Hace 28 años los blancos
perdimos a Wilson. Tuvimos el privilegio de conocerlo y participar
del Movimiento Por la Patria a los muy pocos días de su primigenia
sede de la calle Yí, donde con algunos compañeros de la Juventud
Nacionalista de la época fuimos a adherirnos políticamente.
Recuerdo su sonrisa amplia y su humor permanente con la facilidad
talentosa de plantear soluciones en la situación reinante dentro y
fuera del Partido. En el momento en que el Frente Amplio surgía con
fuerza y vitalidad, propia de toda cosa nueva, Wilson renovó
ideológicamente al Partido Nacional. En un momento muy especial
cuando la ciudadanía, particularmente la juventud, estaba
superlativamente politizada. Los centros cívicos, clubes, etc. como
las ”peñas ideológicas” y los ateneos y los bares incluso del
centro, proliferaban siendo verdaderas “pulseadas” donde se
discutían las más reformistas y revolucionarias hasta las tesis más
conservadoras de los diferentes movimientos políticos. Los blancos
veníamos de una derrota manifiesta y con un staff político viejo,
demasiado conservador y hasta, en algún caso, decadente. Wilson fue
una “pampereada” doctrinaria no sólo renovadora sino
revolucionaria. “Nuestro Compromiso Con Usted” base doctrinaria
medular es su verbo y se adelantó a todo movimiento de izquierda del
momento. Todos los partidos, incluyendo el “pachecato” y demás
movimientos colorados, presentaron proyecto de reforma agraria. El
único científicamente hecho, realista, posible y racional fue el de
Wilson. Los demás fueron en su absoluta mayoría, justificantes
circunstanciales de posiciones que no querían quedar en su momento
de efervescencia revolucionaria posando de reaccionarios o
conservadores. La nacionalización de la banca tema también vital
después de varias y acostumbradas -hasta hace poco- quiebras
bancarias, como el comercio exterior, fueron encaradas con valentía,
audacia e imaginación. No cabían argumentos progresistas en contra.
La oposición conservadora, atrincherada como de costumbre en el
coloradismo, en la que tallaba en su apogeo tanto Julio María como
Don Jorge, argumentaba y tachaban de comunista a Wilson. Las dos
“cavernas” periodísticas de ambos partidos, El Día y El País,
directa o subliminalmente insinuaban que de ganar Wilson, poco menos
que el “muro de Berlín” se instalaría en 18 de Julio. Tanto fue
el odio y temor despertado por sus posiciones reformistas que
advenido el golpe, el periódico “caganchero” (El País)
publicaba ostentosa y satisfechamente su foto de “requerido” como
vulgar delincuente en el gobierno de facto. O sea el quebranto
institucional para esa “prensa” y los intereses que representaba
fue un verdadero alivio, no solo por la caída de los tupamaros sino
por el peligro que representó Wilson con sus ideas. Ideas
revolucionarias que atacaban los grandes latifundios improductivos,
las multinacionales banqueras, los grandes capitales, la influencia
imperial innegable de los EE.UU., representada en lo personal por
aquella figura siniestra de su embajador “Siracusa” técnico en
los golpes de estado en América Latina. Lo que sobrevino después
sería reiterativo señalarlo. Lo que sí no se dice, pues no
interesa en la interna señalarlo, es la importancia que tuvo en el
Partido Blanco su incidencia. Cuando surge con proyección propia, se
venía de una derrota ignominiosa ante el coloradismo que quería
representar un cambio que no era tal. Si bien es cierto que la muerte
de Gestido, un hombre de derecha manifiesta con imagen autoritaria,
hizo agravar la situación con el arribo de Pacheco. El nacionalismo
no presentaba ninguna opción de cambio más allá, como pasó con
alguna coalición, de la “triste” posición de apoyar el
oficialismo pachequista. Wilson en cambio, no solo encaró la crisis
con coraje y posiciones distintas y posibles, sino que denunció las
corrupciones “tapadas” en sus famosas interpelaciones
parlamentarias, fue sin duda el dique de contención de la juventud
blanca, que muchos de ellos desilusionados de la dirigencia
comenzaban a trasladarse hacia el Frente Amplio, era otra opción de
cambio. Wilson recuperó el nacionalismo y supo mantenerlo incluso en
el exilio. En la lejanía obligada seguía una opción renovadora.
Fallece joven y en momentos que su presencia era vital para su
Partido, que sin él estaba anquilosado, en viejas, algunas por edad
y otras por ideas, figuras que eran ostensiblemente enemigos en lo
interno. Si bien se heredó por unos años su influencia, que fue
aprovechada convenientemente, ayudó a un triunfo electoral casi
inmediato, la derechización del Partido se volvió notoria. Parecido
a lo que sucedió en épocas de Gestido. Figuras de otros sectores en
su mayoría gastadas, comprometidas con el establishment clasista
político, que eran ideológica y materialmente comunes a los
intereses del batllismo, despersonalización notoria partidaria con
la mimetización de argumentos con el coloradismo y una falta de
esperanza para ser distintos y ofrecer soluciones a la ciudadanía.
Lo único de su ideario revolucionario que surgió en el futuro fue
el senador Larrañaga. El resto, ya lo he dicho, son variantes de una
misma partitura, instrumentación de conservadurismo y algunos malos
hábitos batllistas. El término revolución que siempre nos gustó a
los blancos y lo sentimos y que Wilson usó con honradez intelectual,
hay que reflotarlo para crear aquella mística de esperanza como lo
hizo él, continuada en el senador sanducero, debemos cerrar filas
todos los nacionalistas radicales de todos los pelos que sientan la
Patria como hizo él, o se corre el riesgo real de que oligarquías
decadentes vendan el futuro de la Nación al imperialismo. ¡Hay
patria para todos o no hay patria para naides! ¡Lo dijo Saravia, lo
reafirmó Wilson!
Leopoldo Amondarain
C.I.
950.556-0
Tel:
099 626 573