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miércoles, 4 de mayo de 2016

LA ETAPA SALTEÑA DE RONDÁN MARTÍNEZ Por Leonardo Garet




Una obra silenciosa

    Uno de los lugares más recorridos de la crítica literaria es señalar la identidad de vida y obra de un autor, aunque en esta se reflejen y a veces lejanamente, pensamientos, preferencias y emociones en forma independiente de situaciones y tiempos concretos. Propio del diario íntimo y de la prosa es la fidelidad a los detalles que permiten reconstruir el itinerario no sólo espiritual sino del ciudadano en tanto persona sobre un mapa. La poesía de Rondán es un caso de diario íntimo, sin dejar de ser poesía.
“Escribo sobre lo que veo” podría haber sido la consigna desde Cien Manzanas a Poemas sin esquinas. Caso aparte son sus canciones que reflejan su pensamientos pero ante un motivo que le llega desde el exterior. No tiene canciones referidas a instancias personales de cualquier índole: Mi / una / noche / despedida, amor / etc. Las canciones exhiben el signo de la intemporalidad y provienen de conceptualizaciones.  De las dos obras poéticas publicadas por su autor, una tiene los rasgos de intimismo de toda su poesía, Latitud Chuy, y la otra, Artigas compañero, se acerca a la condición de las canciones, en tanto desarrolla un tema propio de la historia.
    Y también podría decirse, como de Walt Whitman “Esto no es un libro. Quien lo toca está tocando a un hombre”. Quien lee a Rondán escucha una confesión, o mira a través de sus ojos en cada momento.
   

Un poema. Tres libros

Un poema: Canto al Salto Antiguo

Canto al Salto Antiguo se ha conservado en la antología Cuaderno de Poetas Salteños 1 y es lo único que quedó en Salto vinculado a su nombre. 2 Se trata de un texto de 8 cuartetos, con versificación en alejandrinos y verso blanco.
Elegir un modelo puede inducir a varias interpretaciones, ninguna quizás definitiva, pero es algo que sugiere, sin duda, una cercanía espiritual. José María Rondán Martínez exhibe en este poema una indesmentible atracción por la poesía de Jorge Luis Borges. El motivo, la versificación, la elección de los elementos y el tono de recreación encomiástica, son los mismos. “Y fue por este río de sueñera y de barro  / que las proas vinieron a fundarme la patria” (Fundación mítica de Buenos Aires 3), se convirtió en “Hace dos siglos me fundaron el Salto / varios hombres ansiosos de conquista y leyenda”. La patria (de Borges) y el Salto (de Rondán) fueron fundadas para ellos, sus cronistas: “a fundarme” y “me fundaron”. Borges elige instalarse en el mito “a mí se me hace cuento que nació Buenos Aires / la juzgo tan eterna como el agua y el aire”. Por el contrario, a Rondán destaca la fecha imponiendo la historicidad, aunque sin alejarse del aire de leyenda. Rondán imagina también los barcos y después, en ambos poemas, se dibujan los rasgos del presente en su primera aparición. “El primer organito salvaba el horizonte”, “el almacén rosado…brilló”, “una cigarrería sahumó como una rosa”. El paisaje de Borges edifica esa primera manzana “sin vereda de enfrente”; Rondán es más enumerativo, desea en cada verso recrear el paisaje reconocible con una pincelada, independiente y a la vez al servicio del conjunto. En tanto el título del argentino revela la voluntad de mantener la fundación en un plano lejano del tangible, el uruguayo la rescata para el presente, le canta. Borges afirma que Fundación mítica “le disgusta por su fatalidad laboriosa”. Si ese juicio hubiera que hacer, más laborioso es el poema del salteño, sin dejar de ser, como el ultraísta de Borges, un excelente ejemplo de fundación poética de una ciudad.
Buenos Aires y Salto se fundan a partir de un rasgo prototípico que se pone en movimiento. La esfera del mito permite presentar con engañosa y simpática facilidad los procesos. Se propone un corte, o una visión sincrónica de lo que, de suyo, es diacrónico. En ambos casos, finalmente, se destacan exclusivamente los rasgos positivos, por empatía, importancia, o simplemente porque son un índice de lo que la ciudad llegaría a ser.
Buenos Aires y Salto, ¿qué son en los poemas de Borges y de Rondán Martínez, sino ciudades imaginarias, compuestas precisamente, como dice Borges, de forma laboriosa? Elementos constitutivos del hoy que se ordenan en el ayer. Si esa ciudad ideal no existió nunca, existe en cambio en el afecto y es la razón de que se encuentren tan ligadas a la melancolía del canto. La sabemos perdida y la recuperamos con la memoria aunque en ese trayecto haya más incorporaciones de la imaginación que de la realidad. Hoy, a más de medio siglo de la propuesta del salteño, y a bastante más de la del argentino, no es difícil -alcance natural de los textos bien logrados- situarse nuevamente en similar perspectiva y en la candorosa recreación.


