015
ESCUELA 28: TAN JOVEN COMO EL PRIMER DÍA DE CLASE. Por Julio Dornel.
Allá por los años 50 del siglo pasado, cuando compartíamos los bancos escolares con Norma, Baltasar o Eduviges, bajo el estricto control de la maestra Lydia Sopeña no imaginábamos que algún día tendríamos la oportunidad de volcar aquellos momentos en una crónica evocativa.
Era simplemente “la escuela 28”. Los nervios se alteraban desde el primer día de clase. Nos dejaban en la puerta sin saber siquiera quién sería la maestra y lo que es peor, sin derecho a elegir a los compañeros de clase. Allí nos quedábamos con el guardapolvo de cuello almidonado y la moña azul. Venía luego la clásica fotografía del grupo escolar que los años fueron dispersando luego en distintas direcciones para enfrentar el futuro y que tienen hoy a la distancia un significado muy especial. Fotografías que representan en la actualidad una referencia para ubicar compañeros que compartieron el banco, los juegos y también los sueños de la infancia. Por razones de edad andaban por otros salones Julio Corbo, el “fifo” Vidal, Julio Sanguinetti, las hermanas Correa (Leyda y Graciema) Lira Nuñez y el “aleman” Vogler. Eran tiempos del portafolio de cartón (casi vacío) con lo necesario para comenzar; lápiz, goma y un cuaderno que por lo general tenía en la tapa la foto de Artigas y en la contratapa el Himno Nacional que nunca logramos memorizar. Una galleta o boniato cocido para la merienda, bolitas para el recreo y figuritas repetidas para intercambiar mientras soñábamos con la sellada que completaría el álbum. Un recuerdo muy especial para las maestras de aquellos años que superando las dificultades y las carencias de la época cumplían su tarea educativa con cariño y dedicación. Esa era la filosofía dominante de la “escuela 28”. La conocimos muy joven, todavía no había cumplido 40 años. Fue un amor a primera vista, todas las cosas importantes de la aldea pasaban por la escuela. Cuántos hombres y mujeres se iniciaron a la vida en sus salones. Los cambios experimentados en la educación le otorgan mayor responsabilidad, mientras el nuevo milenio representa un desafío para la “vieja” escuela 28, que pese a sus ciento diez años continúa tan joven como la vimos el primer día de clase.
jueves, 11 de junio de 2015
ESCUELA Nº 28. INAUGURADA EL LUNES 11 DE SETIEMBRE DE 1905. Por Julio Dornel.
Continuando con la reseña histórica realizada por el maestro Felix Flugel, sobre los antecedentes que rodearon la llegada de la escuela 28 a esta frontera, debemos señalar que si bien la inauguración estaba prevista para el 1º de setiembre (1905), la misma debió suspenderse porque el edificio no estaba en condiciones de empezar las clases. Señala Flugel que “finalmente el lunes 11 de setiembre de 1905, abre sus puertas la modesta Escuela Nº 28, la que estaría destinada a cumplir proficua labor en este paraje. Concurrió al acto el por entonces Inspector de Instrucción Primaria don Manuel Lúgaro. Treinta niños inscriptos, aseguraron desde un principio la permanencia en Chuy del mencionado centro de enseñanza. La nómina de los primeros alumnos figura en el libro de matrícula (Nº 1 al 245) y es la siguiente: Ana Méndez 11 años; Carolina Mendez 10 años; Marcos Masides 7 años; Luisa Masides 6 años; María Pereira 9 años; Gilberto Ramos 14 años; Felisberto Ramos 11 años; Manuela Ramos 11 años; Roberto Ramos 6 años; Washington Vidal 8 años; Gualberto Vidal 6 años; Silvio Fossati 14 años; Danton Fossati 13 años; María Laura Fossati 6 años; Francisco Lima 12 años; Paulino Lima 9 años; Carlos Laso 12 años; Dolores Silva 8 años; Horacio Silva 7 años; Eulogio Sanguinetti 7 años; Eduviges Machado 10 años; Ángela Machado 8 años; Teófilo Machado 7 años; Dovivial Fonseca 12 años; Sertorio Pla 8 años; Diógenes Plá 7 años; Armelia Plá 6 años; Viristo Antelo 10 años y Francisco Antelo 11 años. Figuran además como ingresados durante el año lectivo los niños: Odorico Correa; José Correa; Julián Da Costa; Cesefredo Lima, Dorval Lima; Gregorio Acosta, Calixto Clavijo; Orlando Floritto, Pío Lima y María Correa. Señala Flugel que el primer local era de adobe y techo de paja, de dos aguas, piso de tablas y estaba ubicada en los fondos de la Receptoría de Aduanas”. En 1906 se traslada a un edificio de ladrillos situado en lo que finalmente perteneció a la fábrica de tabacos de la firma Fossati, donde permaneció hasta el año 1918, pasando luego a un local alquilado a don Enrique Vigliola, que ocupa en la actualidad la sede social del Club San Vicente. En 1932 pasa al predio que ocupa actualmente inaugurado el 20 de marzo, y que fuera construido por Juan Rigamonti.
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