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lunes, 25 de mayo de 2015

Tesis arroja que el suicidio afecta más a los jóvenes de barrios de menores ingresos.

Grietas en el muro 

ladiaria.com.uy

“Suicidio y precariedad vital en Montevideo. En busca de una vida digna de ser vivida 2002-2010” se llama la tesis elaborada por Víctor Hugo González para aprobar la maestría en Psicología Social (Facultad de Psicología de la Universidad de la República, Udelar). González es sociólogo y funcionario del Ministerio del Interior (MI).
La tesis se basa en el reporte de 1.745 suicidios consumados en Montevideo entre 2002 y 2010. Los datos fueron extraídos del Sistema de Gestión de Seguridad Pública (partes policiales) que comenzó a desarrollar el MI para Montevideo en 2002 (recién en 2012 ese sistema pasó a cubrir la totalidad del territorio nacional, y eso explica que el trabajo se centre sólo en 40% de los suicidios del país, que son los que ocurren en la capital). También quedan fuera los casos catalogados como homicidio/suicidio, característicos de las situaciones de violencia doméstica.
El estudio consigna que en 2002 Uruguay alcanzó la tasa más alta de suicidios desde 1933 (20 casos cada 100.000 habitantes), pero advierte que si bien después de esa fecha la cifra descendió (16 cada 100.000 en 2010), siguió estando por encima de los valores históricos (entre 1960 y fines de la década de 1990 estuvo en el entorno de diez casos cada 100.000). González señala que pese a que después de 2002 el país mejoró los indicadores de pobreza, indigencia y desempleo, la tasa de suicidios no ha descendido, y en diálogo con la diaria consideró que “los procesos de fragilización son difíciles de revertir en el tiempo”.
González detalla que el suicidio es un fenómeno “típicamente masculino”, puesto que 73% de las personas que se suicidaron en ese período eran varones. Además, señala que afecta más a los adultos mayores. En todo el período el ahorcamiento o la sofocación fue el método empleado en 42% de los casos, le sigue el uso de armas de fuego (36%) y en tercer lugar el salto desde un lugar elevado (10%). En cuanto al estado civil, se suicidaron más las personas casadas o unidas en concubinato (cuatro de cada diez) y le siguen las solteras (25,8%), luego las divorciadas o separadas (20,6%) y por último las personas viudas (11,2%). Dos de cada diez personas avisaron previamente de su intención de autoeliminarse; las mujeres habían cometido más intentos previos que los varones.
A González le llamó la atención que este fenómeno “golpea más en jóvenes de sectores pobres”.
Precariedad vital
Eso ocurre más marcadamente entre los varones: mientras que se matan cuatro jóvenes en barrios como Casavalle, se mata un joven en Pocitos-Carrasco, grafica el sociólogo. En cambio, entre las mujeres la tasa de suicidios es similar en todos los sectores socioeconómicos. La tesis consigna que el consumo problemático de drogas ha ido aumentando su incidencia en los suicidios consumados, pasando de 4,4% a 9,5% en el período. Dentro del uso problemático de drogas hay un predominio de la pasta base de cocaína, pero también una combinación con “situaciones de extrema precariedad y vulnerabilidad social como mendicidad, prostitución”. El autor comentó que “siempre se asocia a la pasta base con jóvenes que son victimarios y no se los ve como víctimas”; en ese sentido, estos datos alumbran otra cara.
El alcoholismo estuvo presente en 5,7% de los suicidios consumados entre 2002 y 2010, y al igual que el consumo problemático de drogas, creció en el período estudiado: de 4,2% a 6,9%. Por otra parte, dos de cada diez personas que se suicidaron en el período analizado presentaban alguna enfermedad crónica, mental o algún tipo de invalidez (se señala, por ejemplo, la incidencia en la decisión de enfermedades terminales o fuertes dolores en la tercera edad) y 22,6% vivía solo.
González acota que se manejó con las dimensiones relevadas por la Policía (que no siempre están completas, porque a veces las personas no tienen ningún lazo social). El dato de si vivía solo es lo que relevó la Policía, y puede llegar (o no) a dar una idea de la vida social y relacional de la persona. Lo mismo pasa con respecto al barrio: no hay datos sobre la situación socioeconómica de la persona, pero sí del lugar donde vivía. González consideró que se reproduce un “círculo vicioso difícil de revertir”: el hecho de que en los barrios catalogados como pobres y muy pobres haya menores oportunidades para estudiar, que repercutirán luego en el acceso laboral y en los bajos ingresos.
González afirma que “los individuos están determinados por la realidad colectiva” y que la tesis no se enfoca en el individuo sino en la sociedad. En la tesis explica que “el suicida en el Uruguay de principios del siglo XX hasta nuestros días es el portavoz de las ‘grietas en el muro’ de la sociedad uruguaya, el suicidio como emergente explicita sus problemas de integración social en donde las diversas dimensiones de la precariedad socavan las bases de un reconocimiento intersubjetivo positivo”. Añadió, en diálogo con la diaria, que “hay factores sociales que están afectando el tema y a los que hay que ver desde una mirada holística”. “Es la pobreza pero también la deprivación relativa, siempre hay una disconformidad”, señaló. Apuntó que “hay una pobreza objetiva pero también una pobreza subjetiva, porque me estoy comparando con otra gente”, y con respecto a este punto mencionó la incidencia de la sociedad de consumo. En la tesis hace referencia a “los perdedores del sistema”, que “presionados por la moralidad de la provisión o del consumo al compararse con otros sectores de la sociedad sufrirían su mayor frustración al no cumplir con estos imperativos”.
González recomienda el desarrollo de estudios de corte cualitativo y opina que “recién estamos dando los primeros pasos” en el abordaje a este tema. Desde 2014 integra el Grupo de Prevención del Suicidio de la Udelar, conformado por docentes de las facultades de Medicina, Ciencias Sociales, Humanidades y Ciencias de la Educación y por el programa de Salud Mental del Ministerio de Salud Pública. El grupo analizará los registros de suicidios en el Sistema de Gestión de Seguridad Pública en Canelones (disponible a partir de 2004), y parte del equipo analizará las cartas que dejan quienes se suicidan, que son escritas por una de cada cinco personas que deciden autoeliminarse. El sociólogo también propone abordar el fenómeno con otras técnicas y realizar, por ejemplo, autopsias psicológicas, entrevistando a personas que rodearon al fallecido.