Primer libro. Cien Manzanas

    Uno de los barrios en que Rondán Martínez vivió en Salto da nombre a su primer conjunto de poemas, “Cien manzanas”. Cien Manzanas 4 tuvo jerarquía de libro porque como tal se lo ha citado, pero se han conservado apenas diez textos. Se sigue en ellos se la huella de Bécquer y de Evaristo Carriego en la mirada conmovida hacia las situaciones humildes y tristes. Sobre sus preferencias y lecturas de los primeros años Julio Dornel recuerda: “En un rincón su “biblioteca” sobre un cajón de madera y en completo desorden sus amigos de papel (libros) con sus páginas amarillentas. Libros que comenzaba y pocas veces terminaba. Un entrevero fenomenal entre Florencio Sánchez, Cervantes, Unamuno, Salgari o Ghandi.” 5
    Casi en los mismos días de Canto al Salto antiguo, la visión de Cien Manzanas se atiene a la descripción desde el afecto, donde el propósito es el rescate de lo pintoresco sin dejar espacio a encrucijadas personales o sociales. Es como si el paisaje se formalizara a través de un vidrio que filtrara dolores, desengaños e injusticias. El boliche es el centro de la vida social del barrio “Boliches suburbanos luciendo su compadre / y naipes que batallan con el sueño y la vida” (Cien Manzanas), la luna y las flores el escenario de encuentros amorosos y de forma simultánea se hacen presente la vida nocturna “con tragos y barajas” (Arrabal convivido) y la intimidad digna y sana “Interior de las casas del vecindario bueno / que subraya la historia común de Cien Manzanas” (Ventanas). La atmósfera del barrio marca para siempre al poeta, que puede sentir “Este jardín del cerco y estas dalias / bondadosas de aromas y de olvidos / hacen que vuelva el alma a enamorarse / de crepúsculos tibios, conocidos” (Calles). La nostalgia suaviza impresiones y permite un reencuentro de dolor atenuado “El devenir de un tiempo sin fronteras / en mi recuerdo vive y se entretiene” (Luna de enero). Y el texto –final en este conjunto- Mañanita, es un canto al trabajo humilde y alegre, enumerando oficios siempre con la percepción positiva que pueden brindar. El mundo despierta en el barrio Cien Manzanas, como si se iniciara la vida: “Mañanita, caserío / inédito de voces nuevas, / delantales saltarines / fragantes de sol y escuela”.
    Nocturnidad romántica, con paisaje fantasmal (Calle nocherniega) y romántica relación amorosa (Poema y Martes) confirman la ingenua mirada del joven escribiendo sus primeros desengaños.
Quizás el más antiguo del conjunto sea Veinte años, un texto referido al cumpleaños como fecha en que más se siente la ausencia de la familia y la pobreza. Alude a 1956, o sea el mismo año de Canto al Salto antiguo. El cumpleaños volverá a ser una fecha de referencia y auto evaluación en el libro Latitud Chuy, poema XV y en Nosotros, poema VII y VIII.
Cien Manzanas tiene versos propios de la categoría de Rondán pero no un poema que supere la descripción prendida al pintoresquismo decorativo. A pesar de tratarse de un barrio humilde, no hay versos que denoten la pobreza. La poesía no es todavía para su autor el lugar de expresión dolorosa y de denuncia.


Segundo libro. Genealogía

El apellido que no firmaba oficialmente pero que el poeta rescataba en sus obras, el de su padre nacido en Belén, significa su orgulloso emblema de estirpe charrúa. A esos antepasados del cauce materno y paterno, dedica el libro Genealogía, 6 al que su autor hacía referencia frecuente entre sus amigos de Chuy, pero que nunca intentó publicar siquiera parcialmente, comportándose con similar pudor que su ilustre antepasado en escondite de obras y en ocultamiento de identidades, Fernando Pessoa. Vale la pena la exhumación  del libro oculto.
Genealogía representa otra forma del diario íntimo, con retratos de personas de su afecto, extensivo a los representantes de su raza. Asumir la raza charrúa es parte de su orfandad. El conjunto se compone de textos de variada métrica pero siempre dentro de una cuidada perfección formal, por ejemplo: Tata Eugenio es de alejandrinos, Hno. Andrés, mi profesor de sexto y Teresa Rondán se componen de heptasílabos y alejandrinos y Abuela, tú, Sofía, de perfectos endecasílabos. Quizás sea hasta irreverente hablar de aspectos técnicos del verso cuando de entraña viva se trata, pero no deja de llamar la atención el grado de perfección de obras tan a punto de perderse para siempre.
Genealogía se compone de tres secciones: la primera, titulada “Indio amargo”, la segunda, “Amor indio” y la tercera, “Genealogía”.
“Indio amargo” contiene títulos que aluden a la raza charrúa; “Amor indio” son textos señalizados con números romanos y “Genealogía” está formada por textos titulados con nombres de los familiares cercano.
                   
