Julio Dornel, escritor,periodista
Al hacer el balance de las últimas décadas van surgiendo con nitidez en nuestra memoria algunos locales comerciales que han desaparecido en nombre del progreso, y con los cuales teníamos un “contrato de amistad”, firmado quizás en algún trasnoche prolongado.
Entre
los establecimientos comerciales que ofrecía Chuy en la zona
céntrica (General Artigas y Avenida Brasil) allá por el 60 y pico,
se encontraba “Parrillada PAMPAS” un clásico de la “gastronomía
carnívora”, frente al “Baratillo Único” de la familia
Smaisik. Fue desde el primer momento el sitio obligado de los
artistas locales y algún forastero que terminaba aquerenciado. Pocos
lectores recordarán
su existencia, lo que constituye suficiente motivo para hurgar en
viejos documentos de la época que nos permitan recuperar nombres de
personajes que fueron en su momento los generadores del incipiente
desarrollo zonal. En notas anteriores haciendo referencia a Luis
Alberto Lasso y sus actividades comerciales, señalábamos la
presencia de Parrillada PAMPAS y quienes transpiraban en noches
invernales junto a la parrilla, entre los que recordamos al “Vasco”
Olivera y el “Nene” Lasso. Entre los mozos, un equipo de primera
división que pasaba por el “Flaco” Lima, Vicente Garaza, Isaías
González, Manuel Madruga, Alsindor da Silva, Celestino Larrosa,
Oscar Sosa, Balerio Rodriguez, Dionisio Motta el inolvidable
“Mantequilla”, José Antonio Motta “Pelé”, Dionisio Lima,
Mario Silvera, Cristóbal Carrasco, Horacio Pereyra y el popular
“Gallo de Lata”, que matizaba las madrugadas interpretando tangos
de Gardel. Gente de oficio cuya cordialidad y discreción, contribuyó
para que la parrillada del “Canario” Lasso se convirtiera en el
punto obligado de la frontera, donde tanto se festejaba algún
aniversario o casamiento, como se arreglaba algún “negocio” en
la mayor intimidad. También recordamos la sabiduría de Jacinto
Correa con edad oculta, pero con las cicatrices de varios inviernos
en el rostro escuchando su radio y los mensajes de CW 45 Difusora
Treinta y Tres. Un párrafo especial para la rústica
construcción de madera y paja brava que a los pocos años de
existencia se había convertido en el reducto preferido del turismo
fronterizo. Por su mostrador en semicírculo desfilaron las “mejores
copas” de la ciudad, compartiendo alegrías y tristezas que fueron
generando mil anécdotas de una generación que no tuvo duplicado.
Muchos jóvenes de nuestra ciudad comenzaron a conocer los secretos
de la vida, estirando noches en su mostrador en diálogos
interminables con los más veteranos. Fue durante varios años, el
reducto obligado de una tradición fronteriza que debía levantar
allí la “última copa”. Por su mostrador en semicírculo
pasaron muchos campeones sin dobleces, auténticos representantes de
una época que paso sin apuro por las calles de tierra de una
frontera que nunca se detuvo en los tratados de límites. Entre
varios, recordamos al brasileño Facuto, al Tito Bender, Luis Morán,
el “Frances”, Salomón Pienica, Aníbal
Marzano, Daois San Martín, Adalberto González, Daniel Martínez,
el “Pardo” Guido, Ramón Méndez,
Dardo Zeballos y el Yuyo Vidal. Era fácil encontrar siempre algún
personaje que salvara el espacio periodístico de la información.
Por allí encontramos en varias oportunidades a Manga, San Filipo.
Pablo Forlán,
el Chiquito Mazurquievit, Cristina Morán, Aparicio Méndez, al Hugo
Batalla, Víctor Hugo Morales, Fernando Morena y muchos que escapan a
nuestra memoria. No fue nunca, bodegón ni cantina, ni tenía
berretines de restauran. Fue siempre la Parrillada Pampas del
“Canario” Lasso.