Los personajes de esa gran movilización popular fueron los propios vecinos que aglutinados en una asamblea representativa de todas las entidades chuienses buscaron en esta forma de celebración, sacar al pueblo de su pasiva actitud de espectador que aplaudía siempre sin participar, para convertirlo en actor principal de esas conmemoraciones. Pese a los 40 años transcurridos desde aquella patriada el profesor Jesús Perdomo rememora todos los detalles: “Corrían los primeros meses del año 1964 y un buen día nos encontrábamos reunidos en la casa del maestro “Pancho” Leiza, con la presencia de Melita y Orlando Toche disfrutando de un exquisito churrasco a la “llama”, cuando en determinado momento alguien hizo notar que se aproximaba el 19 de junio, fecha del bicentenario del nacimiento de Artigas.
Se manejó de inmediato la posibilidad de eliminar los extensos discursos y hacer algo distinto, diferente, alguna cosa “loca” hasta que alguien propuso escenificar algún hecho sobre la historia de Artigas.
Se manejó un poco en broma la Batalla de las Piedras o quizás un movimiento de masas La Redota. La idea nos entusiasmó a todos y quizás los más veteranos recuerden aquel acontecimiento tan lindo que movilizó a toda la Villa. “El 19 todo Chuy se va con Artigas” fue el slogan de la propaganda. Rondan Martínez escribió el guión conductor de la marcha que se grabó y luego se iba pasando por el único parlante del pueblo y que pertenecía al cura Ottonelli. El proyecto inicial fue presentado a la Asociación de Entidades Chuienses que presidía don Romeo Casas Garibaldi. Era la época de oro del Liceo Piloto entre los años 1963-1967, hasta que la cosa se puso embarullada. Dirigía el liceo el profesor Rafael Cordano y en ese plano educativo de secundaria estaban aquellos llamados Talleres Optativos. El coche-parlante pasaba lentamente por las calles, ante la mirada atenta de los vecinos y poco a poco la idea fue siendo comprendida.
El periódico zonal Rumbos comentaba de esta manera los preparativos de aquella memorable experiencia: “El pueblo concentrado en forma heterogénea, disperso, frente a la escuela, conjuntamente con las carretas, la caballería y marchas triunfales atronando el espacio como predisponiendo el ánimo popular. Entonces claro y agudo el sonido vibrante de un clarín, continuando en un redoblante de tambores, mientras la gente se agrupaba en formación de marcha, mientras el coro entonaba los versos de Bartolomé Hidalgo; “Orientales la Patria peligra…” El pueblo marcha hacia la aurora de los hombres libres, la frente bajo el chambergo dañada de sol y de ideales mientras Artigas Jefe va cabalgando altivo, conduciendo a un pueblo de héroes hacia el destino de la Patria. El indio cerril, taciturno, intuyendo la libertad esperada, levanta su lanza agresiva. El gaucho cargando su tradición de matrero, es baqueano del pueblo. El pampero agita las cabelleras de las mujeres patriotas que siguen a sus hombres por los caminos de la Patria. El negro fiel, sin cadenas ignominiosas, aspira la brisa mañanera y entona sus cantos ancestrales. Los clarines del alba agudizan sus voces de bronce y el pueblo oriental, palpitando un futuro glorioso, avanza hacia el Exilio.
Atrás quedaron sus casas, como antorchas ardientes, iluminando la renuncia de un pueblo, que prefirió exilarse antes que aceptar prebendas de los españoles o los vejámenes de los portugueses. Era el pueblo oriental en marcha, tras las huellas del caudillo, haciendo eco, con su presencia al grito del patriarca: “Yo llegaré muy pronto a mi destino con este pueblo de héroes.” Al toque de clarín se inicia La Redota:
“El General cabalga hacia la aurora
baqueano de luz de patria y libertades;
ansias de cielo libre picaneaban
este afán de los bravos orientales.
El indio altivo, el gaucho y el mulato
el estanciero rico,
el respetable cura de la aldea, capellán del pueblo seguían al patriarca, en las triunfales
jornadas de hambre y frío: la Redota.
Al margen de los actos culturales, deportivos y religiosos que organizó cada institución, la asamblea representativa buscó la forma de lograr una gran concentración popular que fuera capaz de recrear en forma dinámica la gesta heroica del Éxodo del Pueblo Oriental. La misma se dividió en dos partes y la primera se denominó “La Redota” y constituía la marcha del pueblo por las calles de la Villa, mientras que la segunda era el “Campamento” y revivía precisamente el ambiente visual y sonoro de aquellos altos en la marcha que noche a noche jalonaron el Éxodo hasta el Ayuí. Cuando la columna se puso en marcha por la calle Internacional, intercalados entre la masa los grupos caracterizados: gauchos y paisanos, en las carretas, payadores con sus guitarras terciadas , pregoneros coloniales, negros con sus tamboriles, una nutrida columna de jinetes con los gallardetes artiguistas y grupos escolares, liceales y publico con sus atados y avíos de viaje.
Se eligió la MARCHA ORIENTAL de Bartolomé Hidalgo para ser coreada por el público. Los edificios frente a los cuales pasaba la columna fueron engalanados convenientemente; carretas y demás accesorios de época fueron dispuestos a la vera del camino. La marcha estuvo jalonada por intervenciones corales del pueblo en cánticos y aclamaciones hasta llegar a la plaza. El perímetro de la misma contaba con gran cantidad de palenques para los caballos, mientras la fuente fue arreglada con sauces y ramas para representar una laguna y junto a ella un gran escenario, alto y techado como enrramada criolla. Al acercarse la columna al campamento un vigía desde lo alto de un árbol, anunció el arribo de Artigas seguido de su pueblo y los personajes históricos que lo acompañaban. Finalmente los coros asistentes y la población en general entonaron el CIELITO DE LA REDOTA, creado en Chuy para esta ocasión…
Como sucediera en 1811 cuando el pueblo oriental se despojó de sus bienes para seguir al caudillo, en una movilización que recibió el nombre de Redota por parte de sus protagonistas, los habitantes de este enclave fronterizo rememoraron este acontecimiento con el mismo sentimiento patrio de aquellos hombres. Es posible que con el paso de los años la perspectiva histórica no le otorgue visos de “redota”, pero ese debe haber sido el sentimiento de los componentes de la caravana con el ánimo quebrado por las adversidades y sintiendo muy distante la esperanza de victoria. Quienes presenciaron la Redota del Chuy deben recordar la caravana que se desplazaba lentamente por las calles de la Villa, ofreciendo la estructura pastoril del pueblo que se iba junto al caudillo. Nada de matices urbanos.