 *

Los poemas de la primera sección se ubican en la esfera de la leyenda. La fuerza expresiva surge de quien escribe como integrante de la raza y no su espectador lejano. “Indio amargo” puede ser el propio poeta que proyecta su recreación “Quiero saberte legendario y solo” en el texto Indio amargo, que vale como prólogo.
En toda la sección se reconoce una previsible idealización, que no existirá en los textos dedicados a los familiares y se filtra un aliento romántico de apología en medio del planteo de protesta y reivindicación.
El tono del conjunto lo señala Elegía a mi raza salvaje, impregnada de acento bélico, donde se percibe la primera persona como la voz del indio. Un cuadro plástico trasmite la intensidad del sentimiento: “Los espíritus malos parece que se dieron, / un festín con sus huesos”. En Sangre desatada aparece una imagen “Semental desbocado hacia la muerte” que le queda tan bien al indio como al héroe de Artigas compañero le quedará “Semental desbocado hacia la aurora”. La extinción del indio es el resultado de la lucha de fuerzas antagónicas del bien y mal, Tupá y Añang: “Ni Tupá poderoso la salvó del destino, / de ser polvo aventado por el soplo de Añang”.  7 En Pregón indígena se conjugan la rebelión por la desaparición de la raza con la rebelión por la situación menesterosa del presente: “Quien tuviera la fuerza de aquel malón salvaje, / para asaltar fortines de injusticias y miseria…” El leitmotiv de esta sección es el reclamo por la inocencia salvajemente erradicada que concluyó con la extinción de la raza. Por Indio amargo y por textos de Artigas compañero, bien correspondería bautizar a Rondán como “El poeta charrúa”.
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La segunda sección, “Amor indio”, trata el tema del amor aparentemente como si se confesara tranquilamente, atribuyendo los sentimientos a imaginarios y lejanos antepasados. Pero se advierte que presenta como un apasionado encuentro con una mujer, cuando en realidad se trata de la raza. Manteniendo esa ambigüedad se potencia y personaliza el deseo de reencuentro con la estirpe charrúa. Poemas de rara perfección, tres de ellos están compuestos en terza rima y un serventesio, por influencia quizás, de la famosa Elegía (a Ramón Sijé) de Miguel Hernández, poeta admirado por Rondán.  
Mediante la magia del amor (I) se busca la resurrección de la mujer y con ella, la de la raza: “Yo con la magia, que el amor provoca, / juntaré tus cenizas calcinadas, / para forjar tu rostro primitivo / junto a mi boca libre, apasionada, / sedienta de tu beso sensitivo”. Una elaborada propuesta brinda unidad a los poemas de “Amor indio”. “India del litoral, sal de la roca” (poema I) tiene su continuidad en “dueña del litoral, doncella hermosa”, en el poema II. En el abrazo imposible vibra la esperanza de tener a los suyos en el presente, o de meterse con ellos en el pasado. El motivo de la apasionada búsqueda del amor de la mujer india “ceñida a tu cintura”, destaca sobre poemas donde se presenta la derrota del indio. Por igual se insiste en el amor carnal, pero paralelamente debe interpretársele como sustitución o símbolo del amor a la raza. Esta postulación recuerda a la amada de El Cantar de los Cantares, tan humana y, sin embargo, tan laboriosamente estudiada como relación con la divinidad.
Los tres textos que despliegan y añoran la unión con los ancestros lejanos, contrastan con los otros formados por cuartetos que imponen la realidad del genocidio de la raza.
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La tercera sección, Genealogía, ostenta la originalidad que proviene de su autenticidad. Se trata de textos que son otras tantas cartas entrañables, reverencia lírica a personas de su afecto aunque pudieran ser desconocidas. Lo primero que se destaca y que es una de sus cartas de triunfo es que no hay en ellos una sola nota de esa heroicidad post mortem que casi unánimemente exhiben los poemas de homenaje. La conmovedora mirada del autor se nutre exclusivamente de profundidad, de afecto genuino, de piedad, de comprensión y de asunción de la muerte de los suyos como presagio de la propia y causante de su soledad. Los abuelos Sofía y Eugenio presiden la estirpe. Abuela, tú, Sofía…8 desanda la historia del personaje a partir de su presente: “Tu vejez se ha quedado en el retrato” y sale el niño en búsqueda de los recuerdos que arman la historia del ser querido. No se encarecen las manifestaciones de dolor, pero éste queda al desnudo cuando expresa: “Y ahora que te siento en el silencio / del osario común, la desventura / de saberme ya hombre y sin abuela, / clava su puñalada de presagios / en mi destino trashumante y solo…” Igualmente conmovedor es Tata Eugenio, un poema que declara que la poesía es el medio de rescatar el tiempo: “Son cosas que te escribe tu nieto, Tata Eugenio, /  para saber de nuevo tu sonrisa de hombre”. Fiereza y mansedumbre de una vida oscura, “hormiga laboriosa”, que es luminosa para los suyos. La muerte con su paso de gigante violenta a la persona, a sus pertenencias que son símbolos, a su pasado y su futuro, porque todo empieza a morir con el que muere. La enumeración no puede ser más sugerente: (la muerte) “holló tu barba blanca, tu poncho, tu sombrero, / tu estatura de gaucho, tu estirpe, tu apellido…”
    Teresa Rondán es el poema dedicado a una tía a la que se recuerda en su presencia dolorosa “manos sarmentosas” y  sobre la que se vierte la piedad lírica “¿Dónde andará tu alma? / Quizás en la azulina región de tu cigarro, / o metida en la caja de una guitarra criolla.” 
Como si formara parte de su familia, con el concepto amplio de que es también responsable de su vida, aparece integrado a Genealogía, su maestro: Hno. Andrés, mi profesor de sexto. La vida del Colegio “Sagrada Familia” de Salto oscila entre salón y patio, destacándose el lugar de juego, fiestas  y contemplación de cielo.
El autor siente la necesidad de incorporar a todos los familiares que rodearon  infancia. A los padres les dedica Carta a mis padres y Madre vuelve, que evidencian la situación dolorosa de haber sido criado con los abuelos primero y las tías después. Sin rencores, pero con dolor: “ya veis que es angustioso llamaros cuando tengo / la mocedad gastada como viejas monedas”. 
Genealogía desarrolla distintas formas de la nostalgia por los familiares ausentes y en Retorno imagina –machadianamente- una situación similar a El viajero. “Todos callamos” concluye Antonio Machado su primer poema sobre el retorno de su hermano Joaquín, ubicándose como uno de quienes lo reciben. Rondán siente, además del tiempo, el reencuentro con la miseria; en su poema es él quien retorna y contempla una escena en la mesa: “Las manos comprensivas, se oprimirán sumisas. / Entenderán los ojos lo que los labios callan…” en un dramatismo de otra índole, que proclama también el dolor de los retornos.
Los tíos –Balbino, Tunica, Patricio, Isabelino, Francisca y Cantalicio- en Carta a mis parientes son presentados de forma admirativa y simpática. Igualmente se derrama afecto hacia la tía Hermenegilda (en poema no incluido en este libro y que se incluye en Poemas ) y a Alcira y Alberta en el poema VIII, de Nosotros. Una curiosidad de Rondán es que debe ser el poeta que más ha cantado y siempre en forma encomiástica, a los tíos. A propósito, es bueno recordar lo que escribió Julio Dornel: “Para esas tías que trajo de Salto junto al equipaje fueron sus primeros versos”. Y transcribe los siguientes versos: “La tía sin ventura se repite / en el mate lavado y el puchero. / Trigo abnegado su palabra nace, / en la hondura infinita de los años. / Hay en sus ojos tristes la neblina / de algunas mañanitas bondadosas. / Humo de calendarios y relojes / componen alfabetos y recuerdos. / Tía de amaneceres y fantasmas / cenicienta del pan y de la escoba / siento tu voz cansada que me sube / por la arteria latente de mi infancia”. 9


