“Heroica Paysandú yo te saludo. Hermana de la tierra en que nací.
Tus glorias y triunfos esplendentes se cantan en tu tierra como
aquí”. Así terminó las rimas de su inmortal milonga, el payador
poeta negro argentino don Gabino Ezeiza, en una representación de
gala en el Teatro Colón de Buenos Aires ante los presidentes de
ambos países Williman y Roque Sáenz Peña. Por Uruguay cantó otro
grande del género, Arturo de Navas, entonando las estrofas de su
autoría “El carretero”. Bellísima canción que inmortalizara
también Carlos Gardel. Don Gabino en breves estrofas encarnaba el
verdadero sentir glorioso de una gesta que representa los más caros
sentimientos no sólo partidarios, sino que además nos trae la dulce
y más sentida fragancia de Patria. El sacrificio romántico de la
integridad soberana de la Nación, con su tierra arada, el trino de
sus calandrias y la frescura libérrima de sus prados y cuchillas que
sufría el vesánico, canallesco y cobarde atentado con su invasión
correspondiente de los imperios extranjeros, asociados por la
traición de la canalla cipaya colorada. En todas las guerras se
buscan y hasta se encuentran razones más o menos válidas para
justificar rumores. ¡No fue este el caso! La totalidad de la razón
en la honorabilidad de los principios, defensa de soberanía, de sus
emblemas o banderas, escudos e himnos, las libertades ciudadanas, con
la libre decisión de elegir a sus gobiernos, según su real saber y
entender, los valores morales y espirituales están intrínsecos en
los muros de Paysandú. El sólo nombrar a sus héroes, Leandro
Gómez, Lucas Píriz, Braga, Fernández, Azambuya, remembrando en
ellos hasta el último glorioso gladiador caído con sables y
pistolas en mano entre el polvo y el estallar de los cañones
imperiales y traidores que avanzaban exultantes sedientos de sangre
patria, rechaza la infamia. Enfrentando el remalón de la caballada
invasora, el fuego de fusilería atronante y la artillería porteña
y cambá, luchando ensangrentados y dolientes hasta el último halo
de gloria, para que el pendón de la patria no fuera violado por la
infamia. Hollaban el sagrado suelo oriental el emperador Cai, Mitre
el Jaguá, con el general añamembuí de Venancio Flores, junto a sus
reconocidos asesinos, Goyo Jeta Suárez, Pancho Belén, De Tezanos y
otros de igual calaña al grito del triunfo infame, ahítos de muerte
y ambiciones totalitarias. “Usted es el principal responsable y
será el primer fusilado” dio su resolución el Goyo Jeta a Leandro
sin juicio perentorio ni derecho a defensa alguna, como es de rigor
en el mundo entero. Se cuenta que ante la elección “al boleo”,
el comandante Braga esgrimiendo razones de grado, exigió ser
fusilado después de su jefe Leandro Gómez, mientras Azambuya,
desprendiendo su chaqueta a pecho desnudo les gritó: “¡Tiren
cobardes que no les tenemos miedo!” En tanto el colorado Pancho
Belén reconocido carnicero mostraba y se jactaba de tener el reloj
de Leandro que se lo dio sardónicamente cuando lo llevaban a fusilar
para que no se rompieran las balas. ¡Asesinos! Allá lejos en
Montevideo el gobierno blanco del honorable Atanasio Aguirre con su
canciller Juan José de Herrera firmaba los tratados infames del 51,
por el imperio en la plaza pública, caía así, limbado de gloria
junto a su Heroica Paysandú, el gobierno blanco y democrático,
soberano y libre. Pasarían 93 años para que el milagro y vigencia
de un partido en el más total ostracismo, perseguidos muchas veces,
con diversidad de su gente asesinada, sufriendo intervenciones
imperiales y demás hechos luctuosos, volviese no obstante enancado
en su amor y respeto a la libertad a gobernar democráticamente en
1958. Ese milagro de supervivencia tuvo a lo largo de sus 173 años
de vida el aval de gestas como la de la “Heroica” con sus héroes
del tenor de Leandro Gómez que desde el Libertador Oribe abundan en
la colectividad en su historia gloriosa. Se pudieron cometer errores
como seres humanos que somos, a lo largo de tan prolongado tiempo.
Pero siempre surgió el sentido ético y principista mandatado desde
el origen mismo de la patria vieja, que al igual que la heroica
obliga al cumplimiento de la conciencia sagrada que mandata el
Partido. Felizmente en Paysandú se representó por siempre y para
siempre el espíritu blanco de Patria, de su gente, de su tierra,
tradiciones y costumbres que con Leandro Gómez, Lucas Píriz,
Azambuya y los suyos no cayeron en la “Heroica”, se mantienen
vivos y vigentes en el alma de su pueblo, mientras que los
responsables de la traición y la infamia siempre agonizan sin pena y
ninguna gloria.
Leopoldo
Amondarain
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