El asesinato de
un hombre que salió en defensa de una mujer que estaba siendo
asaltada en la puerta de su casa en Carrasco Norte, motivó que los
vecinos y amigos de la víctima, hicieran una caceroleada
exigiéndole al gobierno frenteamplista, medidas para parar la
inseguridad.
Eso en sí, no
sería noticia nueva, si no fuese que Carrasco Norte es un barrio
habitado en gran proporción por ciudadanos de clase media alta y
clase alta uruguaya.
Más allá del
toque un tanto surrealista de ver a gente caceroleando con ollas
marcas Essen (algunas expresamente compradas para el evento en un
conocido supermercado de la zona, al módico precio de 2.000 pesos
cada una, o sea, aproximadamente unos 70 dólares) lo novedoso era
ver a personas que normalmente no salen a protestar de esa manera por
otras víctimas fatales de otros hechos delictivos.
Si lo hicieron,
fue porque esta vez le tocó a uno de ellos.
A uno que era,
como diría mi madre si estuviese viva, “Gente comme il faut”.
O sea, gente como
uno.
Pero, aclarando
que las muertes por inseguridad son repudiables en todos los estratos
sociales, lo que más me llamó la atención, fue una de las
propuestas de dos figuras que tienen por diferentes razones, imagen
pública, para acabar con el flagelo de los chorros.
Propusieron, sin
ponerse ni un poquito colorados (de cara) que la policía fichase a
todos los pobres.
De esa manera,
aseguraron, sería más fácil detectar a los delincuentes.
Implicando que
ser pobre es sinónimo de ser delincuente.
Lo estuve
pensando y decidí aportar mi granito de arena a este médano de
brillantes ideas para combatir la inseguridad que, al parecer por
otros comentarios escuchados, solo apareció por culpa del gobierno
del Frente Amplio.
(¡Renunciá
Bonomi! Para los lectores no uruguayos: Bonomi es el Ministro de
Seguridad)
Estos son mis
granitos de arena que fui poniendo y descartando, en un baldecito de
plástico que le robé a una niña llamada Valentina, en la playa.
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Teniendo en cuenta que los pobres, así como el resto de los ciudadanos uruguayos que no lo son, estamos todos fichados porque tenemos una cédula de identidad, me parece un gasto al santo botón hacer otro sistema de fichaje.
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Se me ocurrió que tal vez una solución podría ser copiar el modelo sudafricano durante la época del Aparheid: la población negra que venía a trabajar a los barrios blancos, tenían un salvoconducto que le permitía circular por zonas que, de no tenerlo, eran sacados de los pelos por la policía. Pero, teniendo en cuenta que los que tendrían que pedir ese salvoconducto a los uruguayos pobres que viven en zonas carenciadas o más o menos por el estilo, son policías que también viven en esos barrios, podría suceder que alguno hiciera la vista gorda y dejase pasar a un vecino o por qué no, a un familiar que no tuviese dicho salvoconducto.
Los israelíes
utilizan este método con los palestinos, pero tienen la sutileza de
poner a soldados judíos a chequear los salvoconductos. Así y todo,
cada tanto se les cuela un terrorista que, con papelito infame y
todo, los ataca con una piedra.
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Otra opción sería implantarles un chip a los pobres. El problema surge que si por esas cosas de la vida, el pobre deja de ser pobre y se va de vacaciones a Punta del Este, se armaría flor de lío en la playa de Montoya o la Brava, porque empezaría a sonar el chip y caería la policía montada y desmontada, haciendo flor de desparramo entre la gente como uno y los nuevos ricos que veranean por esos pagos.
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Pero de golpe se me prendió la lamparita y se me ocurrió la solución final. Obligar a todos los pobres a llevar cosidas en sus ropas un distintivo que los identifique como tales. Tipo una estrella. Amarilla no, porque podrían ser confundidos con militantes o votantes del PRO de Mauricio Macri.
Si bien, salvo Margarita Barrientos, el Pro no tiene demasiados
pobres que digamos en sus filas. Pero por si las moscas, propongo que
lleven una estrella de otro color.
Podría ser blanca o colorada. O rosadonga.
De última, negra.
Como los pobres. ¿Viste?
L.M.V.
5/10/2016