Tercer libro.  Patria Chica

Patria Chica 10 se conserva en un estado que evidencia su carácter incompleto. La unidad del conjunto viene de la mano de la forma de composición dominante, el romance (un soneto como cierre) y además del tema, que es la presentación de lugares emblemáticos de Salto. Los lugares de belleza natural, los del pasado y los dominados por la pobreza tienen textos bien definidos.
El libro se abre con Romance de otoño en Salto, una convocatoria “a vagar por cualquier lado / pues todo es hermoso en Salto”. La actitud del niño de tirar una piedra en un lago, el olor a fruta fresca y el juego de espejo del agua indican el deseo de participar de una ciudad disfrutable. El Parque Solari, en la época recordada por el poeta se puede decir que era casi el límite de la ciudad y un lugar magnífica arboleda y espacios destinados a la reunión amable y contemplativa. (También albergó hasta mediada la década del sesenta un pequeño zoológico). Frente al predominio del verde en Parque Solari aparece el colorido de Romance de los avisos luminosos que permite una visión equilibrada del poeta: “con letreros luminosos / quiero componer tu nombre / y ubicarlo muy arriba, / allá donde el cielo toque / con su manto azul oscuro / la plegaria de los pobres”.
El conocimiento del pasado profundiza la visión y se siente la ausencia de lo que fue propio del paisaje y del movimiento económico de la ciudad: los viñedos y los astilleros, motivo de sendos romances, donde ambas pérdidas se sienten como irrecuperables. Los motivos estrictamente personales se hacen presente en Romance para un olvido, Romance de la esperanza y Romance para mi muerte. En el mismo tono intimista se destaca el breve texto Visitas a mi familia, confirmatorio de una visión similar a la de otros textos que recuerdan la pobreza de su infancia.   
“Se es exigente con lo que más se quiere” podría ser la máxima que diera la pauta del espíritu de Romance de barrio pobre, un poema de ritmo lorquiano, al servicio del retrato de un barrio que puede estar en lugar de muchos, donde no se elogian galas sino se señalan necesidades. 
Adiós a Salto –casi seguramente ubicado en último lugar del conjunto- es el único soneto que se conoce de Rondán. Resulta irresistible tentación leerlo junto al poema con el mismo título de Víctor Lima y que se ha convertido casi en himno de Salto. El poema de Rondán no es como el de Lima destinado al canto. Víctor Lima siente que lo positivo de sus vivencias, imágenes y recuerdos, sale a despedirlo en un tono marcadamente nostálgico. Se aleja de la ciudad, se da al camino, simplemente por “ansias de caminar.”  El poema de Rondán establece una clara separación entre el paisaje hermoso y la situación social de pobreza: “Dejo tus barrios tristes donde asomas / más desnuda que nunca: los fatales / rancheríos de lutos sin ceibales, / rostro de miseria entre las lomas.” La separación es dolorosa y eleva una esperanza remota en la imposición final que podrá lograr  la belleza: “… Fío / en tu estructura grácil, generosa, / en la brisa que agita tus canciones / y en el verano repartiendo rosas.” 
Patria Chica tiene, como libro, menos ambición que Genealogía. Pero el poema Adiós a Salto vale por sí mismo y en cualquier conjunto.
En las notas  gráficas, el Director de Cultura de la Intendencia de Salto, Leonardo Garet acompaña a los familiares del poeta Rondán Martínez durante el homenaje realizado en el 2014 en la Sala de Escritores Salteños.

martes, 3 de mayo de 2016

Rondán Martínez. Artigas Compañero Por Julio Dornel.





"En la línea de nadie, divisoria
de dos países con la misma pena..."

Al finalizar esta serie de notas evocativas, pretendiendo mantener encendida la llama de la poesía de Rondan Martínez al cumplirse un nuevo aniversario de su muerte, hemos creído oportuno ofrecer a nuestros lectores algunos poemas y comentarios que merecieran por parte de la crítica literaria en oportunidad de ganar el Primer Premio de la 5ta. Feria Nacional del Libro en 1965. De la Reseña de Libros del diario El País recogemos el siguiente comentario: "Hay en "LATITUD CHUY" momentos de auténtica poesía. José María Rondan Martínez, salteño de nacimiento, funcionario aduanero en la frontera este del Uruguay, obtuvo con este libro el premio de la 5ta. Feria Nacional de Libros.
Son los poemas de alguien que, curiosamente en un territorio tan pequeño como el Uruguay se siente expatriado y añora el paisaje de su patria chica, a la gente y a la familia que allá dejó. En muchos versos aflora la imagen de los naranjales nativos y el recuerdo de los familiares muertos. No está el paisaje del Chuy y de la frontera, o apenas se intuye a través de una cortina de lluvia que surge en más de un poema con propósitos estrictamente melancólicos. Tampoco está la gente del Chuy, excepto el poema último, que habla al pasar de un campesino sin tierra y los contrabandistas que dejan su lugar en beneficio de un esbozo satírico de los turistas. Como todo expatriado Rondan Martínez cuenta las horas, las estaciones y los meses del alejamiento de su pago:
"Enero es como un gran dolor.
"Verano vienes bien con la tristeza
"otoño pasa por mi puerta." y va enumerando la rutina cotidiana del burócrata ante los expedientes, la soledad (del soltero) con sus camisas que son un problema, los pantalones que adquieren vida propia y van surgiendo de un poema al otro, la mesa vacía y limpia" como calle de cemento." El lirismo reticente y vacilante de Rondan Martínez orquesta todos sus motivos y sus penas en el último poema, el mejor del libro. Empieza con el anunciado subjetivo:
"Latitud Chuy, angustia, alarma del otoño, fuego tibio.
"cicatriz de la calle, piedra amarga, vertical en mi cuello.
"En mi puesto aduanero, alicaído, controlo el coche purolujo.
Reflexiona luego sobre el destino de su poesía:
"No es poesía rebelde todavía.
"pero es poesía herida" y dejando de lado su persona adquiere solidaridad para comprometerse:
"El gusto diario, tengo atragantado
"de tanta rabia siglo XX
"voy a calzarme mis zapatos únicos, afeitarme este ruego,
"Enderezar mi paso, juntar la ira de mi pueblo triste
"embarcar mi sonrisa hacia la aurora
"y apretar mi puño en la esperanza.
"De las espigas libres
"Chuy, fronteriza línea, mayo 20. Alguien lo sé, me escucha."
Nuestro poeta había hecho su debut nada menos que con Estrázulas, Giordano, Pérez Pintos y Padilla, teniendo como jurados a Benavides, Schinca y Berenguer que en fallo dividido le permitieron entrar de lleno en la poesía uruguaya. Sin embargo la consagración definitiva le llegó con ARTIGAS COMPAÑERO publicada en homenaje al bicentenario del prócer y que el profesor Jesús Perdomo prologara con entusiasmo, explicando que el origen estuvo en un guión que había escrito para una escenificación de La Redota que se había realizado en Chuy (1964) y en la que había participado toda la población.
Señalaba Perdomo que "nos hemos quedado con un Artigas transformado en gramófono que fabrica impasibles frases celebres al hilo. No es un hombre real, con sus grandes virtudes, pero también con sus grandes defectos lógicos, con las vacilaciones y problemas naturales de todo hombre. Le hemos quitado el sabor humano, que tanto lo acercaría a nuestra vidas..."


ARTIGAS COMPAÑERO

Artigas, Pepe Artigas, Viejo Artigas,
Capitán del Lucero. Artigas Padre:

Voy a ubicar tu nombre, cuando entonces
todavía no andaban por la Patria
tus frases como soles, tus palabras
mayúsculas, cuando eras
José Gervasio Artigas.
Cuando tu vestimenta de patricio
atildada y prolija impresionaba
a tu sobrina ña Josefa, cuando,
conversabas de cosas familiares,
de la estancia de Pando, de las reses
faenadas por el cuero.
Eras entonces nada más que un hombre
perdido entre otros hombres.
Esas cosas pequeñas, cotidianas,
son las que quiero para ver tu estampa
como cuña de sol en nuestra Patria.

Por ejemplo te veo cabalgando
en tu caballo zaino y legua y legua
hasta encontrar cansancio y pulpería,
hasta encontrar guitarra, naipe y trago,
china, requiebro y una copa arisca.

Ese molde tan macho es el que quiero
para este criollo que me dio el lucero...

SEMENTAL desbocado hacía la aurora,
pampa de luz, salvaje, ilimitada:
no cabía tu pecho en estas casas
de piedra dura y paja recortada.
(Pagos de Pando, Casupá, los pagos
juveniles de Artigas campesino)
Rumbeaste al Norte bien montado, altivo.
En Batoví te vieron por picadas
de sombra y contrabando. Pepe Artigas,
entreverando sueños y aventuras,
jineteando leyendas, buenas, malas,
cosas de hombre citado con la Historia.
En la grupa de tu cabalgadura
traías un carguero de esperanzas.
La noche fronteriza, hembra salvaje,
se bebía con caña brasilera.
Campesino del Alba, Pepe Artigas,
enamorando auroras y luceros:
el tiempo de los toros se acercaba
como un grito ancestral por la campaña.
En el rodeo, la corambre estabas,
ágil en la jornada, duro, huraño,
solitario en la hondura de tu alma.

Hacías Patria en mocedad campera
todavía sufriendo con los hombres.

TU PONCHO claro que agitó el pampero
sembró palomas, lanzas y relinchos.
Ala gloriosa enamorando anhelos
por un paisaje montaraz: Mi Patria.
En el llano te veo jineteando
el potro alerta del terruño en armas:
Los pliegues de tu poncho acariciando
las ancas de tu zaino.
El paño ilustre de bayeta fina
te protegió de nieblas e intemperie.
Alguna vez se humedeció de sangre
cuando guerreabas lindo en las cuchillas.

Simbolizó el adiós para Melchora
luego que el beso dijo su palabra:
anocheciendo olvidos, a los lejos,
tu poncho saludaba a la esperanza...

CONOCEDOR del mapa que nacía,
amigo de entreveros y paisajes
buscabas horizontes y luceros
en pampa abierta, brava y cimarrona.
Arerunguá, Cuñapirú, baluartes
de Artigas estanciero... Vaquerías
donde mugía el toro degollado
y el potro corcoveaba su fiereza.
La jornada en oficio de gauderios
tenía olor salvaje de espinillos.
Se enlazaba la res con tiento duro
y media luna de preciso corte
confundía las voces y el mugido.
Y el cuero en los corrales se secaba
juntando moscas, cuervos y ladridos.
Luego en carretas hacia el sur bajaba
la industria del corambre.
Otras veces sorteando vigilancias
a la frontera del Brasil se iba,
para volver en caña o aguardiente,
naco varón, tabaco brasilero.

Era la aurora primitiva, el grito
del pueblo bravo en vendaval heroico.
El hombre Artigas fabricando al Héroe
en el común oficio campesino.
UN DIA te enrolaste de blandengue
Chambergo de alas anchas,
sencilla chaquetilla, poncho claro;
pantalón ajustado, finas botas,
las espuelas pequeñas, pura plata
y el sable militar, corvo, filoso.
Tu partida baqueana transitaba
lugares primitivos, montaraces,
que tu montura conoció en los años
de la cerril industria del corambre.

Había que ordenar gente y paisaje,
encauzar alarido y montonera,
al indio darle nombre de cristiano
y al portugués malevo, perdigones.

AYUDANTE Mayor de los Blandengues
con cien hombres marchaste a la frontera.
El Chuy te vio alerta y vigilante
acechando los grillos y el lucero.
El infinito mar tuvo una copla
que te habló de naufragios y veleros.
Una gaviota se perdió a lo lejos
y alguna pena se te fue con ella.
Con la noche prendida a las espaldas
Santa Teresa saludó el regreso:
desensillaste el cuerpo y el caballo
y resumiste en el papel del parte
tus peripecias de hombre en la Frontera.
Escuetamente como debe ser,
hablaste de la hacienda rescatada,
de los retobos de tabaco negro
apresados a tiros de trabuco.

Después de nuevo a perseguir matreros,
a cabalgar crepúsculos y lluvias,
improvisar fogones, bichar indios
y entretener el ocio con paisajes.

MURIÓ Esquivel Aldao...
Lo encontraron ya frío, boca abajo,
muerto al caer de su cabalgadura.
Fue su última campaña de blandengue.
Aquí están sus soldados, los primeros,
en verlo con su rostro de difunto:
Sargento Mirabal, José Martínez,
cabizbajos, sin voz ante la Muerte.
La partida a caballo, galopando,
llanura y serranías,
detuvo sus avances militares
para darle a una vida sepultura.
Doloridos paisanos de uniforme
transportaron el cuerpo a la cuchilla.
El día se apagaba entre palomas.
La primavera presenció el entierro.
La primavera, el gaucho y el caballo:
singular trilogía campesina.

Después Artigas escribió en el parte:
"Determiné enterraran su cadáver
en cercana cuchilla
con miras de llevarnos sus despojos."
Otro arbitrio no había. Arriba un cuervo
se clavaba en el cielo...

FÉLIX de Azara remansó el pampero
que suelto andaba por el suelo patrio.
Delineó el caserío y con madera
fragante de esperanzas y de anhelos
forjó el poblado que creció en el tiempo.
No hubo palomas, pero sí zorzales
que al batir la campana campesina
aletearon plegarias y oraciones.
Y Artigas, por el pueblo que nacía,
repartía las chacras, las estancias,
para que el hombre sedentario hiciera,
mansa ganadería, agricultura
retoñando en canción sacrificada.
Alguien trajo mujer, hijos, oficio;
el gaucho trova dijo su mensaje;
el indio bautizó sus pequeñuelos.
Hubo una escuela en Batoví, hubieron,
trigales saludando la esperanza.

Félix de Azara remansó el pampero.
Artigas vigilaba su destino...

QUIEN como tú, para saber la vida
germinando valiente por la Patria.
Quién como tú, paisano de mi tierra
para darnos,
un horizonte libre: PATRIA Y CANTO!!
Te vio el paisano en el rodeo, pronto,
para enlazar la res, te vio el matrero
con tu partida de hombres cabalgando.
En San Gabriel te vieron dando al hombre
la paz tan necesaria del labriego.
Te ven ahora ojos que te buscan
en la aurora del pan y de la espiga;
te ven mis ojos, los del patria triste
humillado en la vida y en la muerte.
Te ven los sembradores que en el alba
consultan horizontes y pamperos;
te ve el poeta que habla con el Pueblo
y comulga con él, en la jornada.

Nadie dirá que te encontré olvidado
pues estabas a mano, en el sendero,
conversando conmigo, con ustedes,
sufriendo con la Patria, cabalgando
al lado del tropero, en los fogones
de la yerra campera, en los boliches
donde el pulso agiliza las guitarras.
Éstas en todas partes, muchas veces
disgustando, con hambre de verdades,
pues tiene el día, el año, la pobreza,
una esperanza que no llega nunca.
Conversaré contigo hasta la muerte:
lo hará mi hermano, el tuyo, el Pueblo entero
rescatando tu voz, tu grito alerta
ordenando paisajes y personas,
dándole al hombre dimensión eterna,
su justa ubicación en los trigales.

LOS HOMBRES
ANDRESITO Tacuarí te llamabas,
Andrés Guacurarí o Quacurari,
Andresito Artiginhas,
Andrés Artigas indio?

Indio guaraní en puma conversando,
por el llano y los cerros cabalgando,
Andrés Artigas, Tacuarí, Artiginhas,
cacique de la leva correntina,
con la pampa cerril por casaquilla,
por chambergo el azul ilimitado.
Era la guerra montonera, era,
la Patria alzada por el llano gaucho
y tú, con lanza y boleadora abrías
picadas de luceros y esperanzas.

Aquel hombre tan macho que vestía
sencilla ropa militar, tan parco
en palabras y gestos, gaucho duro,
capitán de blandengues, luego Jefe
de la avalancha conquistando anhelos;
aquel hombre baqueano en horizontes
te dio la mano, conversó contigo
y juntos fueron por la senda criolla,
derrumbando un imperio y otro y otro,
editando la paz con sacrificio,
con cuero y piedra, lonja y boleadora.
Y conversó contigo en soledades
de tolderías, fuegos y guitarras,
y siempre fue sencillo en sus decires
imaginando tú, al escucharlo,
que tu voz retumbada en otra boca.
Y el dialogo siguió junto a los trigos,
junto a la tierra y junto a las pitangas,
junto al árbol que ornaba mi paisaje,
junto a tu nombre indio, junto al mío,
ANDRES ARTIGAS, TACUARÍ, ARTIGINHAS,
JOSÉ GERVASIO ARTIGAS, PEPE ARTIGAS,
gente y paisaje, vendaval y aurora,
mi Capitán y tú, mi hermano indio!!

RECUERDAS Vaimacá Perú, recuerdas,
la montonera, el grillo y el lucero?
Recuerdas
cuando la loma se erizaba en lanzas
y en pedestal de raza corajuda
Artigas nos tallaba el horizonte?

A gusto te encontrabas en tu potro,
a gusto con tu Jefe,
a gusto con tu tribu,
a gusto con tu oficio de guerrero
boleando la mañana que se iba,
apurando la Patria, conquistando,
para nosotros libro y paisajes.
Artigas te encauzaba el alarido,
arreglaba tu vincha montonera,
conversaba contigo en los fogones,
bautizaba a tus hijos, les hablaba
de la tierra que en surcos florecía.

Forjado en bronce, en barro y en jilguero,
enfrentabas la muerte cara a cara,
la vida frente a frente
y en gran abrazo de indio
dabas la bienvenida a las batallas.

Charrúa Vaimacá, indio, guerrero,
desnudo en la alborada de mi Patria:
tienes el grito libre, no te escondas
en primitivos bosques de infinito...

IVIRAY, la tarde... El negro Ansina
trajina por el rancho.
El familiar ladrido del "Charrúa"
le recuerda al amigo que se ha ido.
El Viejo Amigo de las horas mansas
que intercambiaba diálogos y mates,
recuerdos y sonrisas.
El Viejo Amigo en senectud benévola,
otrora Jefe de hombres, de centauros,
criollo de ley, ahora entre raíces
de árbol y cielo, río, espiga y Patria.

Todo el ayer de lanzas combatientes
golpea suave, como un golpe tierno
en su osamenta casi sombra... Afuera
la tarde llora ausencias.

No pudo Ansina con sus yuyos mágicos
detener tanta vida que se iba.
No pudo con sus místicos conjuros
esconder a su amo de la Muerte:
vino de madrugada, cabalgando
su potro inmemorial y puso en ancas
el alma de aquel hombre que moría.
Y se perdió a lo lejos, en las luces,
del alba saludando a los trigales.
Y el negro Ansina triste, sin destino,
sigue detrás de aquel cortejo fúnebre:
una carreta lenta, mansos bueyes,
cantos de urutaú, blandos sollozos
y el fiel "Charrúa" aullando lastimero...

Desnudo como un héroe de leyenda
el Viejo Artigas se escondió en la tierra,
para volver en surcos y esperanzas,
en árbol musical, canción agraria.

Iviray... La tarde... El Negro Ansina
añora al Viejo Amigo en la guitarra.

MOZOS alucinados lo siguieron
hasta el Ayuí en marcha de ideales.
Un pueblo alerta tras sus pasos iba,
dejando en el recuerdo, casa, hogares.
El General cabalga hacía la aurora
envuelto en luz de Patria y liberdades;
ansias de cielo libre picaneaba
este afán de los bravos orientales.
El indio altivo, el gaucho y el mulato,
el estanciero rico, el respetable
cura de aldea, capellán del Pueblo,
seguían al Patriarca en las triunfales
jornadas de hambre y frío: LA REDOTA.

Desnudos, andrajosos en su avance
a la conquista del Estado iban,
cielitos, coplas, décimas, cantares,
alegraban la paz del campamento.
Cantos de Patria germinando, cauce,
transitado de lanzas y carretas,
de tacuaras ariscas, voces, sables,
en un vaivén de Pueblo en sacrificio.

"Yo llegaré muy pronto a mi destino
con este Pueblo de héroes"... Los trigales
del alba florecían.

ARTIGAS: clarinada palpitante
del oriental que busca su destino,
Patriarca del Lucero, ARTIGAS PADRE!!

LAS MUJERES
PRESA en dura muralla, entre paredes
de ausencias y retornos, vive muerta,
Rafaela Villagrán, la esposa
del justiciero de la pampa gaucha.
En el hogar tan triste y desolado,
bordando soledades y tristezas,
melancólicamente alucinada
Rafaela dialoga con su sombra:
"Lleno de polvo llegará mi amado,
oliendo a pampa y a espinillo,
a pedernal y a pólvora,
a guaco y yierbabuena,
fragante de paisajes y pamperos.
Desmontará sus armas militares;
se quitará el sombrero y la chaqueta,
recostará el cansancio en mi regazo
y con mis manos temblorosas, frágiles,
pondré cariño en su tristeza altiva.
No hablaremos de luchas ni combates,
de lanzas ni degüellos...
Conversaremos del hogar, los hijos,
de su retorno cierto y verdadero;
para siempre a mi lado, con su abrazo,
ahogándome la voz y la tristeza."

Y el dialogo siguió a través del tiempo,
alucinante, hasta encontrar la noche.
La oscura noche donde calla el eco
y el huracán destruye la esperanza...

CANSADO de horizontes y refriegas
en Isabel hallabas el descanso.
Tu amante compañera, femenina
mano de luz que guiaba tu ventura.
Soriano fue testigo apasionado
de aquel romance que en hoguera viva,
calentaba tu anhelo y tu destino.
Por eso regresabas dócil, manso,
jinete de la aurora, miliciano
de la Patria en albores todavía.
Y en el encuentro de pitanga te esperaban.

Fue Isabel Sánchez tu pasión eterna,
tu eterna confidente, embanderada
con el amor que en bálsamo y aceite
se derramaba por el día criollo.
Por el día y el mes, y el año bravo,
cuando la Patria en lanzas afirmaba
tu indiscutida jefatura de hombres.

UNA RAÍZ amarga se clavaba
para siempre en tu pecho de lancera.

Melchora en soledades campesinas
--Mandisoví, Queguay-- litoraleña
calandria desangrando sus cantares.
El Río tibio murmuró mensajes,
noticias del ausente en pago extraño,
el General Artigas, su hombre, el Jefe,
que en Hervidero la enlazó en sus besos
y modeló en cariño, rebeldía
de áspera criolla, corazón de selva.
Ceñida a tu cintura, la esperanza
del abrazo feroz de luna nueva
crecía en el verano, dulce, tierno,
retoñando en los hijos que nacían.

Pero vino el adiós y la tristeza.
El General no quiso que siguieras
sus pasos de león agonizando:
para saber derrotas se bastaba;
sin testigo es mejor la mala suerte.
Después te vieron sola, entristecida,
buscando pulperías, huella y campo.
Tu coraje temblaba en lanza criolla:
era tu emblema de hembra despreciada.
Más en la noche a gritos lo llamabas
y encendías su nombre en las estrellas.
Estuvo siempre en ti, latiendo vivo,
latiendo sus palabras de agua clara,
su musical encanto guitarrero,
su dura voz para ordenar combates,
y el desolado adiós de sus pupilas.

Melchora Cuenca,
paraguaya, oriental, la compañera
del General Artigas, Héroe, Hombre,
la ruina heroica en Paraguay muriendo.
Melchora Cuenca, abrazo y despedida,
sobre el surco doblada, abriendo espigas,
oteando los caminos del regreso,
con lanza pronta y alma apasionada:
Melchora Cuenca, escucha los clarines
del Alba que regresa con ARTIGAS